Llueve. Es una putada. Según algunos, claro está. El olor a tierra mojada, la sidra bien echada –un arte muy infravalorado– ayudan a ordenar ideas. Estas líneas podrían haber nacido en Madrid, Barcelona, Roma, Cádiz. Pero han empezado a existir bajo la lluvia asturiana.
El objetivo, si lo hubiese, no está muy definido. Dejad que disfrute viendo hasta dónde puedo llegar. Tomadlo como un juego. No esperéis un argumento elaborado ni grandes personajes. Solos tú y yo. Mis bombillas explotando en un pedazo de papel. Viendo, quien sea, su último brillo. Perdón si no suena emocionante.
Si decides participar, felicidades. Pero advierto que no hay un itinerario fijo. Solo sé que partimos de una aldea del norte de España. Llueve. Empiezo la partida. Bienvenido. Lo jodido muchas veces es cumplir ciertas expectativas. Muchas personas me han regalado bonitos elogios que en verdad me tienen fascinado y preocupado: en teoría, triunfaré.
¿Triunfaré bajo sus condiciones de lo que es el triunfo en la vida o bajo los mios propios? Puede que me choque contra un muro y caiga al suelo, pero el mero hecho de intentar atravesarlo es un éxito. Para ellos, simplemente, es que opté por la vía fácil. ¿Desde cuándo partirte la cara es fácil?
La vida son criterios. Buenos, malos, erróneos, jodidos, esquivos, puteantes. Altos, bajos, violentos. Sin darnos cuenta, estamos superándolos o no cumpliéndolos. Solo cabe averiguar quién es nuestro arbitro particular y preguntarle cuál es nuestra puntuación. Criterio sobre cómo debes vestir, hablar, pensar, beber, follar. Todo momento que creamos exclusivamente nuestro es un jodido examen. Nunca habrá aprobado general.
Con tus acciones puedes contentar a A o B, olvídate de C. A veces C y B, pero jodiste a A. El peor tipo de esclavitud es la de estar encadenado a la visión ajena. Si te importa mucho cómo eres visto por el prisma de otro, deberías pensar seriamente en coger unas buenas piedras. Cada cristal roto será una gran victoria en tu condición de individuo.
No seamos ilusos. Odio a la gente antitodo que en el fondo son quiero-todo. La hipocresía –o para ser más exactos, la ignorancia de ser una paradoja con patas– me llama la atención en el mundo en que nos tocó vivir.
Por cojones ser el más alejado del sistema, sin dejar de desear lo mejor del puto sistema. Adoro a las personas coherentes. Son una verdadera especie en peligro de extinción. Aunque, hasta cierto punto, llega mi adoración.
No creo que deba tener cabida la coherencia de quienes ven todo a su alrededor reunido en un solo camino. Aunque los lleve a un precipicio, lo seguirán hasta las últimas consecuencias. Todo planificado hasta el último detalle. Solo tiene una grieta semejante filosofía: la vida es lo más decididamente caótico que existe. Intentar ponerla en orden es perder el tiempo.
Por eso creo que las ciencias tienen un defecto: todo debe tener clasificación y explicación. Explicar el mundo al mismo tiempo que lo aíslas en una gran urna de cristal. Podría seguir, pero no es bueno gastar toda la munición en el primer combate. Afuera, en un pueblecito asturiano, sigue lloviendo. Mañana, quizás, continuará la guerra. Ten paciencia con mis palabras. Salieron a ver la noche de un escrito sin pedir permiso a nadie.
El objetivo, si lo hubiese, no está muy definido. Dejad que disfrute viendo hasta dónde puedo llegar. Tomadlo como un juego. No esperéis un argumento elaborado ni grandes personajes. Solos tú y yo. Mis bombillas explotando en un pedazo de papel. Viendo, quien sea, su último brillo. Perdón si no suena emocionante.
Si decides participar, felicidades. Pero advierto que no hay un itinerario fijo. Solo sé que partimos de una aldea del norte de España. Llueve. Empiezo la partida. Bienvenido. Lo jodido muchas veces es cumplir ciertas expectativas. Muchas personas me han regalado bonitos elogios que en verdad me tienen fascinado y preocupado: en teoría, triunfaré.
¿Triunfaré bajo sus condiciones de lo que es el triunfo en la vida o bajo los mios propios? Puede que me choque contra un muro y caiga al suelo, pero el mero hecho de intentar atravesarlo es un éxito. Para ellos, simplemente, es que opté por la vía fácil. ¿Desde cuándo partirte la cara es fácil?
La vida son criterios. Buenos, malos, erróneos, jodidos, esquivos, puteantes. Altos, bajos, violentos. Sin darnos cuenta, estamos superándolos o no cumpliéndolos. Solo cabe averiguar quién es nuestro arbitro particular y preguntarle cuál es nuestra puntuación. Criterio sobre cómo debes vestir, hablar, pensar, beber, follar. Todo momento que creamos exclusivamente nuestro es un jodido examen. Nunca habrá aprobado general.
Con tus acciones puedes contentar a A o B, olvídate de C. A veces C y B, pero jodiste a A. El peor tipo de esclavitud es la de estar encadenado a la visión ajena. Si te importa mucho cómo eres visto por el prisma de otro, deberías pensar seriamente en coger unas buenas piedras. Cada cristal roto será una gran victoria en tu condición de individuo.
No seamos ilusos. Odio a la gente antitodo que en el fondo son quiero-todo. La hipocresía –o para ser más exactos, la ignorancia de ser una paradoja con patas– me llama la atención en el mundo en que nos tocó vivir.
Por cojones ser el más alejado del sistema, sin dejar de desear lo mejor del puto sistema. Adoro a las personas coherentes. Son una verdadera especie en peligro de extinción. Aunque, hasta cierto punto, llega mi adoración.
No creo que deba tener cabida la coherencia de quienes ven todo a su alrededor reunido en un solo camino. Aunque los lleve a un precipicio, lo seguirán hasta las últimas consecuencias. Todo planificado hasta el último detalle. Solo tiene una grieta semejante filosofía: la vida es lo más decididamente caótico que existe. Intentar ponerla en orden es perder el tiempo.
Por eso creo que las ciencias tienen un defecto: todo debe tener clasificación y explicación. Explicar el mundo al mismo tiempo que lo aíslas en una gran urna de cristal. Podría seguir, pero no es bueno gastar toda la munición en el primer combate. Afuera, en un pueblecito asturiano, sigue lloviendo. Mañana, quizás, continuará la guerra. Ten paciencia con mis palabras. Salieron a ver la noche de un escrito sin pedir permiso a nadie.
CARLOS SERRANO