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Sal gorda

Estamos ya en campaña electoral y la sal gorda va a repartirse a quintales. Comenzó en el Debate sobre el Estado de la Nación y vamos a recibir encima más de la que los romanos esparcieron por Cartago tras conquistarla. Para que no crezca una brizna de hierba, ni de matiz ni de mesura y hasta, me atrevo a decir, que ni de inteligencia. O sea, que nos van a dar un mitin continuo de aquí hasta que votemos. Y después... más madera, que llegan las municipales.

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En España, "oposición" parece significar "no a todo" y descalificación absoluta. En nuestro país, "rival político" viene a ser sinónimo de "enemigo execrable". Aquí no queda lugar ni para el debate ni para el acuerdo. Y si lo hay, que no se note.

Porque el otro es la maldad en estado puro, la perversión total y el azote del pueblo y, como tal, con ellos no puede ni caminarse un paso. Es mentira, claro, pero eso ¿qué importancia tiene y, menos, en campaña?

Dio la señal de salida Rubalcaba en el Congreso, cuando se lanzó a disputarle los votos a Cayo Lara con un discurso cuyo argumento esencial fue que el Gobierno y el partido que lo sustenta hacen lo que hacen por puro sadismo social, porque son de derechas. Y punto.

Porque la derecha lleva implícito en sus genes, como bien se sabe, el crujir a los obreros, machacar a los pobres y robarle a las viudas. Eso es un dogma de fe y cualquiera se atreve a meterse con un dogma. Y más si es de izquierdas.

Este fin de semana ha proseguido Elena Valenciano con las mismas. La tarifa plana de 100 euros para los nuevos contratos indefinidos –en principio, una medida de cuya eficacia puede dudarse pero que parece indicar una política activa de empleo y empleo estable- ha quedado convertida en boca de la candidata socialista en una trampa saducea contra los trabajadores, en un pillaje más contra sus derechos y en un abaratamiento del despido encubierto. Eso ha dicho con Tomás Gómez al lado, que seguro que además hubiera añadido, “y dos huevos duros”.

Tengo para mí, del pasado Debate, que si hay algo que va a ser definitorio en las elecciones generales va a ser el cumplimiento o no del compromiso del presidente adquirido de manera solemne y reiterada en el Parlamento.

Rajoy ha empeñado su palabra y su futuro a que el paro, prueba del nueve de la salida verdadera de la crisis, baje cuando cumpla su Legislatura. Yo no voy a pronunciarme en ello. Habrá de ser el tiempo quien lo diga y será entonces el momento de demandar responsabilidades en uno u otro sentido.

Pero la oposición ya ha emitido juicio definitivo a años vistas. Será que no y será que no aunque sea que sí. La sal gorda se supone que es lo más indicado para un mitin y para el regocijo de los convencidos. El problema de los mítines es que ya no los aguantan ni los de la parroquia.

ANTONIO PÉREZ HENARES
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