Hace ya más de una década que se empezaron a plantear campañas (institucionales o privadas) clamando por la erradicación de la violencia sexista. A fecha de hoy parece que no hemos conseguido nada: el mal no desaparece y la violencia está ahí; incluso se tiene la sensación de que ha aumentado en los últimos tiempos.
En lo que llevamos de año, las muertes por violencia machista están próximas al medio centenar según distintas fuentes. Casi medio centenar de mujeres asesinadas no es ni mucho ni poco. Una sola víctima que hubiera ya es una barbaridad.
Sin miedo a equivocarme, creo que las muertes aumentan desde el instante en que la mujer va consiguiendo desprenderse del dominio del macho; desde el momento en que exige mayores cotas de libertad; desde el preciso instante en que es capaz de resistir frente al agresor y oponerse a la arbitrariedad y caprichos de la pareja. Desde el instante en que se atreve a denunciarlo y la ley reconoce, de facto, dicho sometimiento amparándola del agresor, aunque penosamente se quede corta.
Para desgracia de víctimas y gozo de sicarios, el tema no desaparece. Es más, la violencia en general –en la calle, en el deporte, en la escuela...–, parece que aumenta. Al menos, esa es la percepción que se tiene ante una serie de hechos lamentables.
Y en el saco hay que meter a las adolescentes que sufren atosigamiento, amenazas e incluso chantaje por parte de su supuesto “amor”. Si en la relación entre adolescentes ellos y ellas, que juegan a ser mayores y hacen sus pinitos de pareja, se les encadena con el mito del amor, es que algo no funciona.
El posible agresor cacarea ante los amigotes su ligue. A la enamorada le dice “porque te quiero solo para mí, te vigilo, no te dejo ni a sol ni a sombra. Eres mía. ¿Lo entiendes?”. Dicha posesión le lleva al más vil chantaje, puesto que nadie es de nadie.
El vídeo que adjunto es ya viejo, no así su mensaje, que no tiene caducidad. Desgloso brevemente parte de los mensajes que encierra. Una vez mostrados toda una serie de atropellos, en este caso del macho a la hembra, ¡cómo no!, brota la línea del sentido común entre iguales y abre frente, con la contundente advertencia “quítate la venda”. Si te maltrata, no te calles ante la agresividad verbal, física o sexual. Sé realista y recházalo.
¡Quítate la venda! Eso no es amor ¿Qué es el amor? Es felicidad, complacientes miradas, seguridad y estabilidad emocional; confianza y respeto mutuo; entrega desinteresada entre dos personas que se quieren; libertad absoluta para ser una misma. Es una aventura entre dos personas que quieren vivir juntas mientras dure el amor.
Pregunta obligada. ¿Hay más muertes por violencia sexista que antes? Posiblemente sí. Las razones son bastante simples. Aventuro algunas explicaciones. En el caso de la mujer, que es la machacada, en otro tiempo soportaba por “el qué dirán”, por “vergüenza ajena”, situaciones de sometimiento y humillación que una sociedad machista toleraba. ¿Denunciar maltratos? ¿Cuántas veces hemos oído decir que “si le pega el marido será por algo…”? El comentario ya es maligno. La clave está en denunciar, no en tragar.
Socialmente hay que tener muy claro que si el sexismo se aprende, la igualdad también y, por tanto, se trata de desterrar, a la mayor brevedad, dichos comportamientos sexistas porque somos iguales tanto hombres como mujeres y con las mismas obligaciones y los mismos derechos.
El sexismo es la “discriminación de las personas por razón de sexo” (sic). Esta injusticia, mantenida a lo largo del tiempo, perdura, mal que nos pese, en nuestra sociedad. Se trata de reeducarnos desde la familia, la escuela, la sociedad con la ayuda de las leyes. Cambiar no es fácil pero es necesario por higiene mental.
La alternativa es educarnos en la igualdad entendida como “principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones” (sic) y dicha meta está al alcance de todos nosotros. Dejo un vídeo que puede aclararnos los nubarrones que a veces obstruyen nuestro comportamiento en la relación hombre-mujer. Ya está bien de tanta nefasta violencia.
Los síntomas externos de esta violencia son el control de la pareja hasta conseguir aislarla del resto de amistades a la par que se le inocula un fuerte sentimiento de culpa seguido de un continuado chantaje para lo que previamente se le han “robado” fotos comprometedoras y, desde ese trampolín, el acosador inocula en su víctima un fuerte sentimiento de culpa mientras que la va engatusando sibilinamente.
El acoso y el dominio están servidos. Humillaciones, insultos, intimidación constante hacen que, a la más mínima contrariedad, salte la chispa de la bronca que terminará en violencia física, amén de sexual y adornada de un reproche maligno: “es que me sacas de mis casillas, me desafías”.
Hago una referencia al origen de la fecha-recordatorio del maléfico cáncer en el que seguimos inmersos desde tiempos remotos. Dato histórico para situarnos: en la República Dominicana, el 25 de noviembre de 1960 son asesinadas las hermanas Mirabal por orden del dictador Rafael Leónidas Trujillo. A partir de 1981, esta fecha nos recordará cada año que la violencia contra la mujer es una lacra denigrante. Será en Latinoamérica donde se inicie este movimiento que en 1999 será asumido por la ONU.
La agresividad que subyace en toda esta sinrazón no es biológica, es cultural y no es un acto de locura pasajera. Cuando se habla de "agresores" suelen ir los tiros contra hombres que arrastran secuelas y restos de una educación en desigualdad y patrones de dominio del macho sobre la hembra. Pero los jóvenes también entran en este fatídico y luctuoso terreno.
El dominio suele ser en principio emocional y, poco a poco, deriva a verbal, físico y sexual. Justificará su conducta haciéndole creer que le provoca y que se comporta así porque la quiere. La realidad es que acapara y controla.
Todo ese comportamiento es una manifestación de dominio, de celos, humillación, intimidación, insultos constantes que hacen que, a la mínima contrariedad, salte la chispa de la pelea que terminará, en el peor de los casos, en una violencia mortal.
Existe una violencia, un dominio cotidiano que no salta a los medios de comunicación. Es el dominio que el hombre-marido ejerce en el seno familiar en el cual la mujer vive a diario atemorizada, dominada y anulada. Dicha situación aparece narrada de forma magistral en la película Te doy mis ojos.
Quiero finalizar con unas notas de esperanza ¿Qué pasa si pones a un niño frente a una niña y le pides que la maltrate? “Dale una bofetada”. El vídeo es interesante para tomar conciencia, ya desde pequeños, de que la violencia no es salida para nada y está barnizado de la magia de la inocencia.
Empecemos desde abajo educando a esas inocentes personillas que mañana serán adultas. No les dejemos dudas sobre el respeto, el cariño, la amabilidad debida entre niñas y niños. Son personillas maravillosas. Cuidemos de todos ellos.
En lo que llevamos de año, las muertes por violencia machista están próximas al medio centenar según distintas fuentes. Casi medio centenar de mujeres asesinadas no es ni mucho ni poco. Una sola víctima que hubiera ya es una barbaridad.
Sin miedo a equivocarme, creo que las muertes aumentan desde el instante en que la mujer va consiguiendo desprenderse del dominio del macho; desde el momento en que exige mayores cotas de libertad; desde el preciso instante en que es capaz de resistir frente al agresor y oponerse a la arbitrariedad y caprichos de la pareja. Desde el instante en que se atreve a denunciarlo y la ley reconoce, de facto, dicho sometimiento amparándola del agresor, aunque penosamente se quede corta.
Para desgracia de víctimas y gozo de sicarios, el tema no desaparece. Es más, la violencia en general –en la calle, en el deporte, en la escuela...–, parece que aumenta. Al menos, esa es la percepción que se tiene ante una serie de hechos lamentables.
Y en el saco hay que meter a las adolescentes que sufren atosigamiento, amenazas e incluso chantaje por parte de su supuesto “amor”. Si en la relación entre adolescentes ellos y ellas, que juegan a ser mayores y hacen sus pinitos de pareja, se les encadena con el mito del amor, es que algo no funciona.
El posible agresor cacarea ante los amigotes su ligue. A la enamorada le dice “porque te quiero solo para mí, te vigilo, no te dejo ni a sol ni a sombra. Eres mía. ¿Lo entiendes?”. Dicha posesión le lleva al más vil chantaje, puesto que nadie es de nadie.
El vídeo que adjunto es ya viejo, no así su mensaje, que no tiene caducidad. Desgloso brevemente parte de los mensajes que encierra. Una vez mostrados toda una serie de atropellos, en este caso del macho a la hembra, ¡cómo no!, brota la línea del sentido común entre iguales y abre frente, con la contundente advertencia “quítate la venda”. Si te maltrata, no te calles ante la agresividad verbal, física o sexual. Sé realista y recházalo.
¡Quítate la venda! Eso no es amor ¿Qué es el amor? Es felicidad, complacientes miradas, seguridad y estabilidad emocional; confianza y respeto mutuo; entrega desinteresada entre dos personas que se quieren; libertad absoluta para ser una misma. Es una aventura entre dos personas que quieren vivir juntas mientras dure el amor.
Pregunta obligada. ¿Hay más muertes por violencia sexista que antes? Posiblemente sí. Las razones son bastante simples. Aventuro algunas explicaciones. En el caso de la mujer, que es la machacada, en otro tiempo soportaba por “el qué dirán”, por “vergüenza ajena”, situaciones de sometimiento y humillación que una sociedad machista toleraba. ¿Denunciar maltratos? ¿Cuántas veces hemos oído decir que “si le pega el marido será por algo…”? El comentario ya es maligno. La clave está en denunciar, no en tragar.
Socialmente hay que tener muy claro que si el sexismo se aprende, la igualdad también y, por tanto, se trata de desterrar, a la mayor brevedad, dichos comportamientos sexistas porque somos iguales tanto hombres como mujeres y con las mismas obligaciones y los mismos derechos.
El sexismo es la “discriminación de las personas por razón de sexo” (sic). Esta injusticia, mantenida a lo largo del tiempo, perdura, mal que nos pese, en nuestra sociedad. Se trata de reeducarnos desde la familia, la escuela, la sociedad con la ayuda de las leyes. Cambiar no es fácil pero es necesario por higiene mental.
La alternativa es educarnos en la igualdad entendida como “principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones” (sic) y dicha meta está al alcance de todos nosotros. Dejo un vídeo que puede aclararnos los nubarrones que a veces obstruyen nuestro comportamiento en la relación hombre-mujer. Ya está bien de tanta nefasta violencia.
Los síntomas externos de esta violencia son el control de la pareja hasta conseguir aislarla del resto de amistades a la par que se le inocula un fuerte sentimiento de culpa seguido de un continuado chantaje para lo que previamente se le han “robado” fotos comprometedoras y, desde ese trampolín, el acosador inocula en su víctima un fuerte sentimiento de culpa mientras que la va engatusando sibilinamente.
El acoso y el dominio están servidos. Humillaciones, insultos, intimidación constante hacen que, a la más mínima contrariedad, salte la chispa de la bronca que terminará en violencia física, amén de sexual y adornada de un reproche maligno: “es que me sacas de mis casillas, me desafías”.
Hago una referencia al origen de la fecha-recordatorio del maléfico cáncer en el que seguimos inmersos desde tiempos remotos. Dato histórico para situarnos: en la República Dominicana, el 25 de noviembre de 1960 son asesinadas las hermanas Mirabal por orden del dictador Rafael Leónidas Trujillo. A partir de 1981, esta fecha nos recordará cada año que la violencia contra la mujer es una lacra denigrante. Será en Latinoamérica donde se inicie este movimiento que en 1999 será asumido por la ONU.
La agresividad que subyace en toda esta sinrazón no es biológica, es cultural y no es un acto de locura pasajera. Cuando se habla de "agresores" suelen ir los tiros contra hombres que arrastran secuelas y restos de una educación en desigualdad y patrones de dominio del macho sobre la hembra. Pero los jóvenes también entran en este fatídico y luctuoso terreno.
El dominio suele ser en principio emocional y, poco a poco, deriva a verbal, físico y sexual. Justificará su conducta haciéndole creer que le provoca y que se comporta así porque la quiere. La realidad es que acapara y controla.
Todo ese comportamiento es una manifestación de dominio, de celos, humillación, intimidación, insultos constantes que hacen que, a la mínima contrariedad, salte la chispa de la pelea que terminará, en el peor de los casos, en una violencia mortal.
Existe una violencia, un dominio cotidiano que no salta a los medios de comunicación. Es el dominio que el hombre-marido ejerce en el seno familiar en el cual la mujer vive a diario atemorizada, dominada y anulada. Dicha situación aparece narrada de forma magistral en la película Te doy mis ojos.
Quiero finalizar con unas notas de esperanza ¿Qué pasa si pones a un niño frente a una niña y le pides que la maltrate? “Dale una bofetada”. El vídeo es interesante para tomar conciencia, ya desde pequeños, de que la violencia no es salida para nada y está barnizado de la magia de la inocencia.
Empecemos desde abajo educando a esas inocentes personillas que mañana serán adultas. No les dejemos dudas sobre el respeto, el cariño, la amabilidad debida entre niñas y niños. Son personillas maravillosas. Cuidemos de todos ellos.
PEPE CANTILLO