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Aureliano Sáinz | Educar con pasión

El pasado mes de octubre apareció en las librerías More letters of note, del escritor británico Shaun Usher, que suponía la continuación de otro libro del propio autor que sí había visto la luz en castellano: Cartas memorables. Ambos son el resultado de la investigación y el estudio de cartas, algunas desconocidas, que personajes relevantes habían escrito y que Usher ponía al conocimiento del público.



En Cartas memorables aparecían, por ejemplo, una de Leonardo da Vinci solicitando empleo; la que le dirige Gandhi a Adolf Hitler apelando a la paz; la desgarradora que escribe Virginia Woolf antes de suicidarse o la del premier británico Winston Churchill utilizando el acrónimo O.M.G.

Debido al éxito que obtuvo este libro, Shaun Usher le dio continuidad con More letters of note, que es de esperar tenga una traducción al español, aunque solo sea para que los lectores hispanoparlantes conozcan de nuevo la conmovedora carta que Albert Camus le escribe a quien fuera su maestro en su infancia, tras serle concedido el premio Nobel de Literatura en 1957, y la respuesta que le envió Louis Germain, su antiguo profesor.

Tengo que apuntar que en el momento en el que leí la breve misiva del escritor, periodista y filósofo francés a quien fuera casi un padre para él me emocioné, pues en esas breves líneas se sintetizaba el reconocimiento del valor que supone la educación para los más pequeños y, más aún, cuando se hace con la pasión y la entrega con las que llevó su trabajo docente el propio Louis Germain.

Quisiera puntualizar que ambas cartas habían sido publicadas con bastante anterioridad en español dentro de la obra póstuma del autor francés, El primer hombre, novela en la que estaba trabajando antes de fallecer en un accidente automovilístico en el año 1960.

Pero antes de pasar a leer las cartas, conviene aportar algunos datos biográficos que dan sentido a ese encuentro epistolar. Recordemos que Albert Camus había nacido en Mondovi, un pueblecito de Constantina, en el norte de Argelia, el 7 de noviembre de 1913. Hijo del francés Lucien Camus y de la argelina Catalina Sintes, vivió su infancia en un contexto de gran pobreza, puesto que su padre, un pied-noir, es decir, un francés que reside en Argelia debido a la huida que realiza a este país cuando su Alsacia natal es ocupada por las fuerzas prusianas.

Huérfano antes de cumplir el año, quedan al cuidado de su madre y de su abuela tanto él como su hermano. Gracias a la beca que recibieron los hijos de las víctimas francesas en la que sería la Primera Guerra Mundial, ingresa en la escuela y a tener sus primeros contactos con los libros, ya que en su casa no había ninguno. Durante sus estudios escolares, tuvo como maestro a Louis Germain, que le marcaría profundamente, y al que nunca olvidó, pues en su discurso durante la ceremonia de la concesión del Nobel de Literatura hizo una especial mención a su querido e inolvidable maestro.



Días después de la concesión del premio Nobel, y con fecha del 19 de noviembre de 1957, Camus le escribe una carta que, tal como he indicado, apareció en nuestro país al final de la obra El primer hombre. Estas son sus palabras:

Querido señor Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido que me he rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón.


He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni he pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que le dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.


Le abrazo con todas mis fuerzas.


Albert Camus


Su antiguo maestro ya había tenido conocimiento de la dedicatoria que le hizo en la ceremonia de entrega del Nobel de Literatura. La emoción del viejo profesor fue enorme. Tiempo después, Albert Camus le envió a su antiguo maestro un libro biográfico titulado “Camus” del escritor francés J. C. Brisville con dedicatoria propia. Como respuesta, desde Argelia, y con fecha de 30 de abril de 1959, recibió una extensa carta, de la que hago un extracto del comienzo.

Mi querido Albert:

Soy incapaz de expresar la alegría que me has dado con la gentileza de tu gesto ni sé cómo agradecértelo. Si fuera posible abrazaría muy fuerte al mocetón en que te has convertido y que seguirá siendo siempre para mí “mi pequeño Camus”.


Todavía no he leído la obra, salvo las primeras páginas. ¿Quién es Camus? Tengo la impresión de que los que tratan de penetrar en tu personalidad no lo consiguen. Siempre has mostrado un pudor instintivo ante la idea de descubrir tu naturaleza, tus sentimientos. Cuando mejor lo consigues es cuando eres simple, directo. ¡Y ahora, bueno!


Estas impresiones me las dabas en clase. El pedagogo que quiere desempeñar concienzudamente su oficio no descuida ninguna ocasión para conocer a sus alumnos, sus hijos, y estas se presentan constantemente. Una respuesta, un gesto, una mirada, son ampliamente reveladores. Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene en germen al hombre que llegará a ser. El placer de estar en clase resplandecía en tu persona. Tu cara expresaba optimismo.


Y estudiándote, nunca sospeché la verdadera situación de tu familia. Solo tuve una impresión en el momento en que tu madre vino a verme para inscribirte en la lista de candidatos a las becas. Pero eso fue, por lo demás, en el momento en que ibas a abandonarme. Hasta entonces me parecía que tu situación era la misma que las de todos tus compañeros. Siempre tenías lo que te hacía falta. Como tu hermano, estabas agradablemente vestido. Creo que no puedo hacer mejor elogio de tu madre…


Recuerda que, aunque no escriba, pienso con frecuencia en todos vosotros. Mi señora y yo os abrazamos fuertemente.


Germain Louis


Poco hay que añadir a la emotiva respuesta que da el maestro a su antiguo discípulo. En sus recuerdos permanecía intacta la imagen de aquel a quien de nuevo le llama “mi pequeño Camus”, a pesar de que el premio Nobel francés había superado ampliamente los cuarenta años.

Han transcurrido más de cinco décadas de este intercambio epistolar. Hoy, para todos nosotros, quedan esas dos memorables cartas como testimonio del cariño y lealtad profesados entre el maestro y su alumno.

AURELIANO SÁINZ
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