El pasado once de septiembre se abrieron oficialmente las bolsas de trabajo para los profesores interinos de enseñanza secundaria planteando un panorama muy distinto al del curso pasado, que supuso la no contratación de casi cinco mil profesionales docentes.
El reparto de un número significativo de vacantes –plazas de profesor sin ocupar en un determinado centro- durante el verano ha propiciado que muchos que el año pasado tardamos tanto en ser llamados que casi se nos echó el final de curso encima, este curso estemos ya a punto de comenzar a trabajar en algún instituto de Andalucía.
Sin embargo, las cosas se siguen haciendo mal y cientos de interinos sufren personalmente las consecuencias de un reparto de plazas a todas luces injusto, veamos.
En estas primeras semanas de curso aún siguen existiendo numerosas plazas vacantes –las más interesantes, puesto que suponen ocupar un puesto de trabajo durante un curso completo-. Esto es debido a que en algunos centros aún no se han cubierto las que fueron ya anunciadas y a que, una vez hecho el reparto de alumnos por clase, surge la necesidad de crear un grupo nuevo que habrá de ser atendido por nuevos profesores.
El problema se crea cuando, en estas primeras semanas de apertura de la bolsa, la Consejería de Educación reparte tanto vacantes –curso completo-, como sustituciones, que pueden ser de dos meses, dos semanas o vaya usted a saber…
Las bolsas de trabajo están ordenadas jerárquicamente en función de una serie de méritos baremados, de manera que a aquellos que ocupan una posición superior, en virtud de dichos méritos, les debe corresponder una vacante antes que a los de las posiciones inferiores, ya que para eso ocupan los primeros escalafones de las bolsas.
Pero la CEJA, saltándose este criterio jerárquico de ordenación, está repartiendo indiscriminadamente un tipo de plazas y otras, de manera que, en virtud de la suerte y el azar, alguien situado, pongamos, en el puesto 180 puede obtener una plaza mejor –hablamos siempre de duración del contrato, no de calidad del centro-, al ser una vacante, que a alguien que, en el puesto 50, le hayan ofrecido una sustitución corta, de un mes, por ejemplo.
Lo cabal y justo sería repartir al principio todas las vacantes entre aquellos que ocupan los primeros puestos de las bolsas de trabajo docentes y, una vez agotadas, comenzar con las sustituciones. Con el actual sistema, ¿qué beneficio obtengo al situarme en los puestos superiores en función de mis méritos personales? De locos, como siempre.
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El reparto de un número significativo de vacantes –plazas de profesor sin ocupar en un determinado centro- durante el verano ha propiciado que muchos que el año pasado tardamos tanto en ser llamados que casi se nos echó el final de curso encima, este curso estemos ya a punto de comenzar a trabajar en algún instituto de Andalucía.
Sin embargo, las cosas se siguen haciendo mal y cientos de interinos sufren personalmente las consecuencias de un reparto de plazas a todas luces injusto, veamos.
En estas primeras semanas de curso aún siguen existiendo numerosas plazas vacantes –las más interesantes, puesto que suponen ocupar un puesto de trabajo durante un curso completo-. Esto es debido a que en algunos centros aún no se han cubierto las que fueron ya anunciadas y a que, una vez hecho el reparto de alumnos por clase, surge la necesidad de crear un grupo nuevo que habrá de ser atendido por nuevos profesores.
El problema se crea cuando, en estas primeras semanas de apertura de la bolsa, la Consejería de Educación reparte tanto vacantes –curso completo-, como sustituciones, que pueden ser de dos meses, dos semanas o vaya usted a saber…
Las bolsas de trabajo están ordenadas jerárquicamente en función de una serie de méritos baremados, de manera que a aquellos que ocupan una posición superior, en virtud de dichos méritos, les debe corresponder una vacante antes que a los de las posiciones inferiores, ya que para eso ocupan los primeros escalafones de las bolsas.
Pero la CEJA, saltándose este criterio jerárquico de ordenación, está repartiendo indiscriminadamente un tipo de plazas y otras, de manera que, en virtud de la suerte y el azar, alguien situado, pongamos, en el puesto 180 puede obtener una plaza mejor –hablamos siempre de duración del contrato, no de calidad del centro-, al ser una vacante, que a alguien que, en el puesto 50, le hayan ofrecido una sustitución corta, de un mes, por ejemplo.
Lo cabal y justo sería repartir al principio todas las vacantes entre aquellos que ocupan los primeros puestos de las bolsas de trabajo docentes y, una vez agotadas, comenzar con las sustituciones. Con el actual sistema, ¿qué beneficio obtengo al situarme en los puestos superiores en función de mis méritos personales? De locos, como siempre.
PABLO POÓ