El príncipe Felipe se pasó hace unos días por la cumbre de la telefonía móvil que tuvo lugar en Barcelona. Por la televisión me enteré de que comentó que él usa dos móviles, algo así como uno de trabajo y otro para sus asuntos privados. Diversas personas me han preguntado sobre la seguridad de las comunicaciones oficiales del Gobierno y de la Casa Real y creo interesante explicarlo.
El príncipe puede tener dos móviles pero la seguridad debería ser la misma. Esa que ha diseñado el Centro Criptológico Nacional –dependiente del Centro Nacional de Inteligencia (CNI)- para las máximas autoridades del país. Ellos piensan, y razones tienen para ello, que no es posible violar la seguridad, por lo que las conversaciones oficiales no pueden ser pinchadas.
El matiz está en que esa máxima seguridad se ofrece cuando el emisor y el receptor de la comunicación utilizan el sistema encriptado, pero no cuando solo lo hace uno de ellos. Es lo que le pudo pasar a Angela Merkel: la NSA no pudo grabar las conversaciones que mantuvo con los ministros que disponían del mismo encriptamiento que ella, pero sí cuando hablaba con cargos de su partido o con cualquier otra persona que era ajena a ese sistema de seguridad.
Lo mismo que al príncipe le pasa a los altos cargos del Gobierno. Si utilizan la red fija de telefonía asegurada por el CNI no parece que haya problemas, pero fuera de ella el tema se complica. Así pasó con el anterior presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que acostumbraba a dedicar la última hora de cada día a mantener conversaciones con altos cargos del partido, asesores y amigos, sin que ninguno de ellos tuviera esa alta protección en sus móviles.
El CNI no solo encripta los móviles y las líneas fijas de telefonía, también explica a los altos cargos qué deben hacer para garantizar la seguridad de la información. Que luego lo cumplan es problema de ellos.
El príncipe puede tener dos móviles pero la seguridad debería ser la misma. Esa que ha diseñado el Centro Criptológico Nacional –dependiente del Centro Nacional de Inteligencia (CNI)- para las máximas autoridades del país. Ellos piensan, y razones tienen para ello, que no es posible violar la seguridad, por lo que las conversaciones oficiales no pueden ser pinchadas.
El matiz está en que esa máxima seguridad se ofrece cuando el emisor y el receptor de la comunicación utilizan el sistema encriptado, pero no cuando solo lo hace uno de ellos. Es lo que le pudo pasar a Angela Merkel: la NSA no pudo grabar las conversaciones que mantuvo con los ministros que disponían del mismo encriptamiento que ella, pero sí cuando hablaba con cargos de su partido o con cualquier otra persona que era ajena a ese sistema de seguridad.
Lo mismo que al príncipe le pasa a los altos cargos del Gobierno. Si utilizan la red fija de telefonía asegurada por el CNI no parece que haya problemas, pero fuera de ella el tema se complica. Así pasó con el anterior presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que acostumbraba a dedicar la última hora de cada día a mantener conversaciones con altos cargos del partido, asesores y amigos, sin que ninguno de ellos tuviera esa alta protección en sus móviles.
El CNI no solo encripta los móviles y las líneas fijas de telefonía, también explica a los altos cargos qué deben hacer para garantizar la seguridad de la información. Que luego lo cumplan es problema de ellos.
FERNANDO RUEDA