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Pescando sin caña

Continuamos con la temática expuesta en la anterior entrega de la presente columna, que bajo el título Pescado, caña y robo trata de reflexionar sobre la necesaria respuesta de la sociedad hacia unas necesidades sociales que crecen exponencialmente a diario.

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Si hay necesidad tendremos que hablar de colectivos necesitados, que podemos agrupar siguiendo múltiples criterios. De esta forma, se podría relacionar la clasificación de colectivos desfavorecidos desde una óptica teórica y administrativa o también desde el análisis de los efectos de la exclusión. Sin embargo, de manera informal para las presentes líneas, agrupemos el sufrimiento en sólo cuatro grandes grupos de personas, entre los cuales nos veremos representados la mayoría de la población:

1. Personas en exclusión social o con alto riesgo de exclusión, tanto en la actualidad como con anterioridad a la crisis económica, con múltiples problemas que se solapan entre sí: desestructuración familiar, drogodependencias, ingresos económicos insuficientes, aislamiento social y familiar, falta de salud física y/o mental…

2. Personas en riesgo de exclusión social, fundamentalmente parados de larga duración que han agotado todos los recursos sociales, con unos ingresos económicos insuficientes que ponen en riesgo la mera cobertura de las necesidades básicas.

3. Personas tradicionalmente de clase media, que dada la actual crisis económica, sin tener un riesgo alto de exclusión social, la severa disminución de ingresos económicos no solamente ha supuesto la disminución del nivel de vida, sino que incluso también peligra la propia cobertura de necesidades básicas en la familia.

4. Personas de clase media-alta, que dada la disminución de ingresos económicos, se ven obligados a cambios de hábitos de consumo y de relaciones sociales, si bien las necesidades básicas están aseguradas.

Tanto las diferentes administraciones como las ONG locales tratan de dar respuesta a parte de estas necesidades. Se constata la preocupación, sobre todo entre las ONG, de la dificultad de detectar las carencias en el grupo tercero que, por ‘vergüenza’ entre la vecindad, no suelen solicitar ayuda de ningún tipo, aunque a veces las necesidades sean mayores que las de familias del grupo uno y dos. En este sentido, me consta que las ONG baenenses tratan también de detectar dichas necesidades para darles respuesta en la medida de lo posible y con la máxima discreción.

En cualquier caso, quizás equivocadamente, yo también soy de los que opinan que cuando no hay un empleo que ofrecer para paliar dichas necesidades, el resto de ayuda social que se ofrezca desde la comunidad debe tener una contraprestación, aunque ésta sea simbólica.

De esta forma, debe ser conveniente vincular las ayudas dirigidas al grupo primero con la participación obligada en talleres, cursos y asesoría especializada que traten de dar respuesta a las causas que están provocando la exclusión social.

Igualmente, para el resto de grupos, entiendo que se debe implicar todo lo posible a los usuarios para la colaboración en el mantenimiento de comedores sociales, roperos, etc. En nada han ayudado para la sensibilización del problema esas imágenes retransmitidas por las televisiones locales en las que trabajadores de ONG y voluntarios servían a las personas necesitadas como si de un servicio de restaurante se tratara.

¿No es posible la preparación de la comida y las mesas, así como la limpieza posterior desde la colaboración simultánea de usuarios, voluntarios y trabajadores? ¿Acaso es indignante que te pidan colaborar con la limpieza de un local social a cambio del pago de una mensualidad del recibo de la luz para evitar su corte?

¿No es posible superar las barreras administrativas que suponen la ayuda diaria que el Gobierno da a Cruz Roja para que la persona inmigrante sea formada, vestida y alimentada diariamente, contando con una colaboración mayor de estas personas y posibilitando así el aumento de las personas atendidas con el mismo presupuesto?

¿Cómo es posible que se ponga en riesgo la continuidad de un comedor social que da de comer diariamente a 400 personas porque el cocinero voluntario no pueda hacerse cargo temporalmente? Sin duda, habrá que incorporar mecanismos educativos y de sensibilización sobre la problemática a toda la sociedad, también hacia las personas necesitadas.

Por otro lado, y como no podía ser de otra forma, este 28 de febrero, el Día de Andalucía se convierte en el Día de la Solidaridad, por lo que tendremos ocasión, una vez más, de colaborar y aportar nuestro granito de arena en pro de las familias que atraviesan dificultades económicas en el municipio. En esta ocasión no lo haremos con un kilo de comida, sino con un pequeño donativo con la adquisición de paella y bebida en la barra benéfica de la Caseta Municipal, para que así las ONG colaboradoras puedan ir dando respuesta a tantas necesidades sin cubrir.

No obstante, no debemos olvidarnos que muchas de dichas necesidades tienen unas causas y unos responsables, por lo que también es necesaria su denuncia. De esta forma, ya no tanto en Baena pero si en otros lugares de la geografía andaluza, serán muchas las personas que salgan a la calle.

Mayoritariamente, las manifestaciones convocadas por CCOO y UGT en todas las capitales de provincia, denunciando la situación de extorsión permanente desde el gobierno central hacia Andalucía. Personalmente me quedo con las reivindicaciones del bloque crítico bajo el lema: “Basta de recortes y corrupción. No al pago de la deuda. Por nuestros derechos”, ya vengan de Rajoy, de Griñán o de Valderas.

PEPE R. SILLERO
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