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Las calores griegas

Este verano ha sido muy malo para los huertos. Ha sido más difícil sacar un tomate que un político responda con claridad a lo que se le pregunta. Aquellas calores, porque llegaron a esa dimensión popular, cuando no tocaba y venía la flor, dejaron muy perjudicadas las hortalizas. Y lo dicho, excepciones hay, claro, y quien milagrosamente alardea de sacarlos a cubos, mal año de huertos, de tomates, de pepinos, de pimientos, de lechugas, de calabacines y de todo. Yo reconozco que me ha ido peor que a los griegos con Tsipras o que a Tsipras con su propio partido.



Las calores fueron precísamente por entonces. Varufakis era el héroe de nuestros asaltacielos que acababan de descolgarse sobre ayuntamientos y comunidades. Sobre todo de ellas, que lo convirtieron en algo así como el sex-simbol motero de la izquierda arrasadora. He sido testigo de desmayos intelectuales, y de los otros, ante su chupa negra y su cabeza marfileña.

Tsypras era la cara más sonriente y amable de la moneda. Pero se suponía que eran broncíneos, roca viva, pueblo unido jamás será vencido contra el resto del mundo, sobre todo la Europa pagana –en todos los sentidos lo de “pagana”–; un enemigo vil, avariento (con el judío Shylock –nuestra izquierda siempre con el antisemitismo a cuestas– la oí comparar en las tertulias), feroz y asaltacunas con la Merkel como la gran madrastra del cuento.

Los termómetros estaban que explotaban y reventaron cuando el adalid heleno se fue a las Termópilas de un referéndum para pedir a sus gentes que no aceptaran lo que les pedían los malos y que con la victoria él negociaría y les salvaría de sus garras. Y ganó el referéndum, claro.

Pero una cosa son las calenturas y otra las verdades. Y la verdad era que Grecia no solo no pagaba sus deudas sino que necesitaba para seguir viviendo (o sea, pagando pensiones, sanidad y todo) que se le prestara muchísimo más dinero. Y que eran los insultados, tachados de nazis, inmundos e indecentes, quienes debían prestarlos. Todos los europeos.

La verdad cayó sobre Tsipras y este llegó al final de la escapada. La pantomima tocó a su fin y este resultó ser mucho más amargo de lo que antes rechazaba. Porque nadie se fiaba de él, porque nadie podía fiarse después de tanta farsa y tantas traiciones. El líder de Syriza hubo de vender entonces como necesario algo mucho peor de lo que antes rechazaba como inútil y repulsivo.

Un viaje en el que, como daños colaterales, Grecia ha seguido ahondando en su desastre, con corralito incluido, han deshecho lo poco que habían avanzado y ahora han de partir otra vez desde por debajo, muy por debajo de cero, con la recesión y la destrucción de empleo galopando de nuevo.

Y como paradoja final, Tsipras hubo de sacar adelante sus acuerdos con los votos de sus opositores y la enemiga de los más cercanos de su propio partido, entre ellos el aquilineo Varukafis, que le hacía sentadas en el Parlamento. Y los parlamentos europeos hubieron de votar, entre ellos el español, la ingente ayuda y el préstamo al ya te veré, con los votos en contra de los más encendidos partidarios presentes de los populistas helenos. Así vimos al inefable Garzón llamar de todo al Gobierno español por aceptar lo que Tsipras y su Gobierno nos pedían que votáramos.

Tsipras al fin ha dimitido. Pero es otra finta. Convoca elecciones y piensa ganarlas. Y la izquierda española, en un nuevo dilema de los que les quitan el sueño. Su pregunta más trascendental se resume en: "¿Vamos con Tsipras o con los que se han escindido de su partido, los auténticos, los irreductibles?".

Iglesias lo tiene claro. Él con Tsipras, pero contándolo al revés, que fue mentira todo lo que vimos y vivimos y hasta lo que él mismo proclamaba. Su olfato le dice que es quien gana. Y en eso, reconozco, coincido. Creo que tras todo este destructivo tumulto que han montado, es muy probable que sigan ganando. Aunque, eso sí, el líder ultraizquierdista griego haya hecho exactamente lo contrario de la proclama con la que ganó en las pasadas elecciones. No importa nada. El poder es lo único importante, el único camino.

¿Y en España?. Pues puede que pase algo muy parecido. Oigan ustedes a Zapatero redivivo que pronostica triunfos para 15 o 20 años. Porque es el zapaterismo rampante el que vuelve envuelto en ZPedro, al igual que él se envuelve en la bandera para pactar luego con cuanto separatista se ponga a tiro.

Y tiene ZP razones para la euforia. Aquí la única memoria que nos persigue y atenaza es la de una guerra de hace 80 años. De las otras memorias, hasta la de su propio gobierno y sus catástrofes, aquí no se acuerda nadie. Ya puestos, que ZPedro lo nombre ministro portavoz de su próximo Gobierno y que Bono vuelva a Defensa. ¡Viva Grecia! Yo solo advierto que las calenturas no dan tomates.

ANTONIO PÉREZ HENARES
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