Que el Partido Popular pierda 1,9 puntos en estimación de voto desde octubre de 2013 a enero de este año puede ser comprensible, dado el ajuste económico al que se ha sometido a la sociedad española y la pérdida de empleo que en el primer mes del año volvió a rebrotar.
Pasar del 46,6 por ciento de estimación en su momento más brillante, allá por octubre de 2011, al 32,1 por ciento actual, no nos indica sino el desgaste sufrido durante este proceso de dos años de duración en el que se han debido afrontar medidas claramente impopulares y que, por otra parte, no han contado con el apoyo de una política de comunicación que las hubiera hecho más comprensibles a los ojos de los españoles y más identificables a la gestión previamente realizada por el PSOE en los años anteriores.
Lo que no parece tan lógico es que el principal partido de la oposición haya rebajado en dos décimas su estimación de voto desde octubre pasado y que desde el 29,9 por ciento que registró en octubre del 2011 haya seguido decreciendo hasta el 26,6 por ciento actual.
Para el Gobierno, que se mantenga todavía un diferencial de 5,5 puntos con los socialistas debe generar un cierto nivel de tranquilidad si, como muestran algunos indicadores, de aquí a noviembre de 2015, fecha de las próximas generales, la economía y el empleo siguen remontando y pueden adoptarse medidas fiscales que beneficien a las familias.
Por tanto, Rajoy y los suyos tendrán que hacer un gran esfuerzo para asentar los avances logrados y no abrir nuevos frentes de descontento social, quedando la gran “papeleta” en manos de un PSOE que se ha mostrado incapaz de obtener rédito alguno del ajuste, muy posiblemente porque no exista en su seno unidad de criterio o bien no haya podido liberarse aún de ocho años de zapaterismo de graves consecuencias para la nación.
Lo cierto es que la encuesta del CIS muestra una línea plana, que en algún momento habrá de quebrarse y que no parece ser que ello vaya a ocurrir de aquí a mayo, cuando se celebren unas elecciones europeas marcadas por la igualdad y por el desinterés del elector, apuntando ya a abstenciones cercanas al 60 por ciento.
Las primarias socialistas pueden –o no- marcar un punto de inflexión, en función del proceso previo y del desarrollo final de las mismas y los indicadores económicos del próximo año y medio creo que serán definitivos a la hora definir el mapa parlamentario de la próxima Legislatura.
Interpretaciones, a partir de ahora, todas las que se quieran: cada cual está en su derecho de cocinar los datos en su propia olla. Pero no perdamos de vista que de los encuestados existe todavía un 24,2 por ciento que se muestra dispuesto a la abstención y un 21,1 por ciento que aún no tiene decidido su voto. Porcentajes, ambos, que serán los verdaderos protagonistas del resultado final que hoy más que nunca se muestra muy abierto.
Pasar del 46,6 por ciento de estimación en su momento más brillante, allá por octubre de 2011, al 32,1 por ciento actual, no nos indica sino el desgaste sufrido durante este proceso de dos años de duración en el que se han debido afrontar medidas claramente impopulares y que, por otra parte, no han contado con el apoyo de una política de comunicación que las hubiera hecho más comprensibles a los ojos de los españoles y más identificables a la gestión previamente realizada por el PSOE en los años anteriores.
Lo que no parece tan lógico es que el principal partido de la oposición haya rebajado en dos décimas su estimación de voto desde octubre pasado y que desde el 29,9 por ciento que registró en octubre del 2011 haya seguido decreciendo hasta el 26,6 por ciento actual.
Para el Gobierno, que se mantenga todavía un diferencial de 5,5 puntos con los socialistas debe generar un cierto nivel de tranquilidad si, como muestran algunos indicadores, de aquí a noviembre de 2015, fecha de las próximas generales, la economía y el empleo siguen remontando y pueden adoptarse medidas fiscales que beneficien a las familias.
Por tanto, Rajoy y los suyos tendrán que hacer un gran esfuerzo para asentar los avances logrados y no abrir nuevos frentes de descontento social, quedando la gran “papeleta” en manos de un PSOE que se ha mostrado incapaz de obtener rédito alguno del ajuste, muy posiblemente porque no exista en su seno unidad de criterio o bien no haya podido liberarse aún de ocho años de zapaterismo de graves consecuencias para la nación.
Lo cierto es que la encuesta del CIS muestra una línea plana, que en algún momento habrá de quebrarse y que no parece ser que ello vaya a ocurrir de aquí a mayo, cuando se celebren unas elecciones europeas marcadas por la igualdad y por el desinterés del elector, apuntando ya a abstenciones cercanas al 60 por ciento.
Las primarias socialistas pueden –o no- marcar un punto de inflexión, en función del proceso previo y del desarrollo final de las mismas y los indicadores económicos del próximo año y medio creo que serán definitivos a la hora definir el mapa parlamentario de la próxima Legislatura.
Interpretaciones, a partir de ahora, todas las que se quieran: cada cual está en su derecho de cocinar los datos en su propia olla. Pero no perdamos de vista que de los encuestados existe todavía un 24,2 por ciento que se muestra dispuesto a la abstención y un 21,1 por ciento que aún no tiene decidido su voto. Porcentajes, ambos, que serán los verdaderos protagonistas del resultado final que hoy más que nunca se muestra muy abierto.
ENRIQUE BELLIDO