Los estados de ánimo de España están más revueltos que el tiempo, que ya es sabido desde siempre, y ahora más, que está loco. Así que los pobrecitos encuestadores ya no saben qué hacer para no caer en el ridículo, conscientes de que lo que publican mañana puede ser al revés mismamente y que si en vez de andar preguntando al personal consultan al pastor de las cabañuelas o a uno que descifra el futuro en las vísceras de las ocas pues a lo mejor les salía más rentable y hasta acertaban algo más.
Porque aquí un día parece que se hunde el mundo y al siguiente nos echamos a la carretera y acabamos con las existencias de “pescaíto” en toda la costa; un día Rajoy está otra vez “muerto-matao”, que le llevan dando la extremaunción desde el 2004, hasta tenían ya epitafio y lápida en 2008 y ahora de nuevo andan encargando el mármol. Pero al otro resulta que quien se va por el desagüe es Monedero y los de Podemos, que hace tres programas de agitprop iban ya a asaltar los cielos, y ahora andan cuesta abajo y sin frenos.
Si este fuera un país normal –pero en eso, y tras decenios de profesión, no tengo esperanza alguna–, hoy estaríamos dedicados a valorar, antes que nada y sobre todas las cosas, la inaudita circunstancia de que las previsiones económicas, en absoluto fantasiosas y sí hasta prudentes, apuntan a un crecimiento de un 2,9 por ciento del PIB, cuando hace un verbo estábamos en recesión pura y dura.
Que este primer trimestre ya hemos marcado un 0,9 por ciento y que todo indica que la previsión de reducir el paro en mas de 600.000 a lo largo del año puede hasta quedarse corta y que los datos de abril van a ser realmente buenos, como ya fueron los de marzo.
Que la exportación va como un tiro, la balanza de pagos inauditamente a favor, el consumo repuntando, que compramos ya pisos y coches y que la confianza aumenta, eso ya no lo niega ni Pedro Sánchez, aunque junto con los sindicatos ya tendrán la monserga preparada para la semana que viene de que todo es mentira y que, en realidad, vamos muy mal pero no nos damos cuenta.
En Europa, en Estados Unidos y en China piensan otra cosa. Se sorprenden de lo que hemos conseguido después de haber estado en el despeñadero y de haber caído a una sima de donde no parecía que fuéramos a poder salir. ¿Se acuerdan ustedes de aquello de "¡rescate, rescate!" y de lo de la “prima” de la que ahora ninguno de los 300 profetas económicos y periodísticos del Apocalipsis quiere acordarse?
En España somos muy olvidadizos y, además, con una característica añadida: pensamos mucho, pero sobre nosotros y lo nuestro, más de lo que jamás han pensado hasta nuestros peores enemigos. Mentes preclaras de Europa e, incluso alguna propia, han coincidido en señalar la indestructibilidad de España, ya que ni siquiera el empeño de los españoles durante milenios lo ha conseguido.
Pero es que no somos normales ni para lo bueno, que si nos ponemos, nos sobramos, nos bastamos y nos pasamos, ni para lo malo. En fin, que somos como somos. Y además, es que nos hacen. Porque la economía sí que se está enderezando, pero que en los juzgados y en las cárceles haya más personajes y próceres de la patria que en la ópera (cierto que aquí a la ópera van pocos), en los más mundiales consejos de administración, en gobiernos varios o en el palco del fútbol o en la barrera de Las Ventas o de La Maestranza es algo que contribuye mucho a que estemos revirados.
Porque el trinque que no cesa los hace ir de un sitio a otro sin solución de continuidad y sin anestesia. Y nos tiene a todos más que hastiados. Porque no puede un país estar dando arcadas durante un año y otro año.
En cualquier caso, sí se está abriendo paso la idea de que a mejor estamos yendo. Y una que le viene derivada. Que no es cuestión de tirarlo todo por la borda, volar el manantial y meter fuego en los establos. Que una cosa es limpiar y otra socarrarlo. Que aunque ahora digan que eso no, que no era para tanto, que son en realidad como los hippies de las florecillas, es lo que algunos decían. Y siguen pensando, pero por lo bajini.
Lo cual les ha metido en un problema porque, por un lado, el personal no se cree el acorderamiento y, por el otro, los suyos, como el tal Monedero, se cabrean porque se están quedando ya no en agua de borrajas, sino en gaseosa. Claro que, además, el líder de las esencias era también el que más parecía tener que ver con los “cuartos”. Que todavía no se ha explicado pero que nada si la pasta, los 425.000 por hacer nada, fueron para su particular “saca” o para la común, como antes los más de 4 milloncejos de aquello del CEPS, que eran los mismos con las mismas, pero no se llamaban Podemos.
A lo que hemos asistido en lo que dura un microfonazo ha sido a la eclosión no de la libélula podemita sino de una moscarda y un moscardoneo que es preludio de una descomposición que no se quería ver venir pero que ya estaba viniendo desde que en Andalucía supieron para lo que iban y quedaban. Y estaban en la cresta de la ola entonces.
Asistiré yo, no diré que no un algo regocijado, al espectáculo que ya, y por fortuna, tiene cada vez más pinta de sainete que de tragedia y que puede terminar en esperpento. Ayer ya el Mesías Iglesias se nos destapó con un aria en falsete de tan meliflua mendacidad que el calificativo de "cursi" –pero cursi, cursi– se le queda muy corto.
Y es que cuando antes de tener un concejal siquiera ya vas de presidente del Gobierno y luego resulta que antes de empezar ni a tocar poder uno de los triunviros se dé a la fuga con tocata, es para preocuparse. Ellos. Porque deshecho el triunvirato lo siguiente es que César se carga a Pompeyo. Pero a los demás, pues bien y hasta más tranquilos.
Porque si algo se ha descontado ya es que aquí no hay Grecia y que puede haber esto o lo otro, pero que populismo y otras berzas no van a estar en el menú esencial de la cocina política. Que habrá su vinagre pero para aliñar, no para cargarse la ensalada.
Y es que a lo mejor los españoles, algo normales sí somos y hasta puestos a pensar, nos lo pensamos. O sea, que el que veamos que las cosas empiecen a ponerse algo más llevaderas a lo mejor es lo que lleva a andarnos con más cuidado en no meternos en delirios de Jauja para todos y mieles universales que acaban siendo hieles y quebrantos. Que de esos ya llevamos y estamos pasando bastantes.
Porque aquí un día parece que se hunde el mundo y al siguiente nos echamos a la carretera y acabamos con las existencias de “pescaíto” en toda la costa; un día Rajoy está otra vez “muerto-matao”, que le llevan dando la extremaunción desde el 2004, hasta tenían ya epitafio y lápida en 2008 y ahora de nuevo andan encargando el mármol. Pero al otro resulta que quien se va por el desagüe es Monedero y los de Podemos, que hace tres programas de agitprop iban ya a asaltar los cielos, y ahora andan cuesta abajo y sin frenos.
Si este fuera un país normal –pero en eso, y tras decenios de profesión, no tengo esperanza alguna–, hoy estaríamos dedicados a valorar, antes que nada y sobre todas las cosas, la inaudita circunstancia de que las previsiones económicas, en absoluto fantasiosas y sí hasta prudentes, apuntan a un crecimiento de un 2,9 por ciento del PIB, cuando hace un verbo estábamos en recesión pura y dura.
Que este primer trimestre ya hemos marcado un 0,9 por ciento y que todo indica que la previsión de reducir el paro en mas de 600.000 a lo largo del año puede hasta quedarse corta y que los datos de abril van a ser realmente buenos, como ya fueron los de marzo.
Que la exportación va como un tiro, la balanza de pagos inauditamente a favor, el consumo repuntando, que compramos ya pisos y coches y que la confianza aumenta, eso ya no lo niega ni Pedro Sánchez, aunque junto con los sindicatos ya tendrán la monserga preparada para la semana que viene de que todo es mentira y que, en realidad, vamos muy mal pero no nos damos cuenta.
En Europa, en Estados Unidos y en China piensan otra cosa. Se sorprenden de lo que hemos conseguido después de haber estado en el despeñadero y de haber caído a una sima de donde no parecía que fuéramos a poder salir. ¿Se acuerdan ustedes de aquello de "¡rescate, rescate!" y de lo de la “prima” de la que ahora ninguno de los 300 profetas económicos y periodísticos del Apocalipsis quiere acordarse?
En España somos muy olvidadizos y, además, con una característica añadida: pensamos mucho, pero sobre nosotros y lo nuestro, más de lo que jamás han pensado hasta nuestros peores enemigos. Mentes preclaras de Europa e, incluso alguna propia, han coincidido en señalar la indestructibilidad de España, ya que ni siquiera el empeño de los españoles durante milenios lo ha conseguido.
Pero es que no somos normales ni para lo bueno, que si nos ponemos, nos sobramos, nos bastamos y nos pasamos, ni para lo malo. En fin, que somos como somos. Y además, es que nos hacen. Porque la economía sí que se está enderezando, pero que en los juzgados y en las cárceles haya más personajes y próceres de la patria que en la ópera (cierto que aquí a la ópera van pocos), en los más mundiales consejos de administración, en gobiernos varios o en el palco del fútbol o en la barrera de Las Ventas o de La Maestranza es algo que contribuye mucho a que estemos revirados.
Porque el trinque que no cesa los hace ir de un sitio a otro sin solución de continuidad y sin anestesia. Y nos tiene a todos más que hastiados. Porque no puede un país estar dando arcadas durante un año y otro año.
En cualquier caso, sí se está abriendo paso la idea de que a mejor estamos yendo. Y una que le viene derivada. Que no es cuestión de tirarlo todo por la borda, volar el manantial y meter fuego en los establos. Que una cosa es limpiar y otra socarrarlo. Que aunque ahora digan que eso no, que no era para tanto, que son en realidad como los hippies de las florecillas, es lo que algunos decían. Y siguen pensando, pero por lo bajini.
Lo cual les ha metido en un problema porque, por un lado, el personal no se cree el acorderamiento y, por el otro, los suyos, como el tal Monedero, se cabrean porque se están quedando ya no en agua de borrajas, sino en gaseosa. Claro que, además, el líder de las esencias era también el que más parecía tener que ver con los “cuartos”. Que todavía no se ha explicado pero que nada si la pasta, los 425.000 por hacer nada, fueron para su particular “saca” o para la común, como antes los más de 4 milloncejos de aquello del CEPS, que eran los mismos con las mismas, pero no se llamaban Podemos.
A lo que hemos asistido en lo que dura un microfonazo ha sido a la eclosión no de la libélula podemita sino de una moscarda y un moscardoneo que es preludio de una descomposición que no se quería ver venir pero que ya estaba viniendo desde que en Andalucía supieron para lo que iban y quedaban. Y estaban en la cresta de la ola entonces.
Asistiré yo, no diré que no un algo regocijado, al espectáculo que ya, y por fortuna, tiene cada vez más pinta de sainete que de tragedia y que puede terminar en esperpento. Ayer ya el Mesías Iglesias se nos destapó con un aria en falsete de tan meliflua mendacidad que el calificativo de "cursi" –pero cursi, cursi– se le queda muy corto.
Y es que cuando antes de tener un concejal siquiera ya vas de presidente del Gobierno y luego resulta que antes de empezar ni a tocar poder uno de los triunviros se dé a la fuga con tocata, es para preocuparse. Ellos. Porque deshecho el triunvirato lo siguiente es que César se carga a Pompeyo. Pero a los demás, pues bien y hasta más tranquilos.
Porque si algo se ha descontado ya es que aquí no hay Grecia y que puede haber esto o lo otro, pero que populismo y otras berzas no van a estar en el menú esencial de la cocina política. Que habrá su vinagre pero para aliñar, no para cargarse la ensalada.
Y es que a lo mejor los españoles, algo normales sí somos y hasta puestos a pensar, nos lo pensamos. O sea, que el que veamos que las cosas empiecen a ponerse algo más llevaderas a lo mejor es lo que lleva a andarnos con más cuidado en no meternos en delirios de Jauja para todos y mieles universales que acaban siendo hieles y quebrantos. Que de esos ya llevamos y estamos pasando bastantes.
ANTONIO PÉREZ HENARES