Lo ha dicho él: quiere que se le llame Juanma, como siempre ha sido conocido en su círculo de amigos y compañeros de partido. Y todos, o la inmensa mayoría de los participantes en el congreso regional celebrado en Sevilla, han estado con Juan Manuel Moreno Bonilla a la hora de apoyar su candidatura a la presidencia del PP-A y, con ello, a presidir el Gobierno de la Junta de Andalucía.
Atrás han quedado días de zozobra interna, de conciliábulos de mesa camilla, de estrategias y escaramuzas, hasta que llegó a imponerse el nombre de Juanma como recambio a una situación que venía haciéndose insostenible, con un partido desaparecido en batalla mientras en el PSOE alzaba cada vez más el vuelo Susana Díaz.
¿Qué han fallado las formas? Eso es evidente. No aporta ningún elemento de credibilidad a nuestro sistema democrático y representativo la inversión de la pirámide del poder, emanando este desde la cúpula hacia las bases, como ya sucediera con la elección de Díaz en las filas socialistas.
Ocurre que –lo siento por quienes se molesten- nuestros principales partidos cuentan con una militancia contemplativa, absorta en las siglas y en el poder ideológico del sentido derecha-izquierda, escasamente crítica y, por tanto, y eso lo saben muy bien quienes dirigen las formaciones políticas, fácilmente manipulable.
Pero es que no sólo han fallado las formas, también lo ha hecho el fondo. Y con ello me refiero al tan manido recambio generacional que los popes de la estrategia electoral suelen cifrar exclusivamente en la edad y en algunos rasgos populistas, cuando en un sistema democrático serio, bien estructurado y con peso específico habría que establecer en términos de valía intelectual, solidez formativa, integridad ética y demostradas convicciones democráticas, aspectos, todos ellos, que en mayor o menor medida no se han tenido todo lo en cuenta que se debiera en las filas populares y socialistas.
En cualquier caso la realidad es la que es y quienes diseñaron ambas estrategias sabían muy bien que íbamos a llegar, unos y otros, a este punto en el que se silenciaría la contestación interna –la elaboración de candidaturas silencia todo- y en el que la calle iría enmudeciendo poco a poco hasta aceptar como normal lo sucedido, como así está ocurriendo si leemos los contenidos de prensa de los medios, más atentos a narrar el hoy que a pretender crear conciencia social, como además así les demanda la sociedad.
Y situados en esa realidad, admitiendo el punto de no retorno, no cabe sino mirar al futuro intentando redondear aristas y obtener de aquello con lo que contamos los mayores beneficios posibles para la sociedad, eso sí, sin abandonarnos en brazos de la complacencia que anula la capacidad de crítica y, con ello, de mejora.
Por ello que viviendo como lo hacemos en una comunidad que según Eurostat, la oficina estadística europea, pierde año tras año convergencia con Europa, distanciándonos no ya de las más desarrolladas sino de la media europea, estando muy por debajo de ésta y de la media española, y que a la vez soporta los mayores índices de desempleo y los más bajos en educación, sólo cabe unificar esfuerzos a fin de que los cambios no sean ya en las estructuras de los partidos sino en el Gobierno de Andalucía, propiciando una alternativa al socialismo/comunismo que en los últimos años viene aplicando sus políticas erráticas y erróneas.
De ahí que además de que todos los compromisarios del PP-A hayan estado con Juanma, creo que es el momento de que toda la sociedad andaluza que defiende ideas liberales, sociales y de progreso se sume al primer cambio, después de treinta años, de Gobierno en la Junta, para superar el inmovilismo actual y caminar decididamente hacia la convergencia europea y nuestra integración plena en el desarrollo de España.
Juan Manuel Moreno, al fin y a la postre, no va a ser sino quien lidere ese empeño. Lo realmente importante estará en el contenido del mismo.
Atrás han quedado días de zozobra interna, de conciliábulos de mesa camilla, de estrategias y escaramuzas, hasta que llegó a imponerse el nombre de Juanma como recambio a una situación que venía haciéndose insostenible, con un partido desaparecido en batalla mientras en el PSOE alzaba cada vez más el vuelo Susana Díaz.
¿Qué han fallado las formas? Eso es evidente. No aporta ningún elemento de credibilidad a nuestro sistema democrático y representativo la inversión de la pirámide del poder, emanando este desde la cúpula hacia las bases, como ya sucediera con la elección de Díaz en las filas socialistas.
Ocurre que –lo siento por quienes se molesten- nuestros principales partidos cuentan con una militancia contemplativa, absorta en las siglas y en el poder ideológico del sentido derecha-izquierda, escasamente crítica y, por tanto, y eso lo saben muy bien quienes dirigen las formaciones políticas, fácilmente manipulable.
Pero es que no sólo han fallado las formas, también lo ha hecho el fondo. Y con ello me refiero al tan manido recambio generacional que los popes de la estrategia electoral suelen cifrar exclusivamente en la edad y en algunos rasgos populistas, cuando en un sistema democrático serio, bien estructurado y con peso específico habría que establecer en términos de valía intelectual, solidez formativa, integridad ética y demostradas convicciones democráticas, aspectos, todos ellos, que en mayor o menor medida no se han tenido todo lo en cuenta que se debiera en las filas populares y socialistas.
En cualquier caso la realidad es la que es y quienes diseñaron ambas estrategias sabían muy bien que íbamos a llegar, unos y otros, a este punto en el que se silenciaría la contestación interna –la elaboración de candidaturas silencia todo- y en el que la calle iría enmudeciendo poco a poco hasta aceptar como normal lo sucedido, como así está ocurriendo si leemos los contenidos de prensa de los medios, más atentos a narrar el hoy que a pretender crear conciencia social, como además así les demanda la sociedad.
Y situados en esa realidad, admitiendo el punto de no retorno, no cabe sino mirar al futuro intentando redondear aristas y obtener de aquello con lo que contamos los mayores beneficios posibles para la sociedad, eso sí, sin abandonarnos en brazos de la complacencia que anula la capacidad de crítica y, con ello, de mejora.
Por ello que viviendo como lo hacemos en una comunidad que según Eurostat, la oficina estadística europea, pierde año tras año convergencia con Europa, distanciándonos no ya de las más desarrolladas sino de la media europea, estando muy por debajo de ésta y de la media española, y que a la vez soporta los mayores índices de desempleo y los más bajos en educación, sólo cabe unificar esfuerzos a fin de que los cambios no sean ya en las estructuras de los partidos sino en el Gobierno de Andalucía, propiciando una alternativa al socialismo/comunismo que en los últimos años viene aplicando sus políticas erráticas y erróneas.
De ahí que además de que todos los compromisarios del PP-A hayan estado con Juanma, creo que es el momento de que toda la sociedad andaluza que defiende ideas liberales, sociales y de progreso se sume al primer cambio, después de treinta años, de Gobierno en la Junta, para superar el inmovilismo actual y caminar decididamente hacia la convergencia europea y nuestra integración plena en el desarrollo de España.
Juan Manuel Moreno, al fin y a la postre, no va a ser sino quien lidere ese empeño. Lo realmente importante estará en el contenido del mismo.
ENRIQUE BELLIDO