Definitivamente vivimos en un mundo globalizado, ya que desde cualquier rincón de este pequeño planeta recibimos noticias casi de manera instantánea. Los actuales medios de comunicación han acotado y acortado tanto las distancias que la idea romántica de encontrar una naturaleza o un territorio que no haya sido colonizado por el hombre se hace ya casi imposible.
Esta globalización nos aproxima no solo a otras culturas sino que también nos acerca a la idea de que, aparte de los idiomas que se han extendido a escala mundial –inglés, español, francés-, existen múltiples lenguas habladas y que según los lingüistas y antropólogos suponen la cifra de entre tres mil y cuatro mil.
Posiblemente la llegada de las naves españolas en 1492 al continente americano, que abrieron las puertas al conocimiento de pueblos y culturas no conocidos hasta entonces, modificara la idea centrada en Europa que se tenía. Esta apertura a extrañas lenguas, inicialmente implicaba desconcierto, pues había que repensar y cambiar los esquemas mentales, de modo que estos idiomas, nuevos y desconocidos, obligaban a ampliar los conceptos acerca de los seres humanos y sus diferentes formas de comunicarse.
Esta circunstancia tan crucial de finales del siglo XV, me hace suponer que fuera una razón de peso por la que, a partir del siglo XVI, diversos pintores se ocuparan de plasmar en sus lienzos la mítica Torre de Babel, citada en antiguas culturas, con especial relevancia en la judeocristiana.
Es la explicación que se daba por entonces al origen de la multiplicidad de lenguas de los diferentes pueblos. Recordemos que, según el relato bíblico del Génesis, la Torre de Babel fue construida por la humanidad con la intención de alcanzar el cielo y evitar las consecuencias de un nuevo diluvio. Advertido de la arrogancia de los hombres, Yahvé los confundió, dándoles diversas lenguas a los que participaban en la construcción, con lo que era imposible que se comunicaran los unos con los otros.
Este relato es el punto de partida para que pintores tan famosos como Pieter Brueghel, apodado el Viejo, llevara a cabo en 1563 una magna obra en la que pinta dos lienzos con una enorme torre inacabada y en dos versiones distintas.
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Brevemente, indicaré que Pieter Brueghel el Viejo nació cerca de la ciudad holandesa de Breda en 1525, falleciendo en Bruselas en 1569, por lo que podemos ubicarlo entre los grandes artistas de la pintura flamenca del siglo XVI.
A pesar de su corta vida, pues solo llegó a alcanzar la edad de cuarenta y cuatro años, nos dejó grandes obras, muchas de las cuales podemos contemplarlas en el Museo del Prado y de las que, personalmente, destacaría ‘El triunfo de la muerte’. Sin embargo, su obra más admirada es ‘La Torre de Babel’ que se encuentra colgada en el Museo de Historia del Arte de Viena, la capital de Austria.
La fantástica torre que Brueghel imagina se apoya, por un lado, en la arquitectura romana, ya que evoca a la forma circular del Coliseo de Roma, con los numerosos arcos que circundaban a este edificio. Por otro, su forma ascendente recuerda a los zigurats de la época babilónica.
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Del mismo año, 1563, se conserva en el Museo Boymans-van Beuningen de Rotterdam una segunda interpretación realizada por Brueghel y que recibiría la denominación de ‘La pequeña Torre de Babel’, quizás porque fuera una réplica del primer lienzo, a pesar de que nuevamente vuelve a ser un cuadro verdaderamente impresionante, con un alto detallismo en su ejecución.
De nuevo nos encontramos con una visión aérea de una torre circular y en forma de zigurat que asciende a los cielos, tanto que se cruza con nubes en esa ascensión. En esta segunda versión, no aparecen personajes al pie de la torre y que Brueghel utilizara en la primera que realizara para que sirvieran de referencia de la grandiosidad de la misma. Sin embargo, también aparece al lado del mar, quizás como homenaje a la ciudad holandesa en cuyo museo se encuentra actualmente colgado el lienzo.
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Tengo que apuntar que otros grandes pintores y grabadores hicieron sus versiones de este relato de corte mitológico que está asociado con el origen de la multitud de lenguas que hablan los seres humanos.
Pero no quisiera realizar en esta ocasión un recorrido acerca de los cuadros más significativos y sus autores, sino llamar la atención sobre una “pequeña torre de Babel” que se ha construido en la ciudad francesa de Estrasburgo: me refiero al edificio que alberga la sede oficial del Parlamento Europeo. Para que no haya confusión, recordemos que también hay otras dos sedes: en Bruselas y en Luxemburgo.
Su forma, al igual que la Torre de Babel que pintara Pieter Brueghel, es de tipo circular, con la semejanza de que hay una parte que recuerda también a la forma inacabada de los dos grandes volúmenes que representara el pintor holandés.
En esta nueva ‘torre de Babel’ se hablan hasta 28 idiomas distintos, por los que los miembros del Parlamento Europeo tienen que acudir al sistema tecnológico de la traducción simultánea para hacerse entender entre unos y otros.
De todos modos, a los que vivimos en los países periféricos -y a pesar de que hablemos uno de los idiomas más importantes del mundo- nos ha caído una especie de maldición bíblica de que allí se habla y se ordena en alemán (véase, si no, los nombres de Bundesbank, Merkel y Schäuble). Extraña y difícil lengua en la que se nos ordena implacablemente que hagamos recortes para satisfacer la voracidad sin límites de los nuevos dioses que pueblan el Olimpo capitalista: los Mercados.
Para Daniel Guerrero y su Lienzo de Babel.
Esta globalización nos aproxima no solo a otras culturas sino que también nos acerca a la idea de que, aparte de los idiomas que se han extendido a escala mundial –inglés, español, francés-, existen múltiples lenguas habladas y que según los lingüistas y antropólogos suponen la cifra de entre tres mil y cuatro mil.
Posiblemente la llegada de las naves españolas en 1492 al continente americano, que abrieron las puertas al conocimiento de pueblos y culturas no conocidos hasta entonces, modificara la idea centrada en Europa que se tenía. Esta apertura a extrañas lenguas, inicialmente implicaba desconcierto, pues había que repensar y cambiar los esquemas mentales, de modo que estos idiomas, nuevos y desconocidos, obligaban a ampliar los conceptos acerca de los seres humanos y sus diferentes formas de comunicarse.
Esta circunstancia tan crucial de finales del siglo XV, me hace suponer que fuera una razón de peso por la que, a partir del siglo XVI, diversos pintores se ocuparan de plasmar en sus lienzos la mítica Torre de Babel, citada en antiguas culturas, con especial relevancia en la judeocristiana.
Es la explicación que se daba por entonces al origen de la multiplicidad de lenguas de los diferentes pueblos. Recordemos que, según el relato bíblico del Génesis, la Torre de Babel fue construida por la humanidad con la intención de alcanzar el cielo y evitar las consecuencias de un nuevo diluvio. Advertido de la arrogancia de los hombres, Yahvé los confundió, dándoles diversas lenguas a los que participaban en la construcción, con lo que era imposible que se comunicaran los unos con los otros.
Este relato es el punto de partida para que pintores tan famosos como Pieter Brueghel, apodado el Viejo, llevara a cabo en 1563 una magna obra en la que pinta dos lienzos con una enorme torre inacabada y en dos versiones distintas.
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Brevemente, indicaré que Pieter Brueghel el Viejo nació cerca de la ciudad holandesa de Breda en 1525, falleciendo en Bruselas en 1569, por lo que podemos ubicarlo entre los grandes artistas de la pintura flamenca del siglo XVI.
A pesar de su corta vida, pues solo llegó a alcanzar la edad de cuarenta y cuatro años, nos dejó grandes obras, muchas de las cuales podemos contemplarlas en el Museo del Prado y de las que, personalmente, destacaría ‘El triunfo de la muerte’. Sin embargo, su obra más admirada es ‘La Torre de Babel’ que se encuentra colgada en el Museo de Historia del Arte de Viena, la capital de Austria.
La fantástica torre que Brueghel imagina se apoya, por un lado, en la arquitectura romana, ya que evoca a la forma circular del Coliseo de Roma, con los numerosos arcos que circundaban a este edificio. Por otro, su forma ascendente recuerda a los zigurats de la época babilónica.
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Del mismo año, 1563, se conserva en el Museo Boymans-van Beuningen de Rotterdam una segunda interpretación realizada por Brueghel y que recibiría la denominación de ‘La pequeña Torre de Babel’, quizás porque fuera una réplica del primer lienzo, a pesar de que nuevamente vuelve a ser un cuadro verdaderamente impresionante, con un alto detallismo en su ejecución.
De nuevo nos encontramos con una visión aérea de una torre circular y en forma de zigurat que asciende a los cielos, tanto que se cruza con nubes en esa ascensión. En esta segunda versión, no aparecen personajes al pie de la torre y que Brueghel utilizara en la primera que realizara para que sirvieran de referencia de la grandiosidad de la misma. Sin embargo, también aparece al lado del mar, quizás como homenaje a la ciudad holandesa en cuyo museo se encuentra actualmente colgado el lienzo.
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Tengo que apuntar que otros grandes pintores y grabadores hicieron sus versiones de este relato de corte mitológico que está asociado con el origen de la multitud de lenguas que hablan los seres humanos.
Pero no quisiera realizar en esta ocasión un recorrido acerca de los cuadros más significativos y sus autores, sino llamar la atención sobre una “pequeña torre de Babel” que se ha construido en la ciudad francesa de Estrasburgo: me refiero al edificio que alberga la sede oficial del Parlamento Europeo. Para que no haya confusión, recordemos que también hay otras dos sedes: en Bruselas y en Luxemburgo.
Su forma, al igual que la Torre de Babel que pintara Pieter Brueghel, es de tipo circular, con la semejanza de que hay una parte que recuerda también a la forma inacabada de los dos grandes volúmenes que representara el pintor holandés.
En esta nueva ‘torre de Babel’ se hablan hasta 28 idiomas distintos, por los que los miembros del Parlamento Europeo tienen que acudir al sistema tecnológico de la traducción simultánea para hacerse entender entre unos y otros.
De todos modos, a los que vivimos en los países periféricos -y a pesar de que hablemos uno de los idiomas más importantes del mundo- nos ha caído una especie de maldición bíblica de que allí se habla y se ordena en alemán (véase, si no, los nombres de Bundesbank, Merkel y Schäuble). Extraña y difícil lengua en la que se nos ordena implacablemente que hagamos recortes para satisfacer la voracidad sin límites de los nuevos dioses que pueblan el Olimpo capitalista: los Mercados.
Para Daniel Guerrero y su Lienzo de Babel.
AURELIANO SÁINZ