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Pescado, caña y robo

Aún recuerdo de pequeño, en el colegio, las diferentes visitas anuales que nos hacían los misioneros destinados en países pobres de África y América Latina. “Lo más importante no es darle pescado, sino una caña de pescar”, nos decían con voz alta y clara. Con el paso de los años, te das cuenta que más importante que darle la caña de pescar es dejar de robarle el pescado.

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La mayoría de estos países no son pobres, sino empobrecidos. Y aunque el tema de la caña y el pescado es sólo un símil para reflejar la necesidad de dotar de mayor autonomía en la búsqueda de soluciones, podemos seguir con el mismo ejemplo, ya real, del pescado, de entre tantos muchos existentes.

Y es que la propia Unión Europea reconoce que más de la mitad de las capturas pescadas en África por barcos europeos son practicadas de manera ilegal. Subvencionamos con varios millones de euros la construcción de nuestros barcos, también el del Alakrana, nos desplazamos a robarles el pescado y si hay piratas, mandamos a nuestros ejércitos. Eso sí, cañas de pescar que no les falten.

Son tiempos difíciles. En la actualidad, familias españolas son apadrinadas por otras familias noruegas, por ejemplo, para poder hacer frente a las necesidades que aumentan a diario. Muchos inmigrantes que salen de España y muchos españoles que empiezan a emigrar a otros países.

Otros países, como Suiza, que ya se están pensado cerrar sus fronteras, donde portugueses y españoles ya no son bien recibidos. En España, aunque retrocedemos a pasos agigantados, obviamente hay muchos países por detrás.

Es por ello, que en este nuevo escenario, me gustaría invitaros a la reflexión sobre la aplicación de este mismo símil del pescado y la caña a la realidad baenense. La caña entendemos que debería ser un trabajo digno para todos y todas, un derecho constitucional, pero al parecer, no hay cañas para todos.

Es por ello, que no hay más remedio que dar el pescado, representado en las diferentes iniciativas públicas y privadas que dan de comer a muchas familias en Baena diariamente. En este sentido resaltar la excelente labor que desempeñan entidades como la Parroquia de San Bartolomé o Cruz Roja.

Aunque se requiere mucho esfuerzo institucional y de personal voluntario, parece ser que las necesidades en cuanto a alimentos están más o menos cubiertas, por lo que las ONG baenenses demandan mas dinero que alimentos, para hacer frente a los muchos requerimientos de familias que necesitan ayuda para pagar los recibos de luz, agua, butano, etc.

Siempre he pensado que los Servicios Sociales desde las instituciones públicas deben exigirse, al igual que exigimos un maestro/-a para nuestros hijos o un servicio médico cuando estamos enfermos. Pero, ¿podemos considerar la entrega de comida como un derecho a reivindicar, o la encuadramos mejor en la parcela de la caridad? Y aún más, la asistencia social, ya sea ofrecida desde instituciones públicas o privadas ¿debe facilitarse sin ningún tipo de contraprestación por parte de la persona necesitada?

Además, seguro que podemos coincidir con la aplicación del símil del pescado y la caña a nuestra realidad local, pero ¿y el de robo, tenemos ejemplos para evidenciar esta práctica? Por falta de espacio, no es posible contestar a estos interrogantes, emplazándome a la próxima entrega quincenal de la presente columna para dar mi opinión, opinión que obviamente no es más importante que la vuestra, la cual también podéis hacer pública, como comentario, líneas más abajo.

PEPE R. SILLERO
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