Terminada ya la resaca de la Huelga General del pasado miércoles, y aunque en Baena igual no podemos hablar de resaca, sino de apenas un ligero dolor de cabeza matutino, no es intención con estas líneas entrar en la guerra de cifras para evaluar el seguimiento de la misma, si bien podría ser interesante un futuro estudio sociológico que intentara explicar por qué en Baena las manifestaciones del pueblo en su diferentes formatos (solo me refiero a las reivindicativas) son de menor seguimiento que en las demás poblaciones vecinas. Sin duda daría para una tesis doctoral desde disciplinas como la Historia, la Psicología Social o la Sociología.
Dejando también para otra ocasión el análisis sobre las causas y motivos que llevaron a los sindicatos a convocarla, sí creo que empieza a ser cada vez más necesario responder al título de este artículo.
Algo se ha hablado al respecto, en la mayoría de los casos desde sectores conservadores, al que quisiera añadir un ligero matiz: no se trata de preguntarnos si una huelga sirve para algo, sino si es la huelga general la mejor herramienta para reivindicar los derechos de los trabajadores en pleno siglo XXI.
Sin plantear renunciar a un derecho constitucional y admitiendo que puede seguir teniendo sentido cuando se trata de una huelga sectorial o circunscrita geográficamente a un territorio menor y vinculada a un problema más concreto, mantengo mis dudas sobre la eficacia de una huelga general en plena era del conocimiento y las nuevas tecnologías.
Históricamente, las huelgas se han planteado como medida de presión ante los agresores de los derechos laborales, normalmente los patronos en connivencia con el gobierno o viceversa. Igual que la pasada Huelga General del 29 de marzo, convocada contra un Gobierno que ponía en marcha una Reforma Laboral casi a medida de la patronal.
La Huelga General del pasado miércoles también iba contra el Gobierno, por la política de recortes entre los primeros motivos, pero ¿también con la connivencia de la patronal? Mantengo mis dudas, puesto que son muchas empresas las que están cerrando a diario por los recortes e impagos de las diferentes administraciones, aunque tampoco es relevante el análisis desde este enfoque.
Lo verdaderamente importante es si los gobiernos actuales se sienten amenazados ante una Huelga General. ¿Es la Huelga la mejor forma de paralizar a un país? La respuesta es no. Tras nueve Huelgas Generales en la democracia, los gobiernos han sabido inmunizarse de tal forma, que no solamente no cambiarán de política, sino que incluso manejarán las cifras para salir fortalecidos.
Algo parecido ocurre con los sindicatos, que independientemente del seguimiento, siempre están satisfechos. ¿Pero quienes pierden con una Huelga? Según el Instituto de Estudios Económicos, una huelga seguida por solo un tercio de los trabajadores tiene un impacto de 1.000 millones de euros en la producción del país. La operación que realiza es muy sencilla: dividir el PIB de España entre los días laborables y entre el seguimiento calculado.
Este último porcentaje de participación o seguimiento de una huelga es mucho más complejo de calcular. A menudo utilizan parámetros objetivos, como el gasto energético durante el día de huelga e incluso los más entendidos tertulianos se atreven a compararlo con el seguimiento de la Huelga de marzo.
Entiendo que no es una metodología de cálculo muy acertada, pues la temperatura de marzo y noviembre no es la misma, hay empresas que aunque estén funcionando a la mitad, el consumo no se ve reflejado de la misma forma, pues hay consumos fijos incluso con la fábrica cerrada, el consumo de combustible no se ve reflejado...
Además se nos olvida pensar que el trabajador que se queda en casa por la huelga, suele encender la calefacción, incrementando el gasto respecto a un día normal. En cualquier caso, el equipo de gobierno, independientemente del resultado de seguimiento, apenas se verá afectado por una ligera disminución en el PIB, estando inmunizados ante otras cuestiones, como por ejemplo la confianza internacional de un Gobierno que soporta dos huelgas generales en menos de un año.
Realmente, a los gobiernos lo único que les interesa es el resultado de las urnas y está por ver que este resultado se vea afectado, a tenor de algunas encuestas o de los resultados en las elecciones de Galicia.
Me atrevería a decir que el Gobierno no solamente no pierde, sino que gana. Para unos gobiernos (también metemos al autonómico andaluz) más preocupados por la reducción del déficit que la salud y la educación de la ciudadanía (véase los recortes emprendidos por una u otra administración en ambos sectores), lo mejor que le puede ocurrir son huelgas que le ayuden a incrementar los recortes, dado el dinero que se ahorran ese día no solo en personal, sino en recetas, material, etc.
Y entonces, ¿quién ha perdido realmente con esta huelga? A mis cortas luces entiendo que los mismos que están soportando esta crisis, los trabajadores con la pérdida de mucho más que el "jornal" del día y las pequeñas y medianas empresas que incrementan aún más los números rojos de las deficitarias cuentas de resultados.
Los podemos enumerar en el mismo orden de seguimiento de la huelga: en primer lugar los funcionarios, que son los que a pesar de los recortes y acoso gubernamental que están sufriendo, son los que más libremente pueden elegir secundar una huelga; en segundo lugar los trabajadores de ámbito privado, que además de la pérdida del "jornal", se enfrentan a su jefe colocándose en el centro de la diana en estos momentos tan difíciles; en tercer lugar, los trabajadores autónomos y pequeñas empresas que ven cómo ese día incrementa la agonía por la que atraviesan la mayoría de los sectores. Y así podríamos continuar…
Es de entender, las personas que por una causa u otra, no han podido secundar la huelga a pesar de estar disconformes con las políticas del Gobierno, sin embargo, me cuesta más trabajo comprender algunas actuaciones que se repiten huelga tras huelga.
Me decía un padre de un niño de Primaria de un colegio de Baena: “nos han mandado una carta sobre la huelga en la que dice que habrá un maestro/-a para todos los niños que vayan”, dando a entender que mejor que no acudan al colegio por si acaso.
Después vemos cómo en ese colegio ningún profesor hace huelga. Del mismo modo me decía una persona mayor en su visita al Centro de Salud de Baena en el día de huelga: “pues vaya que me ha dicho el médico que lo que teníamos que hacer es no ir al médico en una huelga”.
Para tanto un caso como para otro, sobran comentarios. Difícilmente se podrán plantear alternativas a la Huelga General como medida de presión mientras el "espíritu Fuenteobejuna" sea tan bajo entre la población, a pesar de las posibilidades de comunicación que hoy en día nos dan internet y las redes sociales.
Ciberataques individuales que de forma masiva direccionan a páginas web concretas hasta su caída, boicot de consumo en días concretos y sectores concretos, apagones de electricidad, insumisión fiscal… se barajan como algunas de las propuestas para presionar a un Gobierno que mira para los mercados y los bancos, dándole la espalda a la ciudadanía.
No entramos en cuáles de estas medidas forman parte de la clandestinidad, de una legítima desobediencia civil o del ejercicio individual de derechos constitucionales. No obstante, son los sindicatos quienes tienen el reto de actualizarse en sus propuestas para aumentar la eficacia en la defensa de los trabajadores y parados, una tarea ardua cuando patronal y sindicatos son tan dependientes del "poder" establecido.
Dejando también para otra ocasión el análisis sobre las causas y motivos que llevaron a los sindicatos a convocarla, sí creo que empieza a ser cada vez más necesario responder al título de este artículo.
Algo se ha hablado al respecto, en la mayoría de los casos desde sectores conservadores, al que quisiera añadir un ligero matiz: no se trata de preguntarnos si una huelga sirve para algo, sino si es la huelga general la mejor herramienta para reivindicar los derechos de los trabajadores en pleno siglo XXI.
Sin plantear renunciar a un derecho constitucional y admitiendo que puede seguir teniendo sentido cuando se trata de una huelga sectorial o circunscrita geográficamente a un territorio menor y vinculada a un problema más concreto, mantengo mis dudas sobre la eficacia de una huelga general en plena era del conocimiento y las nuevas tecnologías.
Históricamente, las huelgas se han planteado como medida de presión ante los agresores de los derechos laborales, normalmente los patronos en connivencia con el gobierno o viceversa. Igual que la pasada Huelga General del 29 de marzo, convocada contra un Gobierno que ponía en marcha una Reforma Laboral casi a medida de la patronal.
La Huelga General del pasado miércoles también iba contra el Gobierno, por la política de recortes entre los primeros motivos, pero ¿también con la connivencia de la patronal? Mantengo mis dudas, puesto que son muchas empresas las que están cerrando a diario por los recortes e impagos de las diferentes administraciones, aunque tampoco es relevante el análisis desde este enfoque.
Lo verdaderamente importante es si los gobiernos actuales se sienten amenazados ante una Huelga General. ¿Es la Huelga la mejor forma de paralizar a un país? La respuesta es no. Tras nueve Huelgas Generales en la democracia, los gobiernos han sabido inmunizarse de tal forma, que no solamente no cambiarán de política, sino que incluso manejarán las cifras para salir fortalecidos.
Algo parecido ocurre con los sindicatos, que independientemente del seguimiento, siempre están satisfechos. ¿Pero quienes pierden con una Huelga? Según el Instituto de Estudios Económicos, una huelga seguida por solo un tercio de los trabajadores tiene un impacto de 1.000 millones de euros en la producción del país. La operación que realiza es muy sencilla: dividir el PIB de España entre los días laborables y entre el seguimiento calculado.
Este último porcentaje de participación o seguimiento de una huelga es mucho más complejo de calcular. A menudo utilizan parámetros objetivos, como el gasto energético durante el día de huelga e incluso los más entendidos tertulianos se atreven a compararlo con el seguimiento de la Huelga de marzo.
Entiendo que no es una metodología de cálculo muy acertada, pues la temperatura de marzo y noviembre no es la misma, hay empresas que aunque estén funcionando a la mitad, el consumo no se ve reflejado de la misma forma, pues hay consumos fijos incluso con la fábrica cerrada, el consumo de combustible no se ve reflejado...
Además se nos olvida pensar que el trabajador que se queda en casa por la huelga, suele encender la calefacción, incrementando el gasto respecto a un día normal. En cualquier caso, el equipo de gobierno, independientemente del resultado de seguimiento, apenas se verá afectado por una ligera disminución en el PIB, estando inmunizados ante otras cuestiones, como por ejemplo la confianza internacional de un Gobierno que soporta dos huelgas generales en menos de un año.
Realmente, a los gobiernos lo único que les interesa es el resultado de las urnas y está por ver que este resultado se vea afectado, a tenor de algunas encuestas o de los resultados en las elecciones de Galicia.
Me atrevería a decir que el Gobierno no solamente no pierde, sino que gana. Para unos gobiernos (también metemos al autonómico andaluz) más preocupados por la reducción del déficit que la salud y la educación de la ciudadanía (véase los recortes emprendidos por una u otra administración en ambos sectores), lo mejor que le puede ocurrir son huelgas que le ayuden a incrementar los recortes, dado el dinero que se ahorran ese día no solo en personal, sino en recetas, material, etc.
Y entonces, ¿quién ha perdido realmente con esta huelga? A mis cortas luces entiendo que los mismos que están soportando esta crisis, los trabajadores con la pérdida de mucho más que el "jornal" del día y las pequeñas y medianas empresas que incrementan aún más los números rojos de las deficitarias cuentas de resultados.
Los podemos enumerar en el mismo orden de seguimiento de la huelga: en primer lugar los funcionarios, que son los que a pesar de los recortes y acoso gubernamental que están sufriendo, son los que más libremente pueden elegir secundar una huelga; en segundo lugar los trabajadores de ámbito privado, que además de la pérdida del "jornal", se enfrentan a su jefe colocándose en el centro de la diana en estos momentos tan difíciles; en tercer lugar, los trabajadores autónomos y pequeñas empresas que ven cómo ese día incrementa la agonía por la que atraviesan la mayoría de los sectores. Y así podríamos continuar…
Es de entender, las personas que por una causa u otra, no han podido secundar la huelga a pesar de estar disconformes con las políticas del Gobierno, sin embargo, me cuesta más trabajo comprender algunas actuaciones que se repiten huelga tras huelga.
Me decía un padre de un niño de Primaria de un colegio de Baena: “nos han mandado una carta sobre la huelga en la que dice que habrá un maestro/-a para todos los niños que vayan”, dando a entender que mejor que no acudan al colegio por si acaso.
Después vemos cómo en ese colegio ningún profesor hace huelga. Del mismo modo me decía una persona mayor en su visita al Centro de Salud de Baena en el día de huelga: “pues vaya que me ha dicho el médico que lo que teníamos que hacer es no ir al médico en una huelga”.
Para tanto un caso como para otro, sobran comentarios. Difícilmente se podrán plantear alternativas a la Huelga General como medida de presión mientras el "espíritu Fuenteobejuna" sea tan bajo entre la población, a pesar de las posibilidades de comunicación que hoy en día nos dan internet y las redes sociales.
Ciberataques individuales que de forma masiva direccionan a páginas web concretas hasta su caída, boicot de consumo en días concretos y sectores concretos, apagones de electricidad, insumisión fiscal… se barajan como algunas de las propuestas para presionar a un Gobierno que mira para los mercados y los bancos, dándole la espalda a la ciudadanía.
No entramos en cuáles de estas medidas forman parte de la clandestinidad, de una legítima desobediencia civil o del ejercicio individual de derechos constitucionales. No obstante, son los sindicatos quienes tienen el reto de actualizarse en sus propuestas para aumentar la eficacia en la defensa de los trabajadores y parados, una tarea ardua cuando patronal y sindicatos son tan dependientes del "poder" establecido.
PEPE R. SILLERO