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Aureliano Sáinz | Niños y niñas transexuales

Aún suenan los ecos de aquella campaña que una asociación integrista ultracatólica llamada HazteOir llevó, durante unos meses del año 2017, en algunas ciudades españolas, comenzando por Madrid. Se trataba de recorrer las calles de esas grandes ciudades con un autobús naranja en el que aparecían representadas las figuras esquemáticas de un niño y una niña con el siguiente mensaje: “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen. // Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo”.



La campaña finalmente tuvo que ser retirada ante las denuncias presentadas, puesto que incitaba al rechazo y a la discriminación de niños y niñas transexuales, ya que, en última instancia, era hacia los menores a quienes estaba dirigido el mensaje. En ella, se usaban figuras infantiles de ambos sexos, al tiempo que se hacían afirmaciones que eran obvias para los adultos, seguidas por un consejo para los más pequeños: “Que no te engañen” (expresión acompañada de otras aseveraciones que, desde la actual psicología de la identidad, no son ciertas).

Era, abiertamente, una campaña contra los niños y niñas que no se sienten identificados con el sexo con el que han nacido, ya que su identidad, que es algo de tipo mental y emocional, la encuentran en el otro género. Vista desde la actualidad, podemos considerarla como una anticipación de las campañas de odio que hoy se promueven contra quienes son diferentes o no se encuentran dentro de la mayoría.

A pesar de la decisión tan difícil y de las enormes dificultades que tienen que atravesar sus protagonistas, junto a sus padres sin son menores, siempre hay motivos de esperanza para niños y niñas ‘trans’ (que es la forma abreviada con la que llamamos a las personas transexuales).

¿Y a cuento de qué traigo en esta ocasión este tema que parece que no está en la agenda de las informaciones más relevantes de los medios de comunicación? La razón es muy sencilla: porque hace unos pocos días (el 4 de diciembre) y en la Asamblea de Extremadura participó una chica, Elsa Ramos, de tan solo ocho años, cuya breve pero intensa intervención acabó emocionando a todos los que se encontraban en el hemiciclo.

“Soy una chica transexual y durante los últimos cuatro años he vivido un camino muy importante: el de mi felicidad”, dijo la pequeña con una claridad y tranquilidad que sorprendía.

Ya sabían los presentes que Elsa había nacido biológicamente como niño en un pequeño pueblo de la provincia de Badajoz: Arroyo de San Serván, lugar en el que, según sus propias palabras, “se siente segura, querida y respetada", ya que sus padres tuvieron la inteligente idea de comunicarlo al centro en el que Elsa estudia, así como a los vecinos del municipio, de quienes han recibido el respeto y el cariño que la niña necesita.

Hemos de tener en cuenta que entre los nuevos aprendizajes que Elsa tenía que llevar adelante se encontraba el hablar como sujeto masculino, por lo que no solo fue una adecuación biológica hacia el género femenino, sino que también tuvo que hacerlo con el lenguaje.

No me resisto a traer sus palabras finales, pues son un auténtico manifiesto por la tolerancia y la diversidad: “De todo lo que tengo que decir hoy, lo más importante es esto: señoras y señores que se dedican a la política, sigan, pese a las amenazas, haciendo leyes que reconozcan que las personas somos diversas. Por encima de todo, las personas transexuales tenemos el derecho a ser quienes somos. No permitan que nadie nos arrebate la felicidad”.

Lógicamente, es de suponer que lo que leía provenía de la ayuda de sus padres. Mejor aún, ya que sus progenitores tuvieron la fuerza, la inteligencia y el amor que necesitan los más pequeños para transitar por un camino tan difícil como es el que les espera a los niños y niñas ‘trans’.

La breve intervención se cerró con el caluroso aplauso de todos los presentes. Fue el reconocimiento del coraje que ha tenido Elsa en este camino en su derecho a la felicidad. También el de sus padres, puesto que asumieron la difícil tarea de respetar su deseo de cambio de sexo cuando aún, biológicamente, era un niño de cuatro años.



Puede parecer que lo expuesto anteriormente es un hecho raro o exótico. Sin embargo, el caso de Elsa no es tan excepcional como parece. Esto lo podemos manifestar quienes estamos en el campo educativo, ya que, en mi caso, he tenido no hace mucho un alumno ‘trans’ que estaba perfectamente integrado en la clase.

También, puedo manifestar que en mis trabajos de investigación sobre el dibujo de la familia me he encontrado con dibujos de escolares de Educación Primaria en los que se muestran familias dentro de las cuales alguno de sus miembros había decidido cambiar de sexo, ya que no se identificaba con el que biológicamente había nacido.

Como ejemplo, presento el trabajo gráfico de un niño de 8 años, que ya lo mostrado en otra ocasión, pero que no tengo problemas en volver a comentarlo, puesto que con su autor, a diferencia de otros, tuve una pequeña charla, lo que me proporcionó la información necesaria para comprenderlo.

Al observar el dibujo en la clase entendí que me encontraba en un caso especial. Así, cuando el pequeño lo acabó me puse a hablar con él para que me explicara lo que había representado.

Previamente, quisiera apuntar que, en estos trabajos del dibujo libre, a los escolares les indico que una vez finalizados enumeren por orden de aparición a los miembros de la familia, dado que tiene bastante importancia saberlo a la hora de su interpretación.

En este caso que comento, un aspecto llamativo de esta escena es que los tres primeros números corresponden a sus mascotas, lo que es indicio de la importancia que tienen para el pequeño autor. Al pasar a la figura que tiene el número 4, me dijo que era su hermano mayor. Me quedé un tanto sorprendido, puesto que yo veía trazada una figura femenina. Después aparecía él mismo, seguido de su hermano pequeño. Cerraban el grupo su madre y su padre, con los números 7 y 8, encontrándose ambos algo alejados.

Cuando terminó de comentarme lo que había realizado, le pregunté: “¿Pero el número 4 que has dibujado es una chica?”. La respuesta no se hizo esperar: “No. Es que mi hermano se ha hecho transexual y ahora viste como una mujer”.

La sencilla e ingenua respuesta dada por el niño me aclaró las dudas que me surgían al ver la escena. No le quise preguntar más, pues personalmente entendí que al haber dibujado a su hermana (hecho que todavía el niño no la tenía interiorizado, ya que seguía llamándole hermano) era resultado y manifestación indirecta de que sus padres habían aceptado la nueva situación y, consecuentemente, respaldado la decisión de su hijo mayor de cambiar de sexo.

Este caso que comento se diferencia del anterior en que la decisión fue tomada con más edad. De todos modos, dentro de este duro y difícil proceso, es fundamental recibir el apoyo del padre y de la madre, puesto que supone una ayuda de vital importancia para la transformación tan grande que se produce en la persona que desea el cambio de sexo. También es relevante la comprensión y aceptación por parte de quienes le rodean, sean amigos, compañeros, profesores… para que “el camino hacia la felicidad”, tal como decía la pequeña Elsa, llegue a ser algo real.

AURELIANO SÁINZ
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