Pablo Iglesias no va a ganar las elecciones. Ni siquiera va a ser segunda fuerza, ni va a arrebatar al PSOE la hegemonía de la izquierda. Es más, resulta también azaroso pronosticar que entre ambos logren mayoría absoluta de escaños para un gobierno. Pero esa no es, por más que se pretenda poner en ella foco, la cuestión esencial. El problema es pues, y cada día más evidente, el PSOE de Pedro Sanchez.
ZPedro está no solo decidido y dispuesto sino ilusionado y alborozado con la posibilidad de gobernar con quien sea, con todos lo que sean precisos, sin importarle cómo sean y sin detenerse ni por un instante en ver más allá que su entrada en la Moncloa ni en el precio que por ello se pague –ni aunque en ese precio vaya España, la España democratica y constitucional y el futuro de los españoles, en almoneda–.
Pedro Sánchez no era percibido de inicio, aunque era casi imposible conocerlo dada su bisoñez y falta de relevancia –sus dos entradas al Parlamento se han producido por corrimientos en las listas– excepto por sus incursiones tertulianas que le disgusta que le recuerden, como alguien tendente a radicalismos ni extremismos. Ni siquiera hoy. Tampoco.
No lo es pero sí que ha demostrado con velocidad inusitada que el no serlo no le impide el pactar con todos ellos y hacer gala del más procaz oportunismo político, abjurar de sus promesas de no hacer lo que se lanzó a hacer de inmediato sin un parpadeo y supeditar cualquier principio o interés de Estado a la consecución del poder y a expulsar del mismo al Partido Popular, al que relata como un partido que debiera ser, si no exterminado, sí sometido a algún tipo de destierro en las tinieblas exteriores.
Así ha pactado con todos, con los Podemitas a cuyos brazos acudió entregado y genuflexo, y ahí sigue, con IU, con las Mareas, con separatistas de toda condición territorio y pelaje, desde ERC a BNG, pasando por Compromis, los diferentes isleños, y dando la vuelta al arco hasta hacerlo cuando los otros se avinieron con Ciudadanos, el vergonzante caso toledano y hasta con el neofalangista –lo de "neo" es sarcasmo– Revilla y con cualquiera que sea preciso o haga falta.
Por pactar, hasta con Bildu, pues a tal se habían avenido en Vitoria con el PNV, y aunque roto in extremis, se perpetró el atropello, y en esas mismas andan por Navarra con Geroa Bai de Uxue Barkos, que entrega a los filoetarras el mando de la Policía Foral y los ZPedros se abstienen para abrir puertas de diálogo.
Estos antecedentes, este preludio ya orquestado y consumado, es la verdadera cuestión de las generales. Un ZPedro dispuesto a ese pacto –no a dos ni a tres ni siquiera cinco ni a seis, sino hasta una docena–: Podemos, IU, Mareas, BNG, ERC, Geroa, Compromis, MES, CDC, CC, PNV y cualquier Revilla que aparezca. Y hasta Amaiur-Bildu, de quien dirían que no quieren sus votos, pero que si les votan ellos qué van a hacer.
Todos contra. Pero no solo contra un partido. Mucho peor. Con un inmenso y trascendental calado: contra la Constitución y contra España. Porque todos ellos quieren a ZPedro en la Moncloa, porque ven en el la puerta para desbordar y desguazar la Nacion, su convivencia y sus leyes. ¿O es que alguien de los aliados –dejémosnos de cinismos y mentiras– pretende otra cosa que hacer añicos el pacto constitucional y reducir el acuerdo a puros escombros?
¿Es que supone ZPedro que Mas, Junqueras por un lado, los independentistas gallegos y ya no digamos los vascos, o los Podemitas del derecho de autodeterminación de cualquier trozo dejando en él sin palabra, y expropiando sus derechos al resto y conjunto de España, quieren una “reforma” de la Constitución del 78? Lo que pretenden es simple y llanamente arrasarla. Bien claro lo gritan. Unos desde el nacionalismo, la separación, los otros desde el antisistema, el “cambio de régimen”.
Hay algo más y no es mejor. Algunos bienpenseantes suponen que sectores del PSOE se plantarían ante semejante desvarío. Ni lo sueñen. No rechistaría ninguno y menos que ninguno Susana Díaz. Porque no lo han hecho ya en el ensayo, porque el poder es el poder y es ya, no lo primero, sino que parece ser el único fin de la política. Aunque ZPedro, aceptando tal enjuague, sería alguien en la debilidad más extrema. Pero es precisamente eso es lo que ansían, a ello es a lo que se encomiendan, a que sea su marioneta y su instrumento.
Ese es, y no otro, el riesgo definitivo que tras el traumático 27-S que vamos a vivir con Cataluña, que afrontaremos a finales de año. Exactamente ese. Otra cosa bien diferente es que el PSOE fuera la lista más votada o que pudiera hacer mayoría suficiente con Ciudadanos o, hasta si se apura, con Podemos. Eso sería cosa muy democráticamente diferente. La que señalo como peor, pero resulta que más imposible hipótesis es esa otra derivada de una ordalía de antiperdedores. O sea, exactamente igual que en las municipales. Y verán cómo ZPedro se niega a comprometer que no gobernará si no es, al menos, la lista más votada. Y aunque lo comprometiera.
ZPedro está no solo decidido y dispuesto sino ilusionado y alborozado con la posibilidad de gobernar con quien sea, con todos lo que sean precisos, sin importarle cómo sean y sin detenerse ni por un instante en ver más allá que su entrada en la Moncloa ni en el precio que por ello se pague –ni aunque en ese precio vaya España, la España democratica y constitucional y el futuro de los españoles, en almoneda–.
Pedro Sánchez no era percibido de inicio, aunque era casi imposible conocerlo dada su bisoñez y falta de relevancia –sus dos entradas al Parlamento se han producido por corrimientos en las listas– excepto por sus incursiones tertulianas que le disgusta que le recuerden, como alguien tendente a radicalismos ni extremismos. Ni siquiera hoy. Tampoco.
No lo es pero sí que ha demostrado con velocidad inusitada que el no serlo no le impide el pactar con todos ellos y hacer gala del más procaz oportunismo político, abjurar de sus promesas de no hacer lo que se lanzó a hacer de inmediato sin un parpadeo y supeditar cualquier principio o interés de Estado a la consecución del poder y a expulsar del mismo al Partido Popular, al que relata como un partido que debiera ser, si no exterminado, sí sometido a algún tipo de destierro en las tinieblas exteriores.
Así ha pactado con todos, con los Podemitas a cuyos brazos acudió entregado y genuflexo, y ahí sigue, con IU, con las Mareas, con separatistas de toda condición territorio y pelaje, desde ERC a BNG, pasando por Compromis, los diferentes isleños, y dando la vuelta al arco hasta hacerlo cuando los otros se avinieron con Ciudadanos, el vergonzante caso toledano y hasta con el neofalangista –lo de "neo" es sarcasmo– Revilla y con cualquiera que sea preciso o haga falta.
Por pactar, hasta con Bildu, pues a tal se habían avenido en Vitoria con el PNV, y aunque roto in extremis, se perpetró el atropello, y en esas mismas andan por Navarra con Geroa Bai de Uxue Barkos, que entrega a los filoetarras el mando de la Policía Foral y los ZPedros se abstienen para abrir puertas de diálogo.
Estos antecedentes, este preludio ya orquestado y consumado, es la verdadera cuestión de las generales. Un ZPedro dispuesto a ese pacto –no a dos ni a tres ni siquiera cinco ni a seis, sino hasta una docena–: Podemos, IU, Mareas, BNG, ERC, Geroa, Compromis, MES, CDC, CC, PNV y cualquier Revilla que aparezca. Y hasta Amaiur-Bildu, de quien dirían que no quieren sus votos, pero que si les votan ellos qué van a hacer.
Todos contra. Pero no solo contra un partido. Mucho peor. Con un inmenso y trascendental calado: contra la Constitución y contra España. Porque todos ellos quieren a ZPedro en la Moncloa, porque ven en el la puerta para desbordar y desguazar la Nacion, su convivencia y sus leyes. ¿O es que alguien de los aliados –dejémosnos de cinismos y mentiras– pretende otra cosa que hacer añicos el pacto constitucional y reducir el acuerdo a puros escombros?
¿Es que supone ZPedro que Mas, Junqueras por un lado, los independentistas gallegos y ya no digamos los vascos, o los Podemitas del derecho de autodeterminación de cualquier trozo dejando en él sin palabra, y expropiando sus derechos al resto y conjunto de España, quieren una “reforma” de la Constitución del 78? Lo que pretenden es simple y llanamente arrasarla. Bien claro lo gritan. Unos desde el nacionalismo, la separación, los otros desde el antisistema, el “cambio de régimen”.
Hay algo más y no es mejor. Algunos bienpenseantes suponen que sectores del PSOE se plantarían ante semejante desvarío. Ni lo sueñen. No rechistaría ninguno y menos que ninguno Susana Díaz. Porque no lo han hecho ya en el ensayo, porque el poder es el poder y es ya, no lo primero, sino que parece ser el único fin de la política. Aunque ZPedro, aceptando tal enjuague, sería alguien en la debilidad más extrema. Pero es precisamente eso es lo que ansían, a ello es a lo que se encomiendan, a que sea su marioneta y su instrumento.
Ese es, y no otro, el riesgo definitivo que tras el traumático 27-S que vamos a vivir con Cataluña, que afrontaremos a finales de año. Exactamente ese. Otra cosa bien diferente es que el PSOE fuera la lista más votada o que pudiera hacer mayoría suficiente con Ciudadanos o, hasta si se apura, con Podemos. Eso sería cosa muy democráticamente diferente. La que señalo como peor, pero resulta que más imposible hipótesis es esa otra derivada de una ordalía de antiperdedores. O sea, exactamente igual que en las municipales. Y verán cómo ZPedro se niega a comprometer que no gobernará si no es, al menos, la lista más votada. Y aunque lo comprometiera.
CHANI PÉREZ HENARES