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Buzón del lector | Hubo en Baena una guerra

Baena Digital se hace eco en su Buzón del Lector de las reflexiones de José F. Rodríguez Sillero sobre la Guerra Civil Española a raíz de la exposición Hubo en Baena una guerra. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico exponiendo su queja, comentario, sugerencia o relato. Si quiere, puede acompañar su mensaje de alguna fotografía.



Recientemente ha sido inaugurada bajo este título, Hubo en Baena una guerra, una exposición en la Casa de la Tercia que he tenido el gusto de visitar y a la que recomiendo encarecidamente que nos acerquemos durante el tiempo de vigencia. Sin embargo, aunque con una magnífica puesta en escena de la década de los años 30 del pasado siglo desde el punto de vista etnográfico, esta y otras muchas iniciativas relacionadas con la Guerra Civil Española y la dictadura franquista solo pasan de perfil –ya sea inconscientemente, de forma interesada o solo con el ánimo de contentar a todos–, quedando de esta forma muy lejos de los objetivos y fines de las leyes de memoria histórica y democrática andaluza y estatal. De esta manera, solo se pretende con estas líneas realizar una aportación personal crítica que pueda propiciar el debate en nuestra reflexión ante esta temática.

Buscando las causas de un golpe de estado

Nunca podemos justificar un golpe de estado a una democracia. El segundo párrafo del panel resumen de la citada exposición nos dice:

“Una economía atrasada, con grandes desequilibrios sociales, una oligarquía preocupada solo por sus beneficios y la enconada polarización en dos bandos, la derecha y la izquierda, se toman por las principales causas del conflicto armado.”

Aunque esto sea cierto, y se pueda añadir otras muchas ideas, todas ellas subjetivas, como la ausencia de cultura democrática por parte de la mayoría de los gobernantes republicanos (de izquierda y derecha), con minorías muy radicalizadas que utilizaron la violencia como arma política, nunca el análisis de dichas causas deben, aunque sea por omisión, entre líneas o de forma inconsciente justificar un golpe de estado.

La Segunda República era un sistema democrático, en el que gobernó izquierda y derecha, y que tras una nueva victoria de la izquierda (Frente Popular) hubo un sector del ejército, apoyado por las oligarquías, que prefería defender los intereses particulares frente a los generales, propiciaron un golpe de estado que desembocó durante 3 años en guerra civil y otros casi 40 años de muerte, exilio y sufrimiento durante la dictadura franquista. Nadie en su sano juicio duda que se trató de un golpe de Estado ilegítimo contra un Gobierno legítimo.

Seguro que el teniente coronel Tejero tenía un proyecto para la España de 1981 que le justificaría (para él) su intento de golpe de estado, pero para el resto de los mortales, lo sustancial e importante no serían las causas, sino el hecho y las formas. Un golpe de estado a una democracia nunca es justificable.

El vocabulario 

El vocabulario utilizado para referirnos a los dos bandos es importante. Respecto al bando vencido hay menos problema, se suele denominar mayoritariamente como bando republicano, aunque por las filas contrarias también era conocido como ejército rojo, cuando no solo eran los comunistas quienes defendieron la democracia republicana. Personalmente creo que también podríamos referirnos como bando democrático.

Respecto al bando ganador sí que hay más controversia. Se utiliza mucho, de forma malintencionada o no, la denominación de bando nacional, cuando es una autodenominación excluyente y propagandística del bando ganador, que deberíamos evitar. Nacionales eran todos y, paradójicamente, este bando no tuvo menor ayuda extranjera que el bando republicano. Podemos evitar también, por su acepción peyorativa, las denominaciones de bando faccioso o bando fascista, como se les denominaba desde las filas republicanas.

Sin embargo, con el diccionario en la mano, se puede seguir utilizando faccioso porque, según la RAE, solo es un adjetivo que significa: “Dicho especialmente de un rebelde armado. Que pertenece a una facción por el bando contrario.” Y fascista, porque mostraron una actitud autoritaria y antidemocrática y porque la propia Organización de Naciones Unidas lo condenó en sus primeras resoluciones (12 de diciembre de 1946), donde se declara que «en origen, naturaleza, estructura y conducta general, el régimen de Franco es un régimen de carácter fascista, establecido en gran parte gracias a la ayuda recibida de la Alemania nazi de Hitler y de la Italia fascista de Mussolini».

Bando sublevado, ampliamente utilizado, sobre todo cuando queremos pasar de perfil, puesto que se trata de un adjetivo que, a mi juicio, se queda corto para reflejar lo que supone un alzamiento en golpe de Estado contra un gobierno democrático.

Personalmente me quedo con bando golpista, que aunque obviamente no sea utilizado de forma mayoritaria, sí que refleja la realidad histórica de forma objetiva.

Trato igualitario

Podemos aceptar pulpo como animal de compañía, como también se puede considerar que la barbarie, asesinatos, torturas y violaciones las protagonizaron desde uno y otro bando indistintamente durante la guerra. No obstante, hay evidencias de que los dos bandos no fueron iguales, además del desequilibrio de cifras, no se cometieron las mismas barbaridades en las dos partes y tampoco se ejecutaron de igual manera, no siendo razonable comparar todo un plan bien estructurado de exterminio desde el principio y desde el poder, calificado ya con los datos en la mano como genocidio, con, en la otra parte, venganzas ciegas cometidas por partidas de incontrolados. No, la simetría en este apartado nunca existió.

No obstante, lo peor estaba por llegar cuando se acabó la guerra. La tortura, muerte y represión continuaron durante la dictadura franquista hacia los que creyeron ilusamente ese otro bando de Franco que decía: “Nada tiene que temer de la justicia aquel que no tenga las manos manchadas de sangre”. Era falso. La tortura continuó para los que se quedaron y para los que se exiliaron, independientemente que acabaran en campos de concentración o no. Por todo ello, yo tampoco creo en un juicio salomónico sobre la historia de España, ya que no es igual luchar contra la libertad que defenderla.

Ante afirmaciones del tipo “victimas hubo en los dos bandos” tratamos de poner a los dos bandos en el mismo lugar. Unos lucharon contra la ley y contra la democracia, para defender su interés particular o personal y otros lucharon por la libertad y la democracia, para defender los intereses generales de toda la ciudadanía. Esta obviedad, aún hoy, parece no quedar clara en este tipo de iniciativas de memoria histórica. Además, las víctimas del bando golpista han tenido un continuo homenaje hasta nuestros días, habiéndose visto restituida y honrada su memoria, mientras, las del resto, silenciadas y olvidadas en las cunetas, también hasta el día de hoy.

Recientemente ha sido rotulado en la Plaza de la Constitución todos los nombres de las víctimas de la guerra, en un intento más de situar a los dos bandos a la misma altura moral. ¿Qué pensarían las propias asociaciones de víctimas del terrorismo de ETA si en todos los monumentos y actos de homenaje a las víctimas colocamos mezclados a las víctimas de ETA y a otros muchos terroristas muertos en cárceles o víctimas de los GAL? Pues algo parecido es lo que se ha hecho en el Paseo con la rotulación de todos los nombres mezclados.

Y es que, por el hecho de mirarlo todo con la lejanía de más de 80 años, de los cuales más de 40 en democracia, ya deberíamos tratar estos temas con la suficiente madurez, objetividad y firmeza sin que afecte a la convivencia democrática, a la paz y al supuesto espíritu reconciliador de la transición. Las palabras de Manuel Azaña, presidente de la República, “paz, piedad, perdón” siguen vigentes, a las que tendríamos que añadir, lejos de revanchas, pero jamás el olvido.

JOSÉ F. RODRÍGUEZ SILLERO
FOTOGRAFÍA: BLOG DE ARCÁNGEL BEDMAR


NOTA: Los comentarios publicados en el Buzón del Lector no representan la opinión de Baena Digital. En ese sentido, este periódico no hace necesariamente suyas las denuncias, quejas o sugerencias recogidas en este espacio y que han sido enviadas por sus lectores.


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