Acabo de ver la nueva vestimenta que va a utilizar el Barcelona, el equipo de mis colores favoritos, e inmediatamente me pongo a pensar: ante el poder del petróleo se inclinan todos los poderosos de la Tierra: desde el presidente Barack Obama hasta mi admirado Xavi Hernández, que es uno de los mejores jugadores españoles de las dos últimas décadas, sin olvidarme de Casillas, de Raúl, de Iniesta, de Puyol...
Pero el fútbol es más que un deporte: ahora es un inmenso negocio con proyección globalizadora, o lo que es lo mismo, un espectáculo que lo siguen desde los niños de cualquier lejano país y que llevan las camisetas del Barça o del Madrid, hasta los habitantes de las arenas del desierto, con chilabas y turbantes, esos que hace unas décadas descubrieron que eran inmensamente ricos cuando supieron que sus tierras, o las aguas que colindan con ellas, contenían enormes capas de petróleo.
Y todos sabemos que el petróleo es como la sangre que baña las venas de los mercados financieros del capitalismo global que circula casi a la velocidad de la luz para extraer plusvalías lo más rápidamente posible.
Pues bien, aunque parezca un tanto extraño, estas reflexiones han acudido inmediatamente a mi cabeza nada más ver la nueva camiseta que portarán los míticos jugadores del Barcelona a partir de la temporada que viene.
Me imagino que más de uno pensará que me estoy metiendo en camisas de once varas al unir el deporte rey, los mercados financiero y el petróleo con la futura vestimenta del Barça.
Bueno, vayamos por partes. Para los que el fútbol les trae al pairo o los enemigos del club culé (que hay muchos) o los que todavía no han leído a Javier Marías, a Mario Benedetti, a Manuel Vázquez Montalbán, o los que creen que el fútbol es cosa de fanáticos y analfabetos, (algo así como el opio del pueblo), con el fin de que estén bien informados, les presento a las estrellas que aparecen en la fotografía: Luis Suárez, Neymar da Silva, Andrés Iniesta, Lionel Messi y Gerard Piqué.
Cinco mitos de nuestro tiempo que orgullosos muestran, en tamaño pequeño y en la izquierda, el logotipo de Nike y, a la derecha, el escudo del club.
Debajo, y de manera muy destacada, aparece Qatar Airways. Es decir, que los grandes héroes de muchos niños (y no tan niños) tienen en sus pechos el nombre de uno de esos pequeños países de la península arábiga y del que conviene hablar un poco del mismo.
Pero antes quisiera detenerme en algo que muchos habrán comprobado: la camiseta del Barcelona que portan tiene los colores tradicionales del equipo, pero las bandas han pasado de ser verticales a horizontales. Un cambio sustancial en la imagen de la vestimenta.
¿Y por qué se hace este cambio? Podemos apuntar un par de razones. Por un lado, la venta de camisetas se ha convertido en uno de los grandes negocios relacionados con los clubes, especialmente los que dominan el panorama del fútbol, por lo que hay que ofrecer, de vez en cuando, cambios como si fuera una moda a la que hay que estar atentos hacia los nuevos modelos.
Pero hay otra razón que quizás algunos no sepan: al poner las franjas en horizontal, el logotipo QATAR Airways se destaca mucho más que en la camiseta tradicional. Esto es una concesión a los reyes del petróleo que se están apoderando de los grandes equipos europeos.
Veamos. Los Emiratos Árabes se promocionan a través de Emirates Airlines que portan en sus pechos, por ejemplo, los jugadores del Real Madrid o del Paris Saint Germain (PSG). Más aún, el mítico estadio del Arsenal en la actualidad de llama Emirates Stadium.
Ante el petróleo transformado en dólares, como he apuntado, se inclinan los poderosos; sin embargo, estos miran hacia otro lado cuando organizaciones de derechos humanos, caso de Amnistía Internacional, denuncian las graves violaciones que se cometen en estos países.
Quisiera poner un ejemplo. Hace unos días recibí un correo desde Doha, la capital de Qatar, en la que me explican las condiciones semifeudales a las que se ven sometidos los trabajadores del sudeste asiático que trabajan a marchas forzadas para construir los estadios en los que se celebrarán el Mundial de Fútbol del 2022 en Qatar.
Me añade, que durante la estancia ha tenido noticias de una ejecución pública en una plaza pública con decapitación con sable del condenado. ¡Todo un gran espectáculo que los afamados entrenadores y jugadores que no quieren saber nada, puesto que allí van a ganar un pastón antes de volver!
Podría alargarme, pero no lo creo necesario. En estos días se ha destapado el escándalo de corrupción en la que dirigentes de la FIFA se han visto implicados, ya que presionaron para que el Mundial de 2018 fuera a Rusia y el del 2022, como he apuntado, hacia Qatar. Ya veremos en qué queda.
Mientras tanto, en la foto anterior vemos la imagen futurista de Doha, construida en un país semidesértico, pero que el petróleo en pocas décadas ha logrado transformar las arenas del desierto en una especie de parque temático de ciencia-ficción para que los muy ricos disfruten en sus hoteles de cinco estrellas sin salir de esos entornos en los que todo es puro cartón-piedra, pues la verdadera realidad, la cruel realidad, es la que se da a unos cientos de metros de los que ellos se encuentran.
Para finalizar, tras una larga charla sobre este tema, un amigo me hizo la siguiente pregunta: “¿Crees que en el futuro el nombre del Camp Nou pasará a ser Qatar Stadium?”. La respuesta que le di fue muy escueta: “No lo sé”.
Pero el fútbol es más que un deporte: ahora es un inmenso negocio con proyección globalizadora, o lo que es lo mismo, un espectáculo que lo siguen desde los niños de cualquier lejano país y que llevan las camisetas del Barça o del Madrid, hasta los habitantes de las arenas del desierto, con chilabas y turbantes, esos que hace unas décadas descubrieron que eran inmensamente ricos cuando supieron que sus tierras, o las aguas que colindan con ellas, contenían enormes capas de petróleo.
Y todos sabemos que el petróleo es como la sangre que baña las venas de los mercados financieros del capitalismo global que circula casi a la velocidad de la luz para extraer plusvalías lo más rápidamente posible.
Pues bien, aunque parezca un tanto extraño, estas reflexiones han acudido inmediatamente a mi cabeza nada más ver la nueva camiseta que portarán los míticos jugadores del Barcelona a partir de la temporada que viene.
Me imagino que más de uno pensará que me estoy metiendo en camisas de once varas al unir el deporte rey, los mercados financiero y el petróleo con la futura vestimenta del Barça.
Bueno, vayamos por partes. Para los que el fútbol les trae al pairo o los enemigos del club culé (que hay muchos) o los que todavía no han leído a Javier Marías, a Mario Benedetti, a Manuel Vázquez Montalbán, o los que creen que el fútbol es cosa de fanáticos y analfabetos, (algo así como el opio del pueblo), con el fin de que estén bien informados, les presento a las estrellas que aparecen en la fotografía: Luis Suárez, Neymar da Silva, Andrés Iniesta, Lionel Messi y Gerard Piqué.
Cinco mitos de nuestro tiempo que orgullosos muestran, en tamaño pequeño y en la izquierda, el logotipo de Nike y, a la derecha, el escudo del club.
Debajo, y de manera muy destacada, aparece Qatar Airways. Es decir, que los grandes héroes de muchos niños (y no tan niños) tienen en sus pechos el nombre de uno de esos pequeños países de la península arábiga y del que conviene hablar un poco del mismo.
Pero antes quisiera detenerme en algo que muchos habrán comprobado: la camiseta del Barcelona que portan tiene los colores tradicionales del equipo, pero las bandas han pasado de ser verticales a horizontales. Un cambio sustancial en la imagen de la vestimenta.
¿Y por qué se hace este cambio? Podemos apuntar un par de razones. Por un lado, la venta de camisetas se ha convertido en uno de los grandes negocios relacionados con los clubes, especialmente los que dominan el panorama del fútbol, por lo que hay que ofrecer, de vez en cuando, cambios como si fuera una moda a la que hay que estar atentos hacia los nuevos modelos.
Pero hay otra razón que quizás algunos no sepan: al poner las franjas en horizontal, el logotipo QATAR Airways se destaca mucho más que en la camiseta tradicional. Esto es una concesión a los reyes del petróleo que se están apoderando de los grandes equipos europeos.
Veamos. Los Emiratos Árabes se promocionan a través de Emirates Airlines que portan en sus pechos, por ejemplo, los jugadores del Real Madrid o del Paris Saint Germain (PSG). Más aún, el mítico estadio del Arsenal en la actualidad de llama Emirates Stadium.
Ante el petróleo transformado en dólares, como he apuntado, se inclinan los poderosos; sin embargo, estos miran hacia otro lado cuando organizaciones de derechos humanos, caso de Amnistía Internacional, denuncian las graves violaciones que se cometen en estos países.
Quisiera poner un ejemplo. Hace unos días recibí un correo desde Doha, la capital de Qatar, en la que me explican las condiciones semifeudales a las que se ven sometidos los trabajadores del sudeste asiático que trabajan a marchas forzadas para construir los estadios en los que se celebrarán el Mundial de Fútbol del 2022 en Qatar.
Me añade, que durante la estancia ha tenido noticias de una ejecución pública en una plaza pública con decapitación con sable del condenado. ¡Todo un gran espectáculo que los afamados entrenadores y jugadores que no quieren saber nada, puesto que allí van a ganar un pastón antes de volver!
Podría alargarme, pero no lo creo necesario. En estos días se ha destapado el escándalo de corrupción en la que dirigentes de la FIFA se han visto implicados, ya que presionaron para que el Mundial de 2018 fuera a Rusia y el del 2022, como he apuntado, hacia Qatar. Ya veremos en qué queda.
Mientras tanto, en la foto anterior vemos la imagen futurista de Doha, construida en un país semidesértico, pero que el petróleo en pocas décadas ha logrado transformar las arenas del desierto en una especie de parque temático de ciencia-ficción para que los muy ricos disfruten en sus hoteles de cinco estrellas sin salir de esos entornos en los que todo es puro cartón-piedra, pues la verdadera realidad, la cruel realidad, es la que se da a unos cientos de metros de los que ellos se encuentran.
Para finalizar, tras una larga charla sobre este tema, un amigo me hizo la siguiente pregunta: “¿Crees que en el futuro el nombre del Camp Nou pasará a ser Qatar Stadium?”. La respuesta que le di fue muy escueta: “No lo sé”.
AURELIANO SÁINZ