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Insultos e insultillos con longanizas

El libro Inventario de insultos hace una amplia e interesante ristra de -ajos (“sufijo que permite formar sustantivos y adjetivos con valor entre despectivo y diminutivo”, sic RAE), con un sinfín de términos referidos a los estúpidos (necios, faltos de inteligencia, en el más amplio sentido de la palabra) que pululan por doquier y superan con creces la producción total de ajos que se puedan enristrar en todo el término de Montalbán.



Decir "tonto" se ha convertido en un sonsonete habitual que lo soltamos sin ton ni son y al que no otorgamos más importancia. Sin embargo, dependiendo del énfasis que le demos o del calificativo que añadamos a dicho vocablo o a sus múltiples variantes, se volverá más o menos ofensivo. Ni que decir tiene que dicha palabra puede ser una ofensa grave.

En cualquier idioma hay un quintal de vocablos con referencia al atontado. La gravedad de este insulto (insultillo o insultazo) depende de quién lo dice, a quién y sobre todo en qué tono se dice para que realmente sea vejatorio. Una cuestión queda patente y es que los simplones abundan. El refranero es contundente cuando nos dice que “cada lunes y cada martes hay tontos en todas partes”.

Gramaticalmente admite una generosa gama de afijos (prefijos, infijos y sufijos) y claro está, geográficamente ofrece un variopinto surtido dentro de nuestro país que van desde el "atontolinao" en zonas de Extremadura, al "tontayu" por Asturias, al "tonteras" o "tontilucio" de Castilla o al "tontorrón" en Andalucía. La lista geográfica es más larga.

Hay que hacer una importante salvedad cuando nos referimos a majaderos, imbéciles, memos, alelados, estúpidos. Quizás el refrán nos ilustre al respeto cuando dice “dame pan y llámame tonto”. Quiero decir que hay sandios de nacimiento y otros muchos que se hacen los turulatos, como el bobo de Coria que tiene poco de lelo y mucho de astuto y aprovechado, ya que siempre está a las que cae.

Como ejemplo podríamos aducir, además del ya conocido Abundio, al tonto del bote o a Perico el de los palotes. Son los más populares y, según descubro por distintas fuentes, parece ser que tenían la costumbre de llevar uvas de postre cuando iban a vendimiar. Entre col y col, lechuga y por eso también aparece una famosa tonta que más adelante hablaremos de ella.

La provincia de Salamanca encierra bellos rincones como Ciudad Rodrigo, La Alberca o Béjar. No me olvido de la preciosa atalaya de La Peña de Francia, dentro de la sierra del mismo nombre. Francia está algo lejos de aquí pero así se llama la sierra. Pueblos llenos de encanto y de historia que se reparten por estos parajes de dehesa. Referencia que vale para enmarcar lo que viene a continuación.

De todos es bien conocido el dicho “atar los perros con longaniza”. ¿Saben qué significa y de dónde viene tal expresión? Formulada en positivo hace referencia a abundancia, a que sobra de todo, que hay para dar y vender. Pero si decimos que en tal o cual sitio no “atan los perros con longanizas” estamos intentando desengañar al personal, que le han “vendido la burra”, de una supuesta sobreabundancia, de un paraíso repleto de todo lo que se quiera.

Habría que decir que “no es oro todo lo que reluce”. La película Vente a Alemania, Pepe puede darnos algunos brochazos explicativos del espejismo que supuso emigrar buscando algo mejor, pero por desgracia, los perros no se atan con longaniza en ningún sitio. Ejemplos que lo corroboren, tenemos a porrillo.

¿Qué saben de la tonta de Candelario? Candelario, precioso pueblo salmantino cercano a Béjar, es el escenario y origen del dicho en cuestión. La historia parece ser que se refiere a una operaria de una chacinería (suena muy ampuloso decir "fábrica de embutidos") que, al no tener una soga a mano para amarrar a su perro, lo ata a la pata de un banco con una apetitosa ristra de longanizas.

Da la casualidad que entró un muchacho al obrador y su sorpresa fue mayúscula al ver tan suculenta cuerda y cómo se la zampa el animal que después pone pies en polvorosa. El bulo de la abundancia de género se propaga rápido. Indudablemente queda claro que a la chica le faltaba un hervor. Y así nace la leyenda de la tonta de Candelario.

La historia acaece a principios del siglo XIX y está documentada. Actualmente Candelario, declarado conjunto histórico-artístico, ofrece al visitante en el Museo Etnográfico una recreación de la casa chacinera y cómo sería entre finales del siglo XIX y principios del XX. Por cierto, el embutido de la zona, que es muy bueno, hace más apetecible un viaje por aquellos pagos.

PEPE CANTILLO
FOTOGRAFÍA: DAVID CANTILLO
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