En la actualidad, la complejidad creciente de la sociedad y el ritmo trepidante de la sucesión de los episodios hacen que aumente el número de ciudadanos que se sienten solos. Mientras que algunos están aislados, casi sin contactos con la familia y con la sociedad, otros están aturdidos por los ruidos y por el ensordecedor alboroto de la muchedumbre circundante.
Crece el número de los que sufren la soledad de una manera callada porque no entienden el sentido de la vida actual, se sienten marginados y ajenos a los problemas de los que escuchan hablar a las personas de su entorno y en los medios de comunicación. Ese corte de los hilos que los vinculaban a su mundo les causa un desamparo similar al de los enfermos abandonados.
A mi juicio, El siglo de la soledad (Barcelona, Paidós, 2021) es importante, oportuna e imprescindible por la exhaustiva serie de datos, por los agudos análisis y por las acertadas propuestas que nos proporciona.
Su autora, Noreena Hertz, intelectual, profesora y periodista, nos explica cómo la soledad es uno de los rasgos que definen este siglo XXI debido a los graves daños que origina en la riqueza, en la salud, en el bienestar individual, familiar, social y político.
Explica y justifica cómo la soledad es ese profundo sentimiento de desamparo que sienten quienes están abandonados por las personas y desamparados de las instituciones administrativas, sociales, económicas y políticas. Sufren un distanciamiento que les genera sensaciones hondas de invisibilidad, de impotencia, de inutilidad y, en consecuencia, de exclusión.
Lo seres humanos, todos –los de cualquier edad, sexo, condición social o nivel económico– necesitamos sentirnos conocidos, reconocidos y cerca de los demás para que nos escuchen, para que nos vean y para que nos presten atención. Todos requerimos tener cierto protagonismo y, además, que nos traten con justicia, con amabilidad y con respeto.
Las propuestas de estos acertados análisis son orientadoras, concretas y esperanzadoras, partiendo del supuesto de que somos cada vez más conscientes de que nuestra vida está entrelazada con las de los convecinos, con las de los paisanos y con las de millones de personas de todo el planeta.
A juicio de Noreena Herz, vivimos en una era en la que es posible y urgente reforzar las comunidades locales y construir nuevos puentes para unirlas entre sí. Nos muestra, nos explica y nos demuestra cómo en esta era de tantos retos y contradicciones tiene cabida la esperanza porque, según ella, tenemos la oportunidad de unirnos para crear, entre todos, un futuro en el que sea posible compaginar el trabajo para ganar dinero, con las conductas generosas, solidarias y compasivas, para favorecer “un futuro en el que se escuche y se dé la voz a todas las personas con independencia de su origen, en el que podamos convivir de manera tolerante e inclusiva, en el que ya no tendremos que sentirnos tan solos y atomizados”.
Esta obra, clara y profunda, actual y enraizada en las entrañas de la actual sociedad, identifica la senda que hemos de seguir para plantear adecuadamente los graves problemas planteados, y aplica los principios, los criterios y las pautas para que, unidos, reemprendamos las sendas de una nueva humanidad.
Crece el número de los que sufren la soledad de una manera callada porque no entienden el sentido de la vida actual, se sienten marginados y ajenos a los problemas de los que escuchan hablar a las personas de su entorno y en los medios de comunicación. Ese corte de los hilos que los vinculaban a su mundo les causa un desamparo similar al de los enfermos abandonados.
A mi juicio, El siglo de la soledad (Barcelona, Paidós, 2021) es importante, oportuna e imprescindible por la exhaustiva serie de datos, por los agudos análisis y por las acertadas propuestas que nos proporciona.
Su autora, Noreena Hertz, intelectual, profesora y periodista, nos explica cómo la soledad es uno de los rasgos que definen este siglo XXI debido a los graves daños que origina en la riqueza, en la salud, en el bienestar individual, familiar, social y político.
Explica y justifica cómo la soledad es ese profundo sentimiento de desamparo que sienten quienes están abandonados por las personas y desamparados de las instituciones administrativas, sociales, económicas y políticas. Sufren un distanciamiento que les genera sensaciones hondas de invisibilidad, de impotencia, de inutilidad y, en consecuencia, de exclusión.
Lo seres humanos, todos –los de cualquier edad, sexo, condición social o nivel económico– necesitamos sentirnos conocidos, reconocidos y cerca de los demás para que nos escuchen, para que nos vean y para que nos presten atención. Todos requerimos tener cierto protagonismo y, además, que nos traten con justicia, con amabilidad y con respeto.
Las propuestas de estos acertados análisis son orientadoras, concretas y esperanzadoras, partiendo del supuesto de que somos cada vez más conscientes de que nuestra vida está entrelazada con las de los convecinos, con las de los paisanos y con las de millones de personas de todo el planeta.
A juicio de Noreena Herz, vivimos en una era en la que es posible y urgente reforzar las comunidades locales y construir nuevos puentes para unirlas entre sí. Nos muestra, nos explica y nos demuestra cómo en esta era de tantos retos y contradicciones tiene cabida la esperanza porque, según ella, tenemos la oportunidad de unirnos para crear, entre todos, un futuro en el que sea posible compaginar el trabajo para ganar dinero, con las conductas generosas, solidarias y compasivas, para favorecer “un futuro en el que se escuche y se dé la voz a todas las personas con independencia de su origen, en el que podamos convivir de manera tolerante e inclusiva, en el que ya no tendremos que sentirnos tan solos y atomizados”.
Esta obra, clara y profunda, actual y enraizada en las entrañas de la actual sociedad, identifica la senda que hemos de seguir para plantear adecuadamente los graves problemas planteados, y aplica los principios, los criterios y las pautas para que, unidos, reemprendamos las sendas de una nueva humanidad.
JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO