Si os preguntaran cuál es la mejor música que habéis escuchado nunca, ¿qué contestaríais? Saldrían innumerables respuestas, tales como rock, baladas, disco, country, flamenco, chill out y un largo etcétera que desconocemos o ignoramos. Y es que, dado que existen infinidades de tipos de personas que compartimos este planeta, los gustos musicales de cada cual son muy diversos, en función de su origen, su raza, su cultura y, por supuesto, su estilo de vida.
No obstante, y es a lo que voy, esas diferentes músicas nunca pueden ser tan hermosas como la dulce melodía que representa la risa de un bebé. El sonido que provocan sus carcajadas hace que los mejores compositores y cantautores de este mundo se rindan ante sus diminutos piececitos.
Es verdad que cuando escuchas tu música preferida puedes llegar a sentir algo especial, animarte e, incluso, ponerte eufórico. Pero cuando un bebé se ríe te encuentras con la única melodía que realmente llega al corazón. Estés cansado, desanimado o malhumorado, despierta dentro de ti algo inexplicable.
Es un sentimiento oculto que por más que uno intente, no puede expresar: sale sin más. Hasta la persona más fría y aparentemente sin sentimientos hace que su rostro se transforme y deje ver una sonrisa que sale de dentro de su corazón amurallado.
Así, la sonrisa de un bebé derrota al más pesimista que, ante ella, ni siquiera puede pararse a pagar el peaje de la razón y preguntar si debe o no reflejarse en su rostro esa muestra de alegría. Simplemente ocurre, como un milagro.
En efecto, aunque estuviéramos en medio de una guerra o del mismísimo infierno, os aseguro que sonreiríamos de igual forma, porque el poder que el sonido de la sonrisa de un bebé es más fuerte que cualquier adversidad en la vida.
Dicen los médicos que reírse es una terapia muy buena, que debemos ver la vida con buenos ojos y ser optimistas y procurar cada mañana sonreír al nuevo día. Así, al levantarnos y mirarnos en el espejo, debemos decirle a nuestra imagen que hoy será un día especial, que nada ni nadie lo enturbiará.
De esta manera, cada mañana al despertar, nos inyectaríamos esa necesaria vacuna antidesánimo para poder llegar con creces a la noche y no haber perdido la sonrisa.
No obstante, me parece que esto es imposible ya que, automáticamente, al salir por la puerta de nuestras casas, nos encontramos trabas por todas las esquinas. Sin ir más lejos, en el coche. Los conductores agitan enérgicamente los brazos, tocando reiteradamente las bocinas, para recordarte que el semáforo ha cambiado de color hace una milésima de segundo.
En el trabajo, es probable que el jefe te anule o te subestime todo el proyecto en el que has estado trabajando durante meses. Y cuando llegas a casa, hasta es probable que a tu pareja se le olvide es tu aniversario.
En definitiva, nos enfrentamos a innumerables percances que no son gratos y que se nos presentan en el día a día. Problemas que, sin una buena dosis de paciencia y saber estar, nos invitan constantemente a perder la sonrisa.
Pero cuando se tienen los hijos y los nietos, todo es diferente. Los problemas diarios son los mismos, sí, pero la forma de mirarlos es más positiva porque llevas inyectada una dosis de sonrisa de tus hijos o nietos que, sin quererlo, restan importancia a otros desencuentros.
Y es que cuando lo tienes cerca o los acabas de dejar en la guardería para poder ir a trabajar es cuando aun estás en la nube de la felicidad, provocada por la magia y la dulzura que irradian estos seres tan pequeños.
El poder que tienen estos personajitos con su sonrisas ya le gustaría tenerlo a cualquier dirigente de masas, porque con una simple carcajada hacen que nos pongamos por montera nuestro saco cargado de negatividad y afrontemos cualquier imprevisto mal afortunado.
Hay gente que dice que hoy en día es difícil y estresante combinar la vida laboral con la familiar. Evidentemente, no voy a discutir el tema de las ayudas del Gobierno ni la postura de los empresarios respecto a la flexibilidad laboral.
A lo que me refiero es que, emocionalmente, con un hijo la vida es más fácil de llevar: los problemas pierden fuerza y solo se mantienen aquellos que son realmente fuertes. Con todo, también estos últimos se afrontan y terminan desapareciendo gracias a nuestros hijos y nietos. Y es que te sientes con ganas de superarte día a día y buscar a toda costa una estabilidad y una armonía interna indestructible.
Valoremos la vida. Los hijos y los nietos son nuestros ángeles de la guarda: cuidan de nosotros casi sin proponérselo, ya que ellos nos obligan a estar bien y ser cada día mejores para darles lo que esté a nuestro alcance y enseñarles a hacer su camino.
No obstante, y es a lo que voy, esas diferentes músicas nunca pueden ser tan hermosas como la dulce melodía que representa la risa de un bebé. El sonido que provocan sus carcajadas hace que los mejores compositores y cantautores de este mundo se rindan ante sus diminutos piececitos.
Es verdad que cuando escuchas tu música preferida puedes llegar a sentir algo especial, animarte e, incluso, ponerte eufórico. Pero cuando un bebé se ríe te encuentras con la única melodía que realmente llega al corazón. Estés cansado, desanimado o malhumorado, despierta dentro de ti algo inexplicable.
Es un sentimiento oculto que por más que uno intente, no puede expresar: sale sin más. Hasta la persona más fría y aparentemente sin sentimientos hace que su rostro se transforme y deje ver una sonrisa que sale de dentro de su corazón amurallado.
Así, la sonrisa de un bebé derrota al más pesimista que, ante ella, ni siquiera puede pararse a pagar el peaje de la razón y preguntar si debe o no reflejarse en su rostro esa muestra de alegría. Simplemente ocurre, como un milagro.
En efecto, aunque estuviéramos en medio de una guerra o del mismísimo infierno, os aseguro que sonreiríamos de igual forma, porque el poder que el sonido de la sonrisa de un bebé es más fuerte que cualquier adversidad en la vida.
Dicen los médicos que reírse es una terapia muy buena, que debemos ver la vida con buenos ojos y ser optimistas y procurar cada mañana sonreír al nuevo día. Así, al levantarnos y mirarnos en el espejo, debemos decirle a nuestra imagen que hoy será un día especial, que nada ni nadie lo enturbiará.
De esta manera, cada mañana al despertar, nos inyectaríamos esa necesaria vacuna antidesánimo para poder llegar con creces a la noche y no haber perdido la sonrisa.
No obstante, me parece que esto es imposible ya que, automáticamente, al salir por la puerta de nuestras casas, nos encontramos trabas por todas las esquinas. Sin ir más lejos, en el coche. Los conductores agitan enérgicamente los brazos, tocando reiteradamente las bocinas, para recordarte que el semáforo ha cambiado de color hace una milésima de segundo.
En el trabajo, es probable que el jefe te anule o te subestime todo el proyecto en el que has estado trabajando durante meses. Y cuando llegas a casa, hasta es probable que a tu pareja se le olvide es tu aniversario.
En definitiva, nos enfrentamos a innumerables percances que no son gratos y que se nos presentan en el día a día. Problemas que, sin una buena dosis de paciencia y saber estar, nos invitan constantemente a perder la sonrisa.
Pero cuando se tienen los hijos y los nietos, todo es diferente. Los problemas diarios son los mismos, sí, pero la forma de mirarlos es más positiva porque llevas inyectada una dosis de sonrisa de tus hijos o nietos que, sin quererlo, restan importancia a otros desencuentros.
Y es que cuando lo tienes cerca o los acabas de dejar en la guardería para poder ir a trabajar es cuando aun estás en la nube de la felicidad, provocada por la magia y la dulzura que irradian estos seres tan pequeños.
El poder que tienen estos personajitos con su sonrisas ya le gustaría tenerlo a cualquier dirigente de masas, porque con una simple carcajada hacen que nos pongamos por montera nuestro saco cargado de negatividad y afrontemos cualquier imprevisto mal afortunado.
Hay gente que dice que hoy en día es difícil y estresante combinar la vida laboral con la familiar. Evidentemente, no voy a discutir el tema de las ayudas del Gobierno ni la postura de los empresarios respecto a la flexibilidad laboral.
A lo que me refiero es que, emocionalmente, con un hijo la vida es más fácil de llevar: los problemas pierden fuerza y solo se mantienen aquellos que son realmente fuertes. Con todo, también estos últimos se afrontan y terminan desapareciendo gracias a nuestros hijos y nietos. Y es que te sientes con ganas de superarte día a día y buscar a toda costa una estabilidad y una armonía interna indestructible.
Valoremos la vida. Los hijos y los nietos son nuestros ángeles de la guarda: cuidan de nosotros casi sin proponérselo, ya que ellos nos obligan a estar bien y ser cada día mejores para darles lo que esté a nuestro alcance y enseñarles a hacer su camino.
JUAN NAVARRO COMINO