Pensaba titular esta artículo como “Catetada made in USA”, que también podría ser, pero es que entonces tenía que explicar con detalle que del gigante estadounidense nos llega cantidad de cosas buenas –cine, literatura, música…– pero un montón de cosas desechables o aborrecibles. El mayor problema con respecto a este país, el último que ejerce de imperio sobre el planeta Tierra, es que por la multitud de medios de comunicación nos hacen que lo veamos como “el maravilloso país de las grandes oportunidades y en el que todo es posible”; y, la verdad, no es para tanto.
Pues bien, para que entendamos a qué me refiero con el título de esta entrega, comienzo por algo que se convirtió en noticia recientemente y que divulgaron gran parte de los medios de comunicación de nuestro país: la venta del cuadro, supuestamente, más caro hasta ahora en las subastas de arte. Para ello, tomo textualmente un fragmento de lo que se decía en uno de los periódicos que recogieron la noticia:
“En una sala llena con muchas manos en alto, el cuadro de Pablo Picasso Las mujeres de Argel, pintado en 1955, fue rematado anoche en Christie’s de Nueva York por 179,3 millones de dólares. Es el valor más alto pagado en la historia de las subastas por una obra de arte y deja atrás el récord anterior logrado en 2013 por Retrato de Lucien Freud, un tríptico de Francis Bacon rematado en 142 millones de dólares”.
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Por razones personales y profesionales, siempre leo las noticias relacionadas con el mundo del arte, y no es que esté pendiente o me interesen mucho las abultadas cifras que se pagan por los lienzos de los grandes pintores que desembolsan los especuladores, ya que a ellos les da igual sus valores estéticos; su interés radica en que pueden multiplicar en poco tiempo el dinero que han invertido.
Me llama la atención, por otro lado, que el arte sea noticia cuando se alcanzan cifras astronómicas por la venta de un cuadro o de alguna escultura en cualquiera de las dos renombradas casas de subastas como son Christie’s o Sotheby’s.
En esto se parecen en gran medida a los fichajes multimillonarios de las rutilantes estrellas de fútbol, que nos dejan con la boca abierta y con la duda de si esos jugadores, llámense Cristiano, Messi, Bale o Neymar, por ejemplo, se merecen esas cifras mareantes por sus habilidades con el balón.
Por otro lado, esto de los récords en las cifras que se alcanzan en las subastas de cuadros de los grandes nombres de la pintura no acaba de entenderlo, ya que hace unos años publiqué un artículo titulado Arte, capitalismo y especulación en el que mostraba una pequeña radiografía del mundo del arte a partir de la venta del cuadro que, en de febrero de 2012, se había hecho de Los jugadores de cartas del pintor francés Paul Cézanne.
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Por entonces, los medios de comunicación nos informaban que había sido comprado por 250 millones de dólares (191,6 millones de euros en aquellos momentos) por la familia real de Qatar al magnate griego Yorgos Embiricos, con el intento de hacer de Doha, capital de ese pequeño Estado, en “la capital mundial del arte”, según repetían esos medios, a modo de eco de la publicidad que se marca este país.
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Es el cuadro de Cézanne el que se vendió a mayor precio o Las mujeres de Argel de Picasso la que batió los récords de venta? ¿Son los 179,3 millones pagados por el lienzo de Picasso más que los 250 que esos señores medievales que se bañan en petróleo desembolsaron por el de Paul Cézanne?
De todos modos, no voy yo a ser el que entre en averiguarlo, puesto que la especulación de las obras de arte está al margen de los valores históricos y artísticos de las mismas.
Sin embargo, sí me parece sorprendente el hecho de que el canal de televisión estadounidense Fox News al dar la noticia de la venta de la obra de Pablo Picasso la censuraran difuminando los pechos no solo de la mujer que aparece en primer plano sino también los de aquella muy pequeña y difícil de reconocer a primera vista que se encuentra en el fondo de la escena.
El puritanismo de un sector de la población estadounidense raya en la ‘catetada’ o en lo patológico; una población que rinde culto a la violencia y que no pone ninguna pega de que esas cadenas estén saturadas de películas a cuál más agresiva. Todo ello ligado directamente a la venta libre de armas, que pueden adquirirse a partir de la mayoría de edad, simplemente presentando el carné de identidad.
Como dato a tener en cuenta, conviene apuntar que en Estados Unidos hay más tiendas de ventas de armas que gasolineras. Así les va y así se entienden las masacres que de vez en cuando se producen en ese país.
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Quizás, para resolver ese puritanismo que tienen con respecto al sexo, se me ha ocurrido la idea de que en un intercambio de obras de arte para ser exhibidas en los museos se les pueda enviar La maja desnuda de nuestro genial Goya, para que supieran que en España hasta los escolares de Primaria pueden verla reproducida en algún texto de Historia del Arte sin que lleguen a escandalizarse.
