Que Nintendo no está pasando por su mejor momento, es algo palpable y fácilmente comprobable. Las noticias pesimistas en torno a su situación financiera se siguen una tras otra, día sí día también. Haciendo un pequeño resumen de prensa, tenemos que el director de la compañía, Satoru Iwata, se ha reducido su sueldo un 50 por ciento; que de los 9 millones de Wii U que pensaban vender sólo han colocado 2,9 o el descenso de las acciones en un 4,3 por ciento, horas después de que el alto cargo anunciara la futura política a seguir de la compañía. Directriz que pasará por crear entretenimiento para dispositivos móviles con el sello de la casa, pero sin tratarse expresamente de juegos en sí. Esto suena muy mal.
Pero si hay algo peor que este desfile de cielos borrascosos es que Iwata anunciara recientemente que la compañía, a pesar de haber perdido un 30 por ciento de las ganancias planteadas, sigue en perfectas condiciones económicas. Temblad.
Cuando una persona con poder dice que todo va bien, se puede esperar un apocalipsis o la secuela del E.T. de Atari. Con este anuncio podemos deducir dos posibles variables: o el sucesor de Yamauchi quiere ocultar que la empresa tiene un importante agujero en la mano –¿las monedas de las que se apodera Mario Bros. serán de Nintendo?- o bien de veras han recopilado suficientes ganancias de los años de Wii y pueden permitirse cierto desliz. Cabe recordar, para ser honestos, que no han sido pocas las ocasiones que se ha vaticinado el cese de su negocio. Y aun así, han seguido dando que hablar.
Retirando a un lado los propios males que Nintendo está atravesando, resulta inexplicable que gran parte de los jugadores deseen con tantas ganas su perecimiento. Este instinto homicida subyace en los comentarios de foros, en ferias como el Madrid Games Week, en conversaciones distendidas entre usuarios o en puntos de compraventa de software.
Cualquier lugar, sitio y contexto parece el adecuado para denostar, despotricar de una compañía que a pesar de su inestable salud actual, tanto bien ha aportado desde que comenzara su andadura en los videojuegos hace unas décadas.
El primer hecho memorable de la “Gran N” es el haber resucitado a la industria a inicios de los años ochenta. Atari estaba lanzando juegos cada día con tal de aprovechar el tirón de esta industria emergente. Al ponerse a la venta nuevos productos cada semana, el nivel de calidad se redujo a niveles ridículamente bajos y se produjeron auténticos bodrios infumables.
Los compradores estaban saturados con tanto vómito de software, no sabían qué adquirir y cuando al fin se decidían, su compra no merecía la pena. El mundo del videojuego, recién nacido, se venía a pique. Fue gracias a Nintendo, que con una hábil estrategia comercial, creó la Nintendo Entertainment System –en efecto, la NES- y con ella se comenzó a garantizar un mínimo exigido para que los juegos llegaran a los hogares en óptimas condiciones jugables y de diversión.
Por otro lado, tenemos la apertura de los videojuegos al común de la sociedad gracias a Wii. El encargado de poner la primera piedra en este proceso de expansión colectiva fue Playstation 2. Gracias a complementos como Eye Toy, Buzz o Sing Star, se dio la primera oleada de curiosos que llevaron a cabo su primer acercamiento a una consola.
A pesar de este globo sonda, sin Wii no se habría conseguido que el cómputo de la sociedad esté viendo este ocio electrónico como algo bueno o al menos llevadero. Teniendo en cuenta que en el siglo anterior era una práctica reservada para niños y adultos inadaptados, la sobremesa de Nintendo junto al apoyo de DS, logró comunicarle al mundo entero los beneficios de esta práctica que incluso, y abran bien los oídos, puede realizarse en familia. Fueron una auténtica revolución global. Que se dice pronto.
Si no bastara con los dos puntos mencionados en las líneas anteriores, se puede citar la gran familia que ha elucubrado las mentes de estos trabajadores: Pit, el ángel protector de Palutena; el corredor de carreras Captain Falcon; la misionera galáctica Samus Aran o los esquimales Popo y Nana, por citar algunos ejemplos entre los que no se encuentran tan siquiera los más destacados. Títulos memorables que han alimentado la tarde de tantos pequeños… y de otra tanda de adultos.
Pero parece que no basta con haber abierto a los distintos colectivos el mundo del videojuego, ni que hayan producido sagas con esmero y cariño, una práctica que no logra conseguir Sony y que Microsoft ni intenta.
Lo que los jugadores quieren es que Nintendo siga los pasos de SEGA: crear software para otra compañía, o lo que es lo mismo, ver un posible Kirby: Return to Dreamland dentro de una PS4. Que una arista de la competencia desaparezca, facilita que el resto tenga que repartirse menos el pastel y apenas ofrezcan batalla por ofrecer mejores juegos a precios más competentes.
Si sólo quedara una encargada de elaborar consolas, haría suyo este mercado e impondría su propia ley, con el encarecimiento en los precios que ello supondría. ¿No es acaso mayor el coste de las entradas en aquellas ciudades donde exclusivamente hay una marca de cine?
Pero es igual, no parece que ni siquiera los bolsillos de estos usuarios sean suficiente motivo como para salvar a la firma. Nintendo es el Robespierre de los videojuegos. Da igual que salvara a la industria en sus comienzos, guste a quien guste y le pese a quien le pese. Pero la memoria es escandalosamente volátil y nadie recuerda que el mercado que hoy conocemos se lo debemos a esta casa.
Después de tantos años obrando con tesón, evidentemente con errores incuestionables pero con amor hacia el videojuego, lo que hay tras las paredes de Nintendo es odio y rencor gratuitos. Y a eso no hay derecho.
Pero si hay algo peor que este desfile de cielos borrascosos es que Iwata anunciara recientemente que la compañía, a pesar de haber perdido un 30 por ciento de las ganancias planteadas, sigue en perfectas condiciones económicas. Temblad.
Cuando una persona con poder dice que todo va bien, se puede esperar un apocalipsis o la secuela del E.T. de Atari. Con este anuncio podemos deducir dos posibles variables: o el sucesor de Yamauchi quiere ocultar que la empresa tiene un importante agujero en la mano –¿las monedas de las que se apodera Mario Bros. serán de Nintendo?- o bien de veras han recopilado suficientes ganancias de los años de Wii y pueden permitirse cierto desliz. Cabe recordar, para ser honestos, que no han sido pocas las ocasiones que se ha vaticinado el cese de su negocio. Y aun así, han seguido dando que hablar.
Retirando a un lado los propios males que Nintendo está atravesando, resulta inexplicable que gran parte de los jugadores deseen con tantas ganas su perecimiento. Este instinto homicida subyace en los comentarios de foros, en ferias como el Madrid Games Week, en conversaciones distendidas entre usuarios o en puntos de compraventa de software.
Cualquier lugar, sitio y contexto parece el adecuado para denostar, despotricar de una compañía que a pesar de su inestable salud actual, tanto bien ha aportado desde que comenzara su andadura en los videojuegos hace unas décadas.
El primer hecho memorable de la “Gran N” es el haber resucitado a la industria a inicios de los años ochenta. Atari estaba lanzando juegos cada día con tal de aprovechar el tirón de esta industria emergente. Al ponerse a la venta nuevos productos cada semana, el nivel de calidad se redujo a niveles ridículamente bajos y se produjeron auténticos bodrios infumables.
Los compradores estaban saturados con tanto vómito de software, no sabían qué adquirir y cuando al fin se decidían, su compra no merecía la pena. El mundo del videojuego, recién nacido, se venía a pique. Fue gracias a Nintendo, que con una hábil estrategia comercial, creó la Nintendo Entertainment System –en efecto, la NES- y con ella se comenzó a garantizar un mínimo exigido para que los juegos llegaran a los hogares en óptimas condiciones jugables y de diversión.
Por otro lado, tenemos la apertura de los videojuegos al común de la sociedad gracias a Wii. El encargado de poner la primera piedra en este proceso de expansión colectiva fue Playstation 2. Gracias a complementos como Eye Toy, Buzz o Sing Star, se dio la primera oleada de curiosos que llevaron a cabo su primer acercamiento a una consola.
A pesar de este globo sonda, sin Wii no se habría conseguido que el cómputo de la sociedad esté viendo este ocio electrónico como algo bueno o al menos llevadero. Teniendo en cuenta que en el siglo anterior era una práctica reservada para niños y adultos inadaptados, la sobremesa de Nintendo junto al apoyo de DS, logró comunicarle al mundo entero los beneficios de esta práctica que incluso, y abran bien los oídos, puede realizarse en familia. Fueron una auténtica revolución global. Que se dice pronto.
Si no bastara con los dos puntos mencionados en las líneas anteriores, se puede citar la gran familia que ha elucubrado las mentes de estos trabajadores: Pit, el ángel protector de Palutena; el corredor de carreras Captain Falcon; la misionera galáctica Samus Aran o los esquimales Popo y Nana, por citar algunos ejemplos entre los que no se encuentran tan siquiera los más destacados. Títulos memorables que han alimentado la tarde de tantos pequeños… y de otra tanda de adultos.
Pero parece que no basta con haber abierto a los distintos colectivos el mundo del videojuego, ni que hayan producido sagas con esmero y cariño, una práctica que no logra conseguir Sony y que Microsoft ni intenta.
Lo que los jugadores quieren es que Nintendo siga los pasos de SEGA: crear software para otra compañía, o lo que es lo mismo, ver un posible Kirby: Return to Dreamland dentro de una PS4. Que una arista de la competencia desaparezca, facilita que el resto tenga que repartirse menos el pastel y apenas ofrezcan batalla por ofrecer mejores juegos a precios más competentes.
Si sólo quedara una encargada de elaborar consolas, haría suyo este mercado e impondría su propia ley, con el encarecimiento en los precios que ello supondría. ¿No es acaso mayor el coste de las entradas en aquellas ciudades donde exclusivamente hay una marca de cine?
Pero es igual, no parece que ni siquiera los bolsillos de estos usuarios sean suficiente motivo como para salvar a la firma. Nintendo es el Robespierre de los videojuegos. Da igual que salvara a la industria en sus comienzos, guste a quien guste y le pese a quien le pese. Pero la memoria es escandalosamente volátil y nadie recuerda que el mercado que hoy conocemos se lo debemos a esta casa.
Después de tantos años obrando con tesón, evidentemente con errores incuestionables pero con amor hacia el videojuego, lo que hay tras las paredes de Nintendo es odio y rencor gratuitos. Y a eso no hay derecho.
SALVADOR BELIZÓN / REDACCIÓN