Cierro con este tercer artículo el análisis de las emociones y los sentimientos de los escolares cuando fallece uno de sus progenitores. Comencé con el estudio del fallecimiento paterno; posteriormente, abordé la importancia que tienen los abuelos y abuelas en el apoyo que pueden ofrecer a los más pequeños en situaciones tan dramáticas; y finalizo con este trabajo a partir de una selección de dibujos recogidos en el ámbito escolar.
Todo lo que indiqué de modo genérico en las dos entregas anteriores se puede aplicar a este tercer caso. De todos modos, hay que reconocer que el fallecimiento de la madre supone un dolor añadido, dado que las madres han sido y son el soporte emocional de la familia, aunque, paso a paso, el hombre como padre va asumiendo también esta faceta de atenciones y cariño que, tiempo atrás, parecía exclusivamente femenina.
Por otro lado, tengo que apuntar que los dibujos o respuestas gráficas de los escolares ante los problemas que pueden vivir son muy diversas, por lo que lo razonable es que veamos algunos casos de niños y niñas de distintas edades que perdieron a su madre para que entendamos cómo plasman la familia en esas circunstancias y el significado que puede extraerse de las escenas que han realizado.
Cuando son muy pequeños, hasta los dos años, aproximadamente, la ausencia por fallecimiento de un padre o una madre no se suele interiorizar como una pérdida emocional, puesto que la memoria a largo plazo en estas edades no incorpora ninguna imagen vivenciada que les sirva de recuerdo en edades posteriores.
Hemos de tener en cuenta que las imágenes y los recuerdos más lejanos de nuestra infancia llegan hasta los cuatro años y, en casos excepcionales, a los tres años, coincidiendo con el momento en el que dejan de trazar garabatos y pasan a realizar figuras, aunque sea en la modalidad de lo que los investigadores en el arte infantil denominamos como “renacuajos”.
Sirve como ejemplo de la falta de recuerdo de la imagen materna la ilustración de portada de este artículo, dibujo que se debe a una chica que tenía 11 años cuando lo realizó en la clase. Según nos indicó la profesora, su madre había fallecido en accidente de tráfico cuando solo contaba con dos años, es decir, una edad en la que no puede evocar mental y emocionalmente a su madre ahora que es una preadolescente. Esta es la razón por la que no la representa dentro del dibujo de la familia, ya que no tiene imágenes productos de vivencias archivadas en su mente, a pesar de las fotografías que posteriormente haya visto de ella.
Como puede apreciarse, solo aparecen sus abuelos paternos, su padre y ella misma, siendo la figura del abuelo la más grande de las cuatro, ya que lo considera como el más relevante y con mayor autoridad dentro del grupo familiar. Por otro lado, vemos que su abuela y su abuelo son los dos primeros en ser dibujados, lo que es indicio del apoyo moral y emocional que les han ofrecido tanto a ella como a su padre en esta dura situación.
Hemos de tener en cuenta que su padre, ante la situación tan dramática de la pérdida de su mujer en un accidente, optó por irse a vivir con sus padres, para que le ayudaran a sobrellevar este trance tan duro, al tiempo que pudieran colaborar en el cuidado de la niña. Y es que un hecho tan imprevisto conmociona duramente, pues, a diferencia de una enfermedad grave que, en cierto modo prepara para la pérdida, un accidente de carretera supone una ruptura tajante en la propia vida y en las de quienes rodean a la persona fallecida.
A diferencia de la muerte por accidente, como la que hemos indicado, en ocasiones, el fallecimiento acaba siendo el resultado de una travesía de dolor, tras haber sobrellevado una larga y penosa enfermedad. Es lo que le aconteció a la madre de la niña del dibujo precedente. La autora, que contaba con 6 años en el momento de realizarlo, sabía que su madre padecía de cáncer, por lo que, de algún modo, plasmó la situación de soledad, angustia e inseguridad en la que se encontraban tanto ella como su hermana. Tristemente, a los pocos días de realizar el dibujo en la clase su madre falleció.
A pesar de que su padre y su madre intentaban alejarlas del entorno de tristeza y dolor en el que ambos estaban inmersos, lo cierto es que, inevitablemente, a sus hijas les alcanzaba el ambiente de pesar que se respiraba en la casa. Esto la niña, autora del dibujo, lo expresa en la escena creada, ya que se representa en una montaña junto a su hermana y, en otra próxima y separada, a su padre y a su madre, como si vivieran en dos mundos distintos.
