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Rafael Soto | La oportunidad perdida de los Juegos Paralímpicos

Último día de las vacaciones más ansiadas de mi vida. De lejos. Recién levantado, me doy cuenta de que estoy solo en casa. Es verdad, ya lo sabía, soy el último de los dos en incorporarse a su puesto de trabajo. Necesito espabilar, pero no quiero.


Incluso en verano, las mañanas mesetarias pueden ser frías. La ventana está abierta y corre mucho aire. Cosa de una hora, pero sé que es un momento ideal. Cierro la ventana, me tiro en el sofá y disfruto de la luz que se posa en ella mientras que todavía es agradable.

Reflexiono sobre varias cuestiones. En realidad, he procrastinado mucho. Me he centrado tanto en disfrutar, iniciar ciertas rutinas o resolver cuestiones urgentes que he ido dejando decisiones importantes de lado. Tirado en el sofá, hago una lista para resolverlos o decidir sobre ellos a lo largo del día y me dirijo a la cocina.

Aprovecho mis auriculares inalámbricos para hacer una llamada y, una vez acabada, pongo mi programa deportivo local de cabecera. ‘Biriprensa’, por supuesto, pero la alternativa es Radio Betis y se trata de informarse, no de escuchar el boletín oficial de la directiva. También quiero enterarme de la realidad en otros equipos.

Escucho lo siguiente al inicio del programa: “[…] en orario normâh, […] un día de la temporá normâh, çin Eurocopa, çin Olimpiâh […]”. Algo me alarma. No me cuadra. Había algo, ¿no? Sigue cuando acaba la sintonía: “[…] cuando êttábamô en orario Olimpiá o en orario Eurocopa [êttábamô] âtta lâ cuatro menô cuarto, pero aquí êttamô […]”. ¿Y los Paralímpicos?

No soy periodista deportivo, pero sí soy un ciudadano con cierta conciencia. Los Juegos Paralímpicos empezaron el 24 de agosto y acabarán el 5 de septiembre. Y lo cierto es que ni siquiera Televisión Española le está dando el peso que debería tener en la parrilla. En otros espacios ni siquiera existe. Es cierto, no se puede estar en todo, pero en las grandes citas habría que estar.

Ni las alarmas informativas del móvil, ni los telediarios, ni la prensa escrita. No es que se les ignore de manera sistemática, pero es innegable que los Juegos Paralímpicos no tienen el mismo tratamiento que los Juegos Olímpicos.

Los patriotas se olvidan de que hay atletas defendiendo su bandera en una gran competición internacional, mientras que los defensores a ultranza de la igualdad no se aplican el discurso con unos deportistas que reivindican con su sola presencia, como mínimo, la igualdad de trato y oportunidades.

Son el espíritu olímpico en estado puro. Sin apenas recursos o apoyo, estos atletas son un ejemplo de esfuerzo y superación. Frente a las 17 medallas de los Juegos Olímpicos, tres de ellas de oro, los atletas paralímpicos españoles llevan 24 en el momento en que se escriben estas líneas, de las que ocho son de oro. ¿Repercusión mediática? Mínima.

Termino de fregar y me enciendo. Dejo de lado la columna que tenía por terminar y escribo el borrador de la presente casi sin levantarme de la mesa. No me enfada el hecho de que los Juegos Paralímpicos reciban menos atención. Hay muchas injusticias.

Lo que me enciende es que se ignoren sin mala conciencia. Me fastidia darme cuenta de que se ha perdido una oportunidad excelente, en un momento propicio, de concienciar sobre la discapacidad y normalizar su presencia en la sociedad.

Podríamos hablar también de las desigualdades sociales y económicas en el acceso al deporte –y a casi todo– de los “disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos”, como son denominados por la Constitución. Pero dudo de que estemos preparados para este debate.

Haereticus dixit.

RAFAEL SOTO
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