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Aureliano Sáinz | Miedo al futuro

A lo largo de los años, y antes de comenzar en clase el estudio de la familia a través del dibujo, suelo proyectar a los alumnos algunos dibujos que previamente he seleccionado para que, tras darles los datos de la edad y el género del autor o autora de los mismos, los interpreten de modo espontáneo, incidiendo, especialmente, en aquellos aspectos que les llaman la atención.



A medida que avanzamos en el debate, y tras las interrogantes que les voy abriendo, se sienten cada vez más intrigados ante las preguntas que les realizo. Paso a paso, comienzan a entender el interés que tienen los dibujos libres sobre aquellos temas en los que los escolares se encuentran más involucrados, como es el caso de la familia, puesto que todos los seres humanos comenzamos a formarnos psicológica y emocionalmente dentro de los grupos familiares a los que pertenecemos.

Una vez que les aclaro el significado del dibujo, en algunas ocasiones, suelen hacerme la siguiente pregunta: “¿Y cómo se sabe con seguridad que la interpretación que nos da de este dibujo es totalmente correcta?”. Entonces, les suelo aclarar que en el ámbito de las ciencias humanas no se pueden afirmar con total seguridad las cosas; no obstante, hay explicaciones bastante fiables a partir del conocimiento obtenido por la experiencia acumulada a través del trabajo llevado a lo largo de los años.

Esta es la razón por la que sobre el dibujo libre, que aparte de su componente artística es un lenguaje con el que podemos comunicar nuestros sentimientos más íntimos, no pueden darse recetas para que cualquiera pudiera realizar una sencilla interpretación sobre un determinado dibujo. Al igual que aprender a leer y escribir conlleva tiempo, en el campo del análisis de los dibujos se necesita bastante formación teórica y práctica para acceder a los significados últimos.

El avance que se ha producido dentro de este campo se ha generado de modo inductivo, es decir, partiendo de la práctica, observando y dialogando con los autores de los dibujos, se logran ciertos criterios estables que servirán de base para los futuros análisis de otros trabajos con características similares a las ya conocidas.

Para que veamos, por tanto, la riqueza del dibujo como lenguaje visual que comunica sentimientos profundos (incluso muchas veces no conocidos por los propios autores de los dibujos), quisiera traer a colación tres dibujos similares de estudiantes de diferentes edades, pertenecientes a los cursos superiores de Educación Primaria, y que fueron realizados en distintos cursos y centros educativos.

Previamente, quisiera indicar que los dibujos seleccionados tienen un rasgo común en las tres escenas representadas: cada uno entregó la lámina con la mitad de la derecha en blanco, como si el trabajo estuviera sin acabar; y no era por falta de tiempo, sino porque consideraban que el trabajo ya lo habían terminado de este modo.

¿Y qué significado tienen aquellos dibujos en los que la mitad derecha de la lámina aparece en blanco de manera voluntaria? ¿Es, acaso, por pereza? ¿Saben sus autores, de modo consciente, lo que hay tras ese trabajo “inacabado”?

Cuando, en las clases iniciales, les aporto las respuestas al alumnado de estos y otros dibujos con los que abro el debate, se quedan bastante dubitativos, como si la explicación que les doy hubiera que aceptarla porque soy el profesor, pero que ellos “no lo tienen tan claro”.

En medio de esa incertidumbre, les indico que, provisionalmente, acepten la explicación que les he dado, ya que la comprenderán bien cuando hayamos avanzado y estudiado los trazados de los niños diestros y los de los zurdos, especialmente en lo que se refiere a las direcciones dominantes de las manos derecha e izquierda.

Es lo que voy a hacer ahora mostrando y comentando estos dibujos seleccionados, que tienen en común el que sus autores sienten un gran miedo del futuro, de su propio futuro, producto de las situaciones críticas que les ha tocado vivir en edades tan tempranas y que, a la mirada experta, lo plasman en unos hechos significativos dentro de las escenas que plasmaron para representar a sus propias familias.



Comenzamos con el trabajo de un niño, de 10 años, que se encontraba en quinto curso de Primaria en el momento en el que se llevó a cabo la experiencia de plasmar libremente el dibujo de la familia. Cuando, al cabo de tres cuartos de hora, iba a entregar la hoja, un tanto sorprendido, le pregunté si ya estaba terminado, pues todavía quedaba tiempo por si deseaba completar la parte blanca que aparecía en el lado derecho.

Dado que me indicó que ya estaba acabado, más tarde y privadamente, le pregunté al profesor de la clase si tenía alguna información de la situación familiar del chico. Me informó que sus padres estaban en trámites de separación, cuestión que le afectaba mucho, tanto emocionalmente como a su rendimiento académico, que había bajado significativamente.

El comentario dado por el profesor ayudaba a entender la razón de la crisis emocional por la que estaba atravesando el autor del trabajo y que la reflejaba con claridad en la escena que había plasmado. Paso, pues, a argumentar el significado de su dibujo.

De modo habitual, en este tipo de experiencia, y una vez que han finalizado el trabajo, a los participantes se les pide que numeren los miembros de la familia según el orden de aparición.

Así pues, en este caso, comprobamos que el personaje más importante para el propio autor es su padre. Esto queda reforzado con la siguiente figura que le corresponde a él mismo y que se traza cercana a la figura paterna. En tercer lugar, aparece su madre, alejada de ambos, como si la sintiera emocionalmente distanciada y nada que ver con ellos. Por último, traza a su hermano pequeño, el más separado de todos y en actitud un tanto solitaria.

Pero lo más significativo de la escena es el hecho de dejar vacía la parte derecha de la hoja. Para mí, su significado es claro: resulta ser la manifestación palpable del vacío y del miedo que siente hacia el futuro, ya que no sabe qué va a suceder en adelante. Por otro lado, y puesto que el suelo verde se acaba bruscamente en el centro de la lámina, a su madre la siente próxima a un precipicio, como si fuera la más insegura y afectada del grupo familiar.



El segundo trabajo corresponde a un alumno de 11 años que se encontraba finalizando Primaria, es decir, en sexto curso. Si observamos la escena que plasmó de su familia, comprobamos que tiene gran similitud con el dibujo anterior, es decir, que realiza todo su trabajo en el lado izquierdo de la lámina, dejando totalmente vacío el derecho.

Según la información recibida, la situación de este chico era más dramática que la del anterior, puesto que su padre había fallecido hacía tres años, es decir, cuando él tenía solamente ocho, y desde entonces su madre se encontraba en tratamiento por depresión.

Comprobamos que, en este caso, el padre ya no aparece en la escena representada. (He de decir que, inicialmente, niños y niñas cuyos padres o madres han fallecido suelen dibujarlos, pues se les hace muy difícil la idea de que ya no estarán nunca con ellos, que es una pérdida definitiva.) De este modo, la soledad se muestra en la escena al aparecer únicamente ellos dos, sin otros familiares que pudieran mostrarles algo de apoyo emocional.

Al igual que el caso anterior, este chico es diestro, por lo que el movimiento natural de la dirección de sus trazados va de izquierda a derecha, coincidiendo con la misma dirección de nuestra escritura. Tengo que apuntar que la dirección natural de los zurdos se lleva a cabo en sentido contrario, de derecha a izquierda, por lo que tienen que adaptarse a una escritura que no concuerda con sus movimientos espontáneos.

Dado que los diestros comenzamos a escribir por la izquierda, la zona izquierda de la lámina representa el pasado (y en ocasiones, el presente); al tiempo que la derecha simboliza el futuro, ya que es la parte que todavía no se ha completado, la que falta por escribir. Esto da lugar a que, simbólicamente, la zona de la derecha represente el futuro. De este modo, es el futuro completamente incierto, vacío, lleno de inseguridad y miedo, que siente el autor de este segundo trabajo.



Cierro este breve recorrido sobre uno de los miedos al futuro que los preadolescentes y adolescentes pueden sentir a partir de experiencias duras, incluso traumáticas, que puedan haber sufrido. Es el caso de tercer trabajo que muestro y que se corresponde con un chico de 13 años, siendo el más dramático de los tres que estudiamos, puesto que su padre falleció años atrás quitándose la vida.

Este hecho terrible afectó fuertemente a su madre que entró en un estado depresivo, sintiendo que no podía hacerse cargo de su hijo, por lo que este tuvo que irse a vivir con sus abuelos, que son los que le cuidaban en el momento de llevar a cabo esta investigación en su clase.

La información familiar, aportada por la profesora de su clase, es de vital importancia para llegar a la comprensión última de los sentimientos más profundos del autor del trabajo que comento.

Como podemos ver, el chico vuelve también a dejar vacío el lado derecho de la lámina. Siente, pues, pánico al futuro, un futuro cargado de incertidumbres y miedos, puesto que solo sus abuelos, especialmente su abuela, ya que fue la primera en ser dibujada, son los que le ofrecen cierta seguridad en un mundo que se le muestra cruel y sin sentido, pues no entiende que quien tenía que darle esa seguridad y confianza en la vida se la hubiera quitado, sin que su propia vida no fuera suficiente para que su padre soportara el trance por el que pasaba.

En el dibujo que realizó, tal como podemos apreciar, aparece junto a sus abuelos, al tiempo que un árbol se interpone entre él y su abuela. Por otro lado, la línea de base, trazada con regla, va de extremo a extremo; de igual modo, el título de “La familia” se muestra centrado. Sin embargo, toda la escena está elaborada en el lado izquierdo, dejando el derecho completamente vacío.

Llama también la atención el trazado del árbol, ya que su tronco, grueso, curvado y robusto, alude a una silueta femenina. Además, en la copa del árbol aparecen trazados varios frutos: cinco de ellos, de color rojo, cargados de vitalidad y otros dos, de color negro, que recuerdan la tristeza y la muerte.

¿Simboliza el tronco del árbol la figura de su madre que se interpone entre él y su abuela? ¿Son los cinco frutos cargados de vida símbolo de ellos cinco antes de la crisis que asomara? ¿Son los dos frutos negros una referencia a la muerte de su padre y al hundimiento psicológico de su madre? Son interrogantes que me hago, pero para resolver estas dudas hubiera necesitado en su momento haber mantenido una charla personal y detenida con su autor, cosa que por entonces no hice, por lo que ahora son preguntas sin respuestas.

AURELIANO SÁINZ
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