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La necesidad de lo femenino para el cambio

Hasta el momento, y sobre todo en nuestro mal llamado primer mundo, hemos situado al mercado como epicentro de la realidad, como patrón que define lo valioso. Por tanto, todo aquello que no entre al juego del mercado no forma parte del mundo de lo económico y, por eso, lo convertimos en secundario e intrascendente.

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La venta de armas, la extinción de un incendio, la limpieza de un vertido,… produce intercambios monetarios que son contabilizados para calcular el PIB son, por ende, trabajos visibles. Sin embargo, la paz, el aire limpio, los trabajos asociados a los cuidados de las personas mayores y de los niños y niñas que desempeñan las mujeres, o los servicios de regulación del clima, siendo imprescindibles para la vida, son gratis y no cuenta en ningún balance de resultados de nuestro modelo económico, son lo que denominamos trabajos invisibles.

Allá por 2008, escribía estas líneas en uno de los artículos de difusión de la campaña de Ecologistas en Acción ‘Tejer la vida de verde y violeta’. Continuaba con la propuesta de dos alternativas:

O empezamos a visibilizar y valorar, también económicamente, los trabajos realizados por la Naturaleza y las mujeres, o los hombres empezamos a ocuparnos también de las tareas invisibles que tradicionalmente realizan las mujeres, además de valorar y visibilizar los trabajos que realiza la Naturaleza (fotosíntesis, el ciclo del carbono, el ciclo del agua, la regeneración de la capa de ozono,…) para que lo siga haciendo en generaciones venideras.

Personalmente me quedo con la segunda opción, pues poner en el mercado todo ese trabajo invisible de mujeres y Naturaleza, tiene un grave riesgo, y es que la economía de mercado siempre priorizará la rentabilidad económica frente al mantenimiento de la vida y la naturaleza.

Y como ejemplos, que mejor que la pura realidad: en vez de incorporar al hombre en el cuidado de la vida, siguen siendo las mujeres inmigrantes en condiciones precarias las que ahora se encargan de las tareas domésticas y de cuidar a nuestros hijos y abuelos. En el marco de la Naturaleza, de igual forma le hemos puesto buen precio a nuestra madera, nuestro aire limpio y nuestras aguas cada vez más limpias en éste primer mundo, pero cerramos los ojos cuando agotamos los recursos y contaminamos terceros países a precios irrisorios.

Indudablemente queda mucho por hacer. Hasta ahora los hombres “han hecho la historia”, se han servido de las mujeres y de la naturaleza a su antojo, sin ningún respeto. Ahora, son las formas de hacer de la naturaleza y los valores femeninos los que tienen que encargarse de corregirla y enderezarla. Es por ello, que a los hombres solo nos toca asumirlo e involucrarnos, haciéndonos corresponsales en el mantenimiento de la vida y de los cuidados.

Cinco años después de escribir estas líneas vemos como siguen actualizadas. Sí, es cierto, la desocupación de muchas personas puede implicar una vuelta al cuidado de la vida, pero con unas alforjas inclinadas aún hacia el lado femenino, sean personas inmigrantes o no. Sin duda, queda mucho por hacer y el hecho de que empezamos a estar gobernados por mujeres, Baena en gobierno y oposición y sin ánimo de comparación, en Europa con la canciller alemana, no debe cegarnos para darnos cuenta que aún siguen siendo muchas las desigualdades desde una perspectiva de género.
PEPE R. SILLERO

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