De todos modos, conviene que se les remita en cristales blindados, no vaya a ser que un furibundo defensor de la moral y en un ataque de celo puritano nos la vaya a rasgar o a echarle un bote de pintura encima y nos quedemos sin uno de nuestros cuadros emblemáticos que cuelga en el Museo del Prado y que es contemplado por miles y miles de turistas al cabo del año, quizás pensando para sí: “¡Hay qué ver lo bien que se lo pasaban las españolas en la época de Goya!”.
Pues bien, para que entendamos a qué me refiero con el título de esta entrega, comienzo por algo que se convirtió en noticia recientemente y que divulgaron gran parte de los medios de comunicación de nuestro país: la venta del cuadro, supuestamente, más caro hasta ahora en las subastas de arte. Para ello, tomo textualmente un fragmento de lo que se decía en uno de los periódicos que recogieron la noticia:
“En una sala llena con muchas manos en alto, el cuadro de Pablo Picasso Las mujeres de Argel, pintado en 1955, fue rematado anoche en Christie’s de Nueva York por 179,3 millones de dólares. Es el valor más alto pagado en la historia de las subastas por una obra de arte y deja atrás el récord anterior logrado en 2013 por Retrato de Lucien Freud, un tríptico de Francis Bacon rematado en 142 millones de dólares”.
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Por razones personales y profesionales, siempre leo las noticias relacionadas con el mundo del arte, y no es que esté pendiente o me interesen mucho las abultadas cifras que se pagan por los lienzos de los grandes pintores que desembolsan los especuladores, ya que a ellos les da igual sus valores estéticos; su interés radica en que pueden multiplicar en poco tiempo el dinero que han invertido.
Me llama la atención, por otro lado, que el arte sea noticia cuando se alcanzan cifras astronómicas por la venta de un cuadro o de alguna escultura en cualquiera de las dos renombradas casas de subastas como son Christie’s o Sotheby’s.
En esto se parecen en gran medida a los fichajes multimillonarios de las rutilantes estrellas de fútbol, que nos dejan con la boca abierta y con la duda de si esos jugadores, llámense Cristiano, Messi, Bale o Neymar, por ejemplo, se merecen esas cifras mareantes por sus habilidades con el balón.
Por otro lado, esto de los récords en las cifras que se alcanzan en las subastas de cuadros de los grandes nombres de la pintura no acaba de entenderlo, ya que hace unos años publiqué un artículo titulado Arte, capitalismo y especulación en el que mostraba una pequeña radiografía del mundo del arte a partir de la venta del cuadro que, en de febrero de 2012, se había hecho de Los jugadores de cartas del pintor francés Paul Cézanne.
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Por entonces, los medios de comunicación nos informaban que había sido comprado por 250 millones de dólares (191,6 millones de euros en aquellos momentos) por la familia real de Qatar al magnate griego Yorgos Embiricos, con el intento de hacer de Doha, capital de ese pequeño Estado, en “la capital mundial del arte”, según repetían esos medios, a modo de eco de la publicidad que se marca este país.
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Es el cuadro de Cézanne el que se vendió a mayor precio o Las mujeres de Argel de Picasso la que batió los récords de venta? ¿Son los 179,3 millones pagados por el lienzo de Picasso más que los 250 que esos señores medievales que se bañan en petróleo desembolsaron por el de Paul Cézanne?
De todos modos, no voy yo a ser el que entre en averiguarlo, puesto que la especulación de las obras de arte está al margen de los valores históricos y artísticos de las mismas.
Sin embargo, sí me parece sorprendente el hecho de que el canal de televisión estadounidense Fox News al dar la noticia de la venta de la obra de Pablo Picasso la censuraran difuminando los pechos no solo de la mujer que aparece en primer plano sino también los de aquella muy pequeña y difícil de reconocer a primera vista que se encuentra en el fondo de la escena.
El puritanismo de un sector de la población estadounidense raya en la ‘catetada’ o en lo patológico; una población que rinde culto a la violencia y que no pone ninguna pega de que esas cadenas estén saturadas de películas a cuál más agresiva. Todo ello ligado directamente a la venta libre de armas, que pueden adquirirse a partir de la mayoría de edad, simplemente presentando el carné de identidad.
Como dato a tener en cuenta, conviene apuntar que en Estados Unidos hay más tiendas de ventas de armas que gasolineras. Así les va y así se entienden las masacres que de vez en cuando se producen en ese país.
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Quizás, para resolver ese puritanismo que tienen con respecto al sexo, se me ha ocurrido la idea de que en un intercambio de obras de arte para ser exhibidas en los museos se les pueda enviar La maja desnuda de nuestro genial Goya, para que supieran que en España hasta los escolares de Primaria pueden verla reproducida en algún texto de Historia del Arte sin que lleguen a escandalizarse.
De todos modos, conviene que se les remita en cristales blindados, no vaya a ser que un furibundo defensor de la moral y en un ataque de celo puritano nos la vaya a rasgar o a echarle un bote de pintura encima y nos quedemos sin uno de nuestros cuadros emblemáticos que cuelga en el Museo del Prado y que es contemplado por miles y miles de turistas al cabo del año, quizás pensando para sí: “¡Hay qué ver lo bien que se lo pasaban las españolas en la época de Goya!”.
AURELIANO SÁINZ