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Aureliano Sáinz | El mito de la eterna juventud

Asisto a la manifestación que se celebra en Córdoba el 8 de marzo con motivo del día dedicado internacionalmente a la mujer. Me veo con gente amiga, más o menos, de la edad que yo tengo. Charlamos de todo en espera del comienzo de la marcha que, por el número de asistentes que contemplo, será numerosa. Una vez iniciada, detrás de nosotros hay una pancarta sostenida por chicas y algunos chicos que, con aire festivo, corean distintos eslóganes conocidos y frases que se les van ocurriendo.


Entre las que lanzan, nos llama la atención aquella que, a voz en grito, piden el fin del patriarcado. Una compañera de mi facultad, que se encuentra cerca, me mira sonriendo. “Cuando se es joven, uno está cargado de deseos y de entusiasmo, por lo que pedir la abolición del patriarcado es casi como pedir el cielo”, me dice. Se lo confirmo moviendo la cabeza.

Es cierto que cuando uno es joven quiere ver que aquello que se defiende y pueda ser vivido, ser palpado, como algo real y tangible, sin tener que esperar y recorrer el largo y tortuoso camino necesario para alcanzar algunas metas, que, a fin de cuentas, en su máxima expresión quedarán como un horizonte que siempre es posible reivindicar.

Durante el recorrido, que duró bastante, asomaron a mi mente pensamientos ligados a lo que significa la juventud, etapa personalmente ya vivida y que me queda bastante lejana. De todas formas, como sigo trabajando en la universidad, mantengo un contacto habitual con la generación más joven, por lo que, de algún modo, conozco algunas de sus inquietudes y aspiraciones. Es gente a la que, sin saber por qué, se le llama Generación Z, como si ellos fueran la marca más reciente en aparecer al mercado.

BODEGAS ROBLES - VINOS COMPROMETIDOS CON SU TIERRA

En aquellos momentos, me vino el recuerdo de la imagen publicitaria que tiempo atrás proyecté en la clase, para recabar sus opiniones sobre el consumo, la actual sociedad y la idea de felicidad ligada a la eterna juventud que promocionan las distintas firmas comerciales.

En la pantalla aparecía la fotografía que realicé en Madrid del escaparate de una tienda de una marca conocida española de complementos. Allí se veía a una chica joven de raza negra, vestida de un blanco impoluto, con los ojos entornados, abrazando con embeleso un bolso, como si fuera el bien más preciado que pudiera alcanzar en la vida.

Posteriormente, el debate fue bastante interesante, dado que los alumnos pudieron expresar de manera abierta sus ideas sobre las cuestiones que les había planteado. Algunas de ellas tan lúcidas como la que indicaba que, a fin de cuentas, esa imagen era una más de las muchas que les llegan diariamente, sea por los medios convencionales o por las redes sociales, con el fin de hacerles creer que la felicidad la tienen al alcance de la mano, sin cuestionar el orden social existente, por lo que la publicidad se convierte en la mensajera de la felicidad y de la eterna juventud, ya que, supuestamente, bastaba con adquirir los productos anunciados para alcanzarla.


La marcha sigue a un ritmo pausado. Comienza a anochecer. Acercándonos a las ocho de la tarde, la lluvia hace acto de presencia, tal como se nos había anunciado. Los paraguas se abren al unísono, y la bendita lluvia, de la que nos protegemos, parece augurarnos que el próximo verano no sufriremos las anunciadas restricciones de agua. Las voces se han reducido un poco, dado que el mar de paraguas ejerce de amortiguador de los canticos que nos han ido acompañando.

Sigo pensando en aquella clase, y la relaciono con la gente joven que mayoritariamente protagoniza la manifestación. Imagino que sería bueno que la próxima vez que mostrara aquella imagen podría completarla con otra para que comprendieran que desde siempre los seres humanos han buscado la felicidad, la juventud y el deseo de gozar de los bienes que tenemos a nuestro alcance. Y nada mejor que proyectarles el cuadro que lleva por título La fuente de la eterna juventud, que pintó el alemán Lucas Cranach en 1546.

Y les explicaría cómo los grandes deseos, las fantasías y los mitos forman parte de la historia del ser humano que en forma de fábulas se reciclan actualizándose con distintos ropajes. En este caso, les diría que la escena que contemplan se trata de un mito un tanto sorprendente, pues es la mujer la protagonista y la beneficiaria de dones tan apetecibles como la búsqueda de la eterna juventud, sueño aspirado de generación tras generación.

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“El cuadro de Cranach se nos muestra como claro ejemplo de la fuerza mística y purificadora del agua, a la que acuden numerosos personajes femeninos con el deseo de recobrar la juventud perdida”, les apuntaría. “Y, como veis, el centro de la obra está ocupado por una fuente, dedicada a Venus y Cupido, de suerte que el agua cae en una piscina rectangular a la que acuden mujeres de diferentes edades. Entran por el lado izquierdo y, tras bañarse desnudas, salen por el derecho, eternamente jóvenes y hermosas, hacia unas tiendas de color rojo, en las que una vez vestidas ya están dispuestas a disfrutar del amor y de los placeres de la vida”.

“Lo curioso es que esta fuente”, continuaría, “solo afecta a las mujeres. Son ellas las receptoras de estos dones tan eternamente deseados. A los hombres, según este relato mítico, les queda el consuelo de que pueden rejuvenecer, volver a esa etapa dorada, mediante el trato con ellas, ya que por ellos mismos no pueden alcanzar tan deseado retorno”.

Finalmente, debatiré con ellos en la clase el sentido de este cuadro. Por mi parte, no sé las razones por las que solo a las mujeres les era posible lograr volver a la plenitud que ofrecía esa maravillosa fuente. Posiblemente, se debiera a que en la mitología clásica los hombres siempre estaban embarcados en continuas guerras y no tuvieran dioses que les procuraran estos dones tan apetecibles.

Volveremos, pues, a hablar del patriarcado, de su desaparición y de los eternos deseos de juventud, una vez que se ha salido de ella. Y, por supuesto, de cómo en esta sociedad del consumo y de la inmediatez nos la quieren vender a precio de saldo, ocultándonos que la felicidad, tal como decía mi admirado Castilla del Pino, no nos la regalan, sino que necesariamente hay que construirla poco a poco y con gran esfuerzo.

AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: AURELIANO SÁINZ

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