El escritor aragonés Javier Tomeo dice que "sólo se puede escribir desde la mala leche". Y añade que, en este país, la televisión es "el instrumento ideal para cargarse de mala leche". Yo, como veo poco la tele, no me puedo cabrear así como así, con un análisis pormenorizado sobre los contenidos de los telediarios. Uno ya sabe que la realidad, últimamente, está para que le den.
Eso sí, casi a diario, leo la prensa. Pero se ve que los Libros de Estilo han educado a los periodistas del papel y un exceso de educación no ayuda demasiado a hacerte un nudo en el estómago. De manera que, en muchas ocasiones, desisto del cabreo y entro en un estado de shock muy parecido al común de los ciudadanos censados en este país.
Mi problema es que nunca desisto en mis propósitos. Si necesito mi dosis de mala leche, hasta que no la ingiero no soy persona. Así que, ya un tanto desesperado, entro en las redes y leo que Ana García, una operadora de cámara de La Sexta, ha sido detenida por la Policía en Sevilla, ha pasado la noche en Comisaría y que entrará en los juzgados a declarar.
He visto las imágenes del desahucio que filmaba Ana García, los ciudadanos protestando contra una injusticia tan extendida a tantas familias y que nunca hubo de ocurrir. Y solo pienso que la Policía no siempre debe obedecer las órdenes de quienes les mandan, que no son quienes les pagan. Cobran del erario, que lo alimentamos todos los ciudadanos, y es a los ciudadanos a quienes se deben en primera instancia.
Habrá que hacer memoria a los responsables del Sindicato Unificado de Policía (SUP), porque todavía no les he escuchado una declaración que ponga orden a los excesos innecesarios de sus compañeros y de sus jefes. Cuando ellos, en plena transición, querían dejar de ser militares y pretendían legalizar un sindicato clandestino, contaron con el apoyo de los periodistas y de los ciudadanos. Sin su estrecha colaboración, probablemente el Cuerpo de Policía Nacional sería otro, como fue otro en años que mejor no recordar.
En estos tiempos de gobernantes mediocres, los periodistas y los ciudadanos en general necesitamos que los policías estén de nuestra parte, porque también ellos pagan hipotecas, les rebajan el sueldo, les cuesta pagar las tasas de matrícula de sus hijos y sufrirán las mismas enfermedades para las que no tendrán patrimonio con que pagar sus tratamientos. Estas actitudes ya se han repetido en tiempos peores, y no me gustaría por nada volver a vivirlos sin necesidad.
Los periodistas, aunque cada vez sean menos, incluso una especie en extinción, colaboraron con su tinta y su sangre, con su compromiso y sus pleitos, a que este país fuese mejor. Que nadie nos estropee un futuro que todavía hoy, pese a todo, puede ser habitable y prometedor.
Eso sí, casi a diario, leo la prensa. Pero se ve que los Libros de Estilo han educado a los periodistas del papel y un exceso de educación no ayuda demasiado a hacerte un nudo en el estómago. De manera que, en muchas ocasiones, desisto del cabreo y entro en un estado de shock muy parecido al común de los ciudadanos censados en este país.
Mi problema es que nunca desisto en mis propósitos. Si necesito mi dosis de mala leche, hasta que no la ingiero no soy persona. Así que, ya un tanto desesperado, entro en las redes y leo que Ana García, una operadora de cámara de La Sexta, ha sido detenida por la Policía en Sevilla, ha pasado la noche en Comisaría y que entrará en los juzgados a declarar.
He visto las imágenes del desahucio que filmaba Ana García, los ciudadanos protestando contra una injusticia tan extendida a tantas familias y que nunca hubo de ocurrir. Y solo pienso que la Policía no siempre debe obedecer las órdenes de quienes les mandan, que no son quienes les pagan. Cobran del erario, que lo alimentamos todos los ciudadanos, y es a los ciudadanos a quienes se deben en primera instancia.
Habrá que hacer memoria a los responsables del Sindicato Unificado de Policía (SUP), porque todavía no les he escuchado una declaración que ponga orden a los excesos innecesarios de sus compañeros y de sus jefes. Cuando ellos, en plena transición, querían dejar de ser militares y pretendían legalizar un sindicato clandestino, contaron con el apoyo de los periodistas y de los ciudadanos. Sin su estrecha colaboración, probablemente el Cuerpo de Policía Nacional sería otro, como fue otro en años que mejor no recordar.
En estos tiempos de gobernantes mediocres, los periodistas y los ciudadanos en general necesitamos que los policías estén de nuestra parte, porque también ellos pagan hipotecas, les rebajan el sueldo, les cuesta pagar las tasas de matrícula de sus hijos y sufrirán las mismas enfermedades para las que no tendrán patrimonio con que pagar sus tratamientos. Estas actitudes ya se han repetido en tiempos peores, y no me gustaría por nada volver a vivirlos sin necesidad.
Los periodistas, aunque cada vez sean menos, incluso una especie en extinción, colaboraron con su tinta y su sangre, con su compromiso y sus pleitos, a que este país fuese mejor. Que nadie nos estropee un futuro que todavía hoy, pese a todo, puede ser habitable y prometedor.
ANTONIO LÓPEZ HIDALGO