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Custodia compartida

Los cambios sociales que se van produciendo en nuestro país con respecto a las separaciones y divorcios de los padres los he ido apreciando con el paso del tiempo en los dibujos de los niños y niñas. Es lo que sucede con el afianzamiento cada vez mayor de la custodia compartida en las sentencias judiciales, que los pequeños la han reflejado en sus trabajos de manera espontánea.



Pero antes de abordar este tema, y los aspectos beneficiosos que se producen en los hijos si se comparan con la custodia asignada a uno de los miembros de la pareja, quisiera puntualizar, para aquellos que lo desconozcan, que no es lo mismo custodia compartida que patria potestad, pues esto último, si exceptuamos situaciones excepcionales, la responsabilidad de la educación, la manutención y los deberes comunes para con los hijos es algo que continúan bajo el padre y la madre, independientemente de que estén juntos o separados.

Hasta hace unos pocos años, lo más frecuente es que en caso de separación o divorcio la custodia de los hijos fuera asignada por el juez a la madre. Así, hasta 2008, el 86% de las sentencias judiciales se pronunciaron de tal modo que se concedía la custodia a la madre; solo el 4,3% para el padre y el 9,7% fueron custodias compartidas. Como puede comprobarse, de manera abrumadora eran las madres la que recibían la custodia de los hijos.

En la actualidad, hay una mayor tendencia en las parejas que deciden separarse o divorciarse hacia la custodia compartida. Los datos del año 2013, último del que se han dado cifras, el 17,9% de esas parejas se acogió a esta opción, lo que supone casi el doble que cinco años atrás.

Soy consciente que también la solución de la custodia compartida conlleva dificultades que hay que afrontar y, más aún, en la situación de crisis actual que para algunas parejas se les presenta como una decisión bastante problemática, tal como veremos al final del trabajo.

Dado que llevo tiempo escribiendo acerca del tema de la separación de los padres y las consecuencias que tienen en el campo emocional de los hijos, quisiera apuntar que era habitual que cuando la custodia cayera sobre uno de ellos (habitualmente la madre), el otro progenitor acabara siendo inconscientemente culpabilizado de la situación por parte de los hijos, de modo que quedaba fuera o expulsado de sus campos emocionales y simbólicos.

Esto los marcaba profundamente, al tiempo que era una tremenda injusticia para muchos padres que, a priori, podían querer tanto a los hijos como las madres.

Así, por ejemplo, en el artículo El padre como culpable incorporaba dibujos de chicos y chicas que no dibujaban al padre en las escenas que plasmaban para representar a sus familias. Era una expresión evidente de que al padre se le “expulsaba” de sus mentes y de sus corazones, por decirlo en palabras fáciles de entender.

Este problema, que se generaba de modo amplio cuando la custodia se daba a uno de los progenitores y el otro veía a sus hijos cada cierto tiempo estipulado, se transforma en algo más favorable emocionalmente cuando se lleva adelante la custodia compartida.

La solución gráfica que niños y niñas suelen emplear en estos casos es la de la división de la lámina en dos partes iguales por una línea vertical, de modo que el autor o la autora del dibujo se representa en dos escenarios distintos, en los que aparece, en un caso, con el padre y, en el otro, con la madre.

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Es lo que vemos en este dibujo de Marina, una niña de 6 años cuyos padres se separaron y tomaron la decisión de que la custodia fuera compartida: un tiempo determinado estaba con su madre y el otro con su padre.

La niña de modo espontáneo dividió la hoja con una raya vertical en la mitad de la misma, de manera que en la izquierda se trazó de perfil junto a su mamá que le entrega un libro; en el lado derecho camina cogida de la mano de un padre sonriente. Con ello, la pequeña no excluye de su mundo emocional y simbólico a ninguno de sus progenitores, sino que entiende que su vida la desarrolla en dos escenarios diferenciados.

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Hay casos en los que uno de los miembros de la pareja, tras la separación, acude de nuevo al domicilio de sus padres, sea de manera transitoria o de forma más permanente. Esta situación es la que refleja Lucía, una niña de 7 años, cuyos padres optaron, tras tomar la decisión de divorciarse, por la custodia compartida.

Así, en la izquierda de la lámina, la autora aparece en la parte superior y, debajo de ella, su padre, su abuela materna y su hermano; en el lado derecho se encuentra con su madre, también con su hermano y la mascota que hay en la casa materna.

En los dos escenarios, los personajes aparecen tranquilos y sonrientes, sin que los conflictos derivados de la separación entre el padre y la madre interfieran en ellos, puesto que se encuentran en dos ambientes diferenciados.

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Llama la atención el dibujo de Tomás, un niño de 8 años, por la ingenuidad con la que ha representado las figuras, ya que podrían corresponder a edades inferiores a la suya. De todos modos, lo más llamativo es la igualdad de los dos escenarios que ha plasmado de modo totalmente espontáneo.

En la izquierda, se encuentra con su madre y su hermano más pequeño que él jugando al balón, al tiempo que en el cielo aparecen el sol y un pájaro volando. En la derecha traza un escenario muy similar en el que incorpora a sus dos primas y a su padre. Vemos, pues, que el padre y la madre se encuentran emocionalmente presentes en el pequeño autor, sin que uno tenga mayor peso que el otro dentro de sus sentimientos.

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Entiendo que la decisión de la custodia compartida, tal como se ha expresado en los dibujos anteriores, no es fácil de llevar en la situación de crisis en que vivimos y que afecta con enorme dureza en muchos sectores sociales que comprueban que contar con un trabajo que les haga vivir con cierta dignidad se hace cada vez más difícil.

Y al decir con dignidad también me refiero a vivirla en situaciones que tiempo atrás no creían que pudieran suceder. El derecho a un trabajo y a una vivienda digna acaba convirtiéndose, no en un derecho de todos, sino en un lujo solo al alcance de algunos.

Pues bien, se dan circunstancias como la que nos presenta Rocío, una niña de 10 años, cuyos padres se han separado, decidiendo que la custodia fuera compartida, pero se encuentran con la paradoja de que continúan viviendo en la misma casa porque carecen de recursos para afrontar una nueva vida con espacios diferenciados para ellos.

Uno puede entender lo difícil que es la vida cotidiana de dos personas que ya no se entienden y que han decido finalmente separarse; sin embargo, tienen que estar juntos porque les faltan medios para afrontar una nueva existencia.

No obstante, la autora del dibujo ha trazado a cada miembro de la familia en un espacio distinto: a su padre en la cocina, a ella con su madre en el salón de la casa y a su hermano en su dormitorio, de modo que los presenta en zonas diferenciadas de la misma vivienda, como si cada uno de ellos viviera en su propio mundo.

Para cerrar, quisiera indicar, tal como he apuntado al principio, que cada vez son más los dibujos que me encuentro de niños o niñas cuyos padres han acordado, tras la decisión de separarse, la custodia compartida como la menos dramática de las soluciones; una opción mucho más equitativa que aquella otra que consiste en otorgársela a uno de los miembros de la pareja rota. Y, como puede comprobarse, hijos e hijas no se ven tan afectados en sus desarrollos emocionales, lo que es una clara ventaja para ellos.

AURELIANO SÁINZ
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