Las cuatro figuras son muy pequeñas, como si todos tuvieran poca importancia. Además, a su padre y a su madre los dibuja sobre unas líneas puntiagudas, que, aunque representan la naturaleza, connotan inseguridad y dolor, pues se apoyan sobre formas punzantes, reflejo del padecimiento que la pequeña observaba en ellos.
Una situación parecida a la descrita es la que vivió la autora del dibujo que acabamos de ver, una niña de 5 años que dibujó a su familia al poco de fallecer su madre. De igual modo, fue su propia maestra la que nos explicó la situación por la que atravesaba la pequeña.
En este caso, fue su abuela la que asumió la responsabilidad de cuidarlas, tanto a ella como a su hermana, ya que a su padre lo veía poco por razones de trabajo, según nos apuntó la profesora de la clase. Esta situación da lugar a que dibuje, en primer lugar, a su abuela, como el personaje más significativo para ella. En segundo lugar, a sí misma, de un tamaño muy grande, si la comparamos con el resto de las figuras. Su madre en tercer lugar; siguiéndole su hermana mayor. Acaba con la figura del padre, pues, tal como he indicado, el contacto con sus hijas es escaso.
Lógicamente, una niña tan pequeña no puede interiorizar emocionalmente, de ningún modo, que su madre ha fallecido y desaparecido para no volver nunca más. Esto escapa a su comprensión, por lo que lo más probable es que durante algunos años la siga dibujando, hasta que, a pesar del dolor, interiorice que ya no está con ellos, que se ha ido para siempre.
Para que entendamos lo que he explicado anteriormente, referido a que la imagen de la madre fallecida continúa presente durante algunos años en los dibujos de niños y niñas, traigo el realizado por una niña de 8 años, que se encontraba en tercer curso de Primaria, y que, tras perder a su madre, vive con su padre y sus abuelos.
Como podemos ver en la escena que realizó de su familia, la autora se representa la primera del grupo. Le sigue su madre, que aparece como si todavía la tuviera a su lado y, de algún modo, contara con ella. Continúa con su padre, expresando con ello la unión que emocionalmente existe entre su padre y su madre.
Cierra el grupo familiar con su abuela y su abuelo, que, como estamos viendo en estos artículos, son dos grandes figuras de apoyo en situaciones tan duras y dramáticas. Como detalle de la escena, tengo que apuntar que el trazado de una parte del edificio es manifestación de que todos viven juntos en el mismo piso.
Tal como apuntaba al principio del trabajo, cada niño o niña expresa la pérdida de un familiar directo desde su propia situación, desde su propia perspectiva emocional, aunque, lógicamente, ellos no son conscientes de lo que manifiestan en sus dibujos, pues son sentimientos profundos que no comprenden el alcance que tienen.
Así, en el caso de esta niña que cuenta también 8 años, inicialmente, se representó a sí misma y, tras ella, únicamente, al padre. No obstante, comenzó a trazar la figura de su madre, pero dudó un poco y acabó borrándola. Sin embargo, en el lado derecho dibuja un par de montañas nevadas en sus cumbres, al tiempo que, en medio de los picos, una nube va descargando copos de nieve. Esto simbólicamente expresa la frialdad que siente ante la pérdida de la madre, ya que la pareja que formaba con su padre se ha transformado en una realidad en la que la soledad y la ausencia de calor están presentes.
Cierro este breve recorrido por los dibujos de escolares que perdieron a su madre con el de un chico de 10 años que se encontraba en quinto curso de Primaria. Por la información recibida, la madre había fallecido recientemente, lo que da lugar a que no aparezca representada en la lámina.
Llama la atención su bajo nivel gráfico, puesto que el esquema que utiliza para las tres figuras se corresponde con la de un niño de 5 años, y, a pesar de que la Educación Artística está muy relegada en el campo educativo, tengo que apuntar que el dibujo de los escolares evoluciona independientemente de que se trabaje poco en el aula. Puedo imaginar que su atraso no solo sea dentro de Plástica, sino que se corresponda con un nivel general y que afecta a otros aprendizajes.
Desde el punto de vista emocional, las tres figuras –hermano, padre y él mismo– se encuentran separadas, sin contacto entre ellas, expresando el aislamiento y la soledad que se refleja en el dibujo. Por otro lado, no incorpora ninguna otra figura o elemento, reforzando con ello el sentimiento de desconexión con el mundo que le rodea.
De este modo, podemos comprobar que en los dos últimos dibujos que hemos visto no aparece ningún abuelo o abuela, que son un gran apoyo emocional para que los pequeños puedan superar situaciones tan dramáticas como es la pérdida de la madre.
Todo lo que indiqué de modo genérico en las dos entregas anteriores se puede aplicar a este tercer caso. De todos modos, hay que reconocer que el fallecimiento de la madre supone un dolor añadido, dado que las madres han sido y son el soporte emocional de la familia, aunque, paso a paso, el hombre como padre va asumiendo también esta faceta de atenciones y cariño que, tiempo atrás, parecía exclusivamente femenina.
Por otro lado, tengo que apuntar que los dibujos o respuestas gráficas de los escolares ante los problemas que pueden vivir son muy diversas, por lo que lo razonable es que veamos algunos casos de niños y niñas de distintas edades que perdieron a su madre para que entendamos cómo plasman la familia en esas circunstancias y el significado que puede extraerse de las escenas que han realizado.
Cuando son muy pequeños, hasta los dos años, aproximadamente, la ausencia por fallecimiento de un padre o una madre no se suele interiorizar como una pérdida emocional, puesto que la memoria a largo plazo en estas edades no incorpora ninguna imagen vivenciada que les sirva de recuerdo en edades posteriores.
Hemos de tener en cuenta que las imágenes y los recuerdos más lejanos de nuestra infancia llegan hasta los cuatro años y, en casos excepcionales, a los tres años, coincidiendo con el momento en el que dejan de trazar garabatos y pasan a realizar figuras, aunque sea en la modalidad de lo que los investigadores en el arte infantil denominamos como “renacuajos”.
Sirve como ejemplo de la falta de recuerdo de la imagen materna la ilustración de portada de este artículo, dibujo que se debe a una chica que tenía 11 años cuando lo realizó en la clase. Según nos indicó la profesora, su madre había fallecido en accidente de tráfico cuando solo contaba con dos años, es decir, una edad en la que no puede evocar mental y emocionalmente a su madre ahora que es una preadolescente. Esta es la razón por la que no la representa dentro del dibujo de la familia, ya que no tiene imágenes productos de vivencias archivadas en su mente, a pesar de las fotografías que posteriormente haya visto de ella.
Como puede apreciarse, solo aparecen sus abuelos paternos, su padre y ella misma, siendo la figura del abuelo la más grande de las cuatro, ya que lo considera como el más relevante y con mayor autoridad dentro del grupo familiar. Por otro lado, vemos que su abuela y su abuelo son los dos primeros en ser dibujados, lo que es indicio del apoyo moral y emocional que les han ofrecido tanto a ella como a su padre en esta dura situación.
Hemos de tener en cuenta que su padre, ante la situación tan dramática de la pérdida de su mujer en un accidente, optó por irse a vivir con sus padres, para que le ayudaran a sobrellevar este trance tan duro, al tiempo que pudieran colaborar en el cuidado de la niña. Y es que un hecho tan imprevisto conmociona duramente, pues, a diferencia de una enfermedad grave que, en cierto modo prepara para la pérdida, un accidente de carretera supone una ruptura tajante en la propia vida y en las de quienes rodean a la persona fallecida.
A diferencia de la muerte por accidente, como la que hemos indicado, en ocasiones, el fallecimiento acaba siendo el resultado de una travesía de dolor, tras haber sobrellevado una larga y penosa enfermedad. Es lo que le aconteció a la madre de la niña del dibujo precedente. La autora, que contaba con 6 años en el momento de realizarlo, sabía que su madre padecía de cáncer, por lo que, de algún modo, plasmó la situación de soledad, angustia e inseguridad en la que se encontraban tanto ella como su hermana. Tristemente, a los pocos días de realizar el dibujo en la clase su madre falleció.
A pesar de que su padre y su madre intentaban alejarlas del entorno de tristeza y dolor en el que ambos estaban inmersos, lo cierto es que, inevitablemente, a sus hijas les alcanzaba el ambiente de pesar que se respiraba en la casa. Esto la niña, autora del dibujo, lo expresa en la escena creada, ya que se representa en una montaña junto a su hermana y, en otra próxima y separada, a su padre y a su madre, como si vivieran en dos mundos distintos.
Las cuatro figuras son muy pequeñas, como si todos tuvieran poca importancia. Además, a su padre y a su madre los dibuja sobre unas líneas puntiagudas, que, aunque representan la naturaleza, connotan inseguridad y dolor, pues se apoyan sobre formas punzantes, reflejo del padecimiento que la pequeña observaba en ellos.
Una situación parecida a la descrita es la que vivió la autora del dibujo que acabamos de ver, una niña de 5 años que dibujó a su familia al poco de fallecer su madre. De igual modo, fue su propia maestra la que nos explicó la situación por la que atravesaba la pequeña.
En este caso, fue su abuela la que asumió la responsabilidad de cuidarlas, tanto a ella como a su hermana, ya que a su padre lo veía poco por razones de trabajo, según nos apuntó la profesora de la clase. Esta situación da lugar a que dibuje, en primer lugar, a su abuela, como el personaje más significativo para ella. En segundo lugar, a sí misma, de un tamaño muy grande, si la comparamos con el resto de las figuras. Su madre en tercer lugar; siguiéndole su hermana mayor. Acaba con la figura del padre, pues, tal como he indicado, el contacto con sus hijas es escaso.
Lógicamente, una niña tan pequeña no puede interiorizar emocionalmente, de ningún modo, que su madre ha fallecido y desaparecido para no volver nunca más. Esto escapa a su comprensión, por lo que lo más probable es que durante algunos años la siga dibujando, hasta que, a pesar del dolor, interiorice que ya no está con ellos, que se ha ido para siempre.
Para que entendamos lo que he explicado anteriormente, referido a que la imagen de la madre fallecida continúa presente durante algunos años en los dibujos de niños y niñas, traigo el realizado por una niña de 8 años, que se encontraba en tercer curso de Primaria, y que, tras perder a su madre, vive con su padre y sus abuelos.
Como podemos ver en la escena que realizó de su familia, la autora se representa la primera del grupo. Le sigue su madre, que aparece como si todavía la tuviera a su lado y, de algún modo, contara con ella. Continúa con su padre, expresando con ello la unión que emocionalmente existe entre su padre y su madre.
Cierra el grupo familiar con su abuela y su abuelo, que, como estamos viendo en estos artículos, son dos grandes figuras de apoyo en situaciones tan duras y dramáticas. Como detalle de la escena, tengo que apuntar que el trazado de una parte del edificio es manifestación de que todos viven juntos en el mismo piso.
Tal como apuntaba al principio del trabajo, cada niño o niña expresa la pérdida de un familiar directo desde su propia situación, desde su propia perspectiva emocional, aunque, lógicamente, ellos no son conscientes de lo que manifiestan en sus dibujos, pues son sentimientos profundos que no comprenden el alcance que tienen.
Así, en el caso de esta niña que cuenta también 8 años, inicialmente, se representó a sí misma y, tras ella, únicamente, al padre. No obstante, comenzó a trazar la figura de su madre, pero dudó un poco y acabó borrándola. Sin embargo, en el lado derecho dibuja un par de montañas nevadas en sus cumbres, al tiempo que, en medio de los picos, una nube va descargando copos de nieve. Esto simbólicamente expresa la frialdad que siente ante la pérdida de la madre, ya que la pareja que formaba con su padre se ha transformado en una realidad en la que la soledad y la ausencia de calor están presentes.
Cierro este breve recorrido por los dibujos de escolares que perdieron a su madre con el de un chico de 10 años que se encontraba en quinto curso de Primaria. Por la información recibida, la madre había fallecido recientemente, lo que da lugar a que no aparezca representada en la lámina.
Llama la atención su bajo nivel gráfico, puesto que el esquema que utiliza para las tres figuras se corresponde con la de un niño de 5 años, y, a pesar de que la Educación Artística está muy relegada en el campo educativo, tengo que apuntar que el dibujo de los escolares evoluciona independientemente de que se trabaje poco en el aula. Puedo imaginar que su atraso no solo sea dentro de Plástica, sino que se corresponda con un nivel general y que afecta a otros aprendizajes.
Desde el punto de vista emocional, las tres figuras –hermano, padre y él mismo– se encuentran separadas, sin contacto entre ellas, expresando el aislamiento y la soledad que se refleja en el dibujo. Por otro lado, no incorpora ninguna otra figura o elemento, reforzando con ello el sentimiento de desconexión con el mundo que le rodea.
De este modo, podemos comprobar que en los dos últimos dibujos que hemos visto no aparece ningún abuelo o abuela, que son un gran apoyo emocional para que los pequeños puedan superar situaciones tan dramáticas como es la pérdida de la madre.
AURELIANO SÁINZ