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La crueldad de las becas

La jugada es de una mezquindad tremenda, no sólo teniendo en cuenta al cabeza visible del ministerio, sino a toda la pléyade de asesores y consejeros implicados en ella que vaya usted a saber su currículo y la manera en la que llegó a dicho cargo.

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La drástica reducción de becas universitarias ha reabierto el debate sobre la idoneidad de la fórmula de concesión de las mismas y la meritocracia individual de cada aspirante. La conclusión parece clara: los únicos zoquetes que se pueden permitir tener un grado universitario son los ricos, que se pueden pagar sus estudios en cualquier universidad privada.

Se ha criticado que los alumnos con mayores dificultades para el estudio de un determinado grado –carrera universitaria- saturen sus cursos académicos con un número de asignaturas a las que seguro no podrán hacer frente. ¿Sabían que para poder optar a una beca universitaria el alumno ha de matricularse, obligatoriamente, de un número determinado de créditos –horas de clase, se traducen en asignaturas- que marca el ministerio?

El irresponsable, quién es, entonces. ¿El que obliga a un alumno a matricularse de un número de asignaturas a las que no podrá hacer frente para que opte a una beca que no le van a conceder porque no aprobará el número mínimo de ellas? ¿o el alumno que se ha visto obligado a plantearse un curso académico insuperable antes de abandonar sus estudios por motivos económicos?
Cada cual debería tener la libertad de plantearse un curso académico a su medida en relación a sus capacidades académicas y tener la posibilidad de estar becado por ello.

Como siempre ocurre en todos los casos, hay casos deshonestos, muchos, que deberían ser evaluados individualmente por el profesor de turno en un informe que avalara o contraargumentara la concesión de una beca para una determinada asignatura.

PABLO POÓ